Disfruto vivir entre las cortinas
del verso, asomarme a las ventanas del viento. La vida se ve
de otra manera. Pongo los párpados del corazón abiertos a
los violines de la vida y descifro los andares de las
gentes. Estoy con Machado: caminante no hay camino, se hace
camino al andar. Eso de ir y venir al galope, poblados de
soledades y repoblados de intereses, es muy del género
animalesco y muy del tiempo presente. Yo así lo advierto al
recoger los suspiros del viento. A veces nos jugamos el tipo
a cara o cruz. Otras veces, transitamos por lugares de
iniquidad y perdición. O decimos sí, cuando hay que decir
no. Ya se sabe: el querer lo es todo, es poder. Lo vital es
que uno se pueda asimismo. Sólo hay que tener voluntad para
no perder el paso de la vida. Nos hace falta, como el comer,
alentar el gusto por vivir e irse del mundo vano.
Tiene razón la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga
y el Delito (UNODC) cuando considera que las exitosas
políticas suecas para el control de narcóticos son un modelo
del que otros países podrían aprender mucho. Está dos
tercios por debajo del promedio del resto de Europa. Es
cierto, cada sociedad tiene el problema de drogas, y
cualquier otra amargura, que se merece y en el caso de
Suecia, el compromiso de los últimos treinta años con la
prevención, el cumplimiento de la ley, la reducción de la
demanda y el tratamiento a los adictos, han sentado para
gozo de todos, cátedra de vida.
La experiencia sueca debería despejar las dudas de quienes
no están seguros de la efectividad de las políticas contra
las drogas, o sea de luchar en favor de la vida. No se puede
caer en la indiferencia ante un problema que es social y
abandonar a las víctimas. Este flagelo, con dientes de lobo
y labios de Dulcinea, circula por todos los caminos como
serpiente tentadora. Hay que poner remedio. Que lo tiene. Lo
importante es que el lenguaje del alma nos guíe. Que los
pasos dados dejen de darse en falso. Del pozo se sale con
amor y voluntad. Con frecuencia las adicciones surgen como
un deseo de huida de la realidad, fruto del vacío interior
que convive con nosotros o de la pérdida de orientación en
el camino. Quizás, a las diversas administraciones públicas,
les correspondería replantearse el fracaso de una educación
que no contribuye a la realización plena de la personalidad
humana.
Sobremanera causan tristeza, descubrir esos andares de
jóvenes, casi niños, que necesitan apoyarse en el alcohol,
en sustancias nocivas o en sintéticas para caminar. El caso
sueco nos debiera servir de ejemplo para esta guerra que
también mata a los débiles. Toda la sociedad, pero el mundo
de los políticos en especial, tiene una relevancia muy alta
su implicación en la lucha contra la droga y mucho depende
de su actitud el resultado que se obtenga para frenarla.
La política puede abrir muchos caminos de esperanza, sobre
todo en aquellas personas que han tomado otra senda. Cuando
la voluntad se impone, no hay garganta que la confunda. Para
ello, se precisan caminos educativos y educadores que sean
capaces de obtener la mejor sabiduría, sacar lo mejor de uno
mismo, ser persona.
Al parecer, vamos a tener un vigilante de las andanzas de
nuestros escolares, el Observatorio Estatal de la
Convivencia y la Prevención de Conflictos Escolares,
comenzará a funcionar este mismo curso.
Lo ideal sería que nos creyésemos su utilidad y que
trabajase, en verdad, a pleno rendimiento, codo con codo con
todas las familias necesitadas de consejo. Ser padres no es
fácil en este mundo salvaje. Lo difícil será, como siempre,
prestar ayuda a esos progenitores que caminan hurañamente
separados, en direcciones contrarias, sin mirarse ni a los
ojos. Qué difícil resulta así hacer camino y un camino hacia
sí mismo, pero debemos cuando menos intentarlo.
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