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OPINIÓN - LUNES, 11 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Buenismo y pasarela
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

¡Así no se puede vivir! España parece haberse convertido en una especie de Estado Ñoño-Policial y, sencillamente, a los espíritus libres nos falta el oxígeno. Y lo malo es que no estamos en Japón donde existen establecimientos de hostelería donde te das un chute saludable de oxigenoterapia y te vuelves pa tu casa limpio y escamondáo, vendiendo la salud a chorros y más bonito que un San Luis. Aquí, ventajas de la modernidad, las mínimas y si quieres disfrutar de cualquier nueva técnica te tienes que gastar las pelas. Eso si, prohibiciones todas y restricciones las máximas.

Y lo más vomitivo es que, a los ciudadanos, no nos prohíben las cosas en plan fascistoide, algo que se asume como un reto y un obstáculo a las libertades contra el que hay que luchar. Me crean, eso hace muchísima ilusión, me refiero a combatir por obtener un logro. Ya lo decía el genial dramaturgo noruego Ibsen “Lo que me gusta de la libertad, es la lucha por ella. Conseguirla no me interesa”. Estos y los otros no prohíben en plan “Mariquilla cojones” sino en plan redentoristas compulsivos, buenista, “por nuestro bien” y para “salvarnos” y ¡Ya está bien de Salvapatrias!. A salvarnos vino al mundo Nuestro Señor Jesucristo, el resto de vocacionales de nuestra salvación es capaz de hacer que nos suden y se nos irriten, no con dermatitis de pañal, sino de braga o calzoncillo, las partes pudendas. Pero nada más.

En efecto, las ansias salvadoras de quienes quieren lo mejor para la sociedad, porque la sociedad es tonta y no sabe lo que le conviene, ha llegado ahora a la moda y a la Pasarela Cibeles. Los cursis irredentos de la Comunidad de Madrid, si, esa misma, donde está el Albertín Gallardín, se han puesto en complot con la sociedad de endocrinología y han decidido que, tan solo desfilen en la pasarela modelos “saludables” y, lo que es “saludable” lo deciden ellos, para descartar a chicas demasiado delgadas porque pueden “promover la anorexia”. Una crueldad y una discriminación. Primero porque existen personas delgadas por constitución o porque les sale del coño, con perdón de la palabra, cultivar la delgadez y no por ello han de ser discriminadas por dar “mal ejemplo”.

Porque, por esa regla de tres y ya que, los ciudadanos y las ciudadanas, somos jilipollas, manipulables y sin criterio propio, proclives a dejarnos influenciar por “lo que sea” deberían prohibir los telefilmes y películas donde salgan actrices o actores bellos, porque puede llevar a la estúpida juventud a lanzarse a las clínicas de cirugía estética para conseguir un perfil perfecto o unos labios pulposos y, si no hay dinero para ponerse en manos de cirujanos, desencadenar epidemias colectivas de ansiedad y depresiones por el incumplimiento de sus expectativas. Y en plan prohibición, ya que se castiga a las flacas porque provocan anorexia, que se prohíba a las gordas porque, se puede seguir su ejemplo y caer en la obesidad mórbida. Y proscribir a los machacas de gimnasio porque, podemos copiarnos y caer en la vigorexia. Mejor que todo esté prohibido y controlado por buenistas seres superiores que van a ser como los “Guardianes de la Virtud” del “paraíso” iraní.

¡Imbéciles! ¿Qué sabrán los Gobernantes de la puta anorexia? ¿Qué que se yo? Pues todo. Porque la vengo semicontrolando desde hace cuarenta años, la he estudiado y analizado y la identifico hasta metía dentro de una talega.

Dicen que “luchan” contra la anorexia. ¿Y saben como enfermó servidora de ustedes? Pues en el comedor de las santas monjitas, siendo niña, cuando nos obligaban a comer “todo lo que hay en el plato” y si vomitábamos, a comernos nuestros vómitos. La comida pasaba de ser una necesidad y un placer a ser una angustiosa obligación, siempre asociada al castigo. Hoy en día no hacen que, los niños, ingieran sus vómitos, pero siguen “obligando a comer” en los comedores escolares y lo digo por experiencia, porque he tenido a dos hijos en comedores y broncas notables con los educadores por “obligarles” y asociar la comida con un repugnante calvario de arcadas y “no me gusta y no tengo ganas”. El ser humano, desde la más tierna infancia, odia las imposiciones en determinadas materias y una de ellas es la comida. Aún yo hoy, a los cincuenta y dos años, sigo teniendo que comer en platos pequeños, porque si me presentan una ración grande empiezan las náuseas. Asociar la nutrición al castigo es una perversa distorsión propia de sociedades que han pasado mucha hambre y donde, ante un niño con clara tendencia a la obesidad, los padres, en lugar de preocuparse exclaman satisfechos “¡Que hermoso está y es que me come como una lima!” Pues no. No hay que comer como limas. Sino comer normal y sano y solamente lo necesario. La información nutricional está ahí, para quien se quiera enterar.

¿Qué si la comida-castigo es la única causa de la anorexia? No. La puede desencadenar en parte, pero es infinitamente más compleja, los conflictos internos de los ángeles con las alas rotas son infinitos. Porque suelen ser extraordinariamente inteligentes, pero no son felices, ni en su piel, ni en su entorno. Hay un durísimo rechazo y un infinito reproche en el hecho de dejarse morir de hambre negándose a comer. Mucho más doloroso y denso que la frivolidad estúpida y de cara a la galería de los mandamases de la Comunidad de Madrid. De hecho, el rechazo a las delgaditas es “para que salga en prensa” y todos nos demos cuenta de cómo quieren salvarnos, redimirnos, ayudarnos y mimarnos. Que se vayan al carajo. Yo quiero que me salven con cultura, conocimiento y muchas becas; que me rediman quitando a los delincuentes de las calles y limpiando las ciudades; que me ayuden reconociendo constitucionalmente mi derecho inalienable a la felicidad y que me mimen respetándome como ciudadana y dejando de ofender mi inteligencia con sus mamarrachadas de profesionales de la buena conciencia publicitada, por supuesto, publicitada porque si no la gente no se entera y no les vota.

¿Y se creen que con esos excesos de necedad y autocomplacencia nos van a engatusar para que le aseguremos la poltrona con nuestros sufragios? En lugar de un voto les deberíamos obsequiar con una genuina mierda pinchá en un palo, la mierda pa que se la coman y el palo pa que se quiten las miajillas de los dientes.

¿Qué algunos me consideran dialécticamente muy dura? No lo soy. En absoluto. Mi carga genética, puro gazpachuelo de culturas, me obliga a describir lo que pienso de forma libre, por mor de la Constitución y directa, por mor de mi religión. No olviden que, nuestro Dios no es un Todopoderoso pamplinero y tampoco lo fue aquel chico judío que murió a los treinta y tres años y que, en su día, arrojó a latigazos a los mercaderes del templo ¿Qué por que les arrojó? No se. Supongo que porque estarían vendiendo copias pirata de las Sagradas Escrituras, o porque se hartó y le dio por ahí al ver a los mercachifles. Pero nuestra fe es muy cañera y muy de decir “no me conformo” y yo no me conformo con malvivir y ser infeliz en un Estado Ñoño-Policial lleno de restricciones y prohibiciones donde, la moralina más babosa llega hasta las pasarelas y encima nos presentan sus inútiles melindres como medidas “salvadoras”. Y yo no quiero ser “salvada”.Me niego.Y menos aún cuando no tengo el consuelo de poder acudir a un bar a aspirar oxígeno puro y limpiarme las neuronas y los pulmones de tanto empachoso buenismo moralizador.
 

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