La Mesa de la Economía se ha
encontrado con un escollo importante en la figura del
delegado del Gobierno. Sin su concurso, tal y como apunta el
reivindicativo Aróstegui, no es posible una reforma
estructural de la economía ceutí, sino tan solo la acometida
de modificaciones parciales, iniciativas que prolonguen la
agonía del modelo actual, mejorando puntualmente el
rendimiento de herramientas concretas pero sin atajar la
raíz del problema. Jenaro García Arreciado ha cometido el
error de proclamar como “inasumible” un paquete de
iniciativas complejas, sin haber tenido la deferencia de
dirigirse al foro donde se incubaron, (con no poco
esfuerzo), y explicar allí cuáles son las medidas que no se
pueden cumplir y por qué. El trabajo de la Mesa de la
Economía queda así despreciado y su continuidad en
entredicho, ya que el diálogo social que allí se fomentaba
se ha roto y cada uno ha iniciado la guerra por su cuenta.
Sin embargo, la Mesa de la Economía tendrá la oportunidad de
reunirse de nuevo a lo largo de este mes de septiembre y el
delegado del Gobierno tendrá la oportunidad de argumentar
sus razones.
La finalidad de crear un foro de diálogo con la presencia de
los agentes sociales, políticos y económicos es,
precisamente, fomentar el diálogo, y si algunas medidas (el
delegado debería explicar cuanto antes cuales) son difíciles
de asumir a corto plazo, la obligación de los poderes
públicos es centrarse en las que sean más factibles o en su
caso, proponer otras más eficaces y asumibles.
El rechazo por el rechazo no se puede consentir, porque
Ceuta padece la tasa de desempleo más alta de España y el
futuro de un ceutí fuera de la función pública parece tarea
imposible. Los agentes económicos y políticos deben
reconducir el diálogo y actuar, en una u otra dirección,
valorando la más conveniente, aunque sea también la más
costosa. Cualquier cosa, antes que quedarse sentado
esperando la debacle.
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