Los que seguimos las huellas de Medjugorje, sabemos que no
es casualidad el que una y otra vez se te presenten
facilidades para peregrinar en una nueva ocasión a esta
aldea.
El 2.006 tenía como gancho ser el veinticinco aniversario de
la aparición de la Virgen María. En aquel lugar, como Ella
nos dice, será la última aparición sobre la Tierra. Aunque
el viaje es sumamente pesado, ¡había que ir!, pues luego, la
estancia en el lugar resulta inolvidable y llena de ejemplos
que nos hacen llevar las cargas sociales y la de la vida en
general, de un modo más resuelto y firme, y con una mayor
fortaleza para afrontar cualquier asunto.
El caso es que conforme pasaban los días en la aldea yo iba
anotando todas las incidencias más llamativas que ocurren en
momentos inesperados. Pero luego, he comprendido lo
interesante que sería mostrar otros aspectos desconocidos de
esta Parroquia, posicionada geográficamente en el justo
lugar necesario para pedir con urgencia paz al mundo. Aldea
católica que fue atosigada por los ateos comunistas desde la
finalización de la II Guerra Mundial, y que pertenece a la
Federación de Bosnia y Herzegovina, donde viven católicos,
musulmanes y ortodoxos. Muy próximo a Mostrar. Es aquí donde
el Cielo ha bajado a la Tierra. Su nombre significa “lugar
entre montañas”.
Es fácil adivinar cual es el objetivo de esta misión divina:
advertir al mundo de los peligros del materialismo y la
indiferencia espiritual. Con lo primero que me encontré fue
con el mensaje dado al mundo: “Hijos míos, tomen en serio
Mis mensajes. Vivan Mis mensajes. Lleven la oración a la
familia. Oren con sus hijos, porque cada vez que lo hacen,
crecen ustedes en Santidad”.
Estas gentes son croatas que llegaron a los Balcanes en su
huída de aquellos feroces bárbaros; los Hunos y se
asimilaron pronto a los diferentes pueblos eslavos que los
acogieron.
En tiempos de los romanos sufrieron gran derramamiento de
sangre, tomados incluso como esclavos de Roma, pero no
dejaron nunca su fidelidad a la Iglesia Católica, haciendo
votos a San Pedro Apóstol para su protección, rezando y
ayunando e invocando a la Santísima Virgen para su
protección. Incluso en la Edad Media iban en peregrinación a
Roma a fin de que el Papa les ayudase, de ahí que se ganaran
su buena fama de cristianos cumplidores. Estas tierras se
poblaron de franciscanos y en momentos de crisis, las
familias croatas les abrían sus puertas para compartir lo
poco que poseían.
Tuvieron que soportar la tiranía turca durante cinco siglos.
Como podían, abrieron escuelas católicas, seminarios y
universidades. Y ellos, los franciscanos, fueron los que
ayudaron a esta parte de Bosnia Herzegovina a mantener viva
la fe católica, salvándolos incluso de grandes tragedias, a
base de grandes sacrificios.
En el año 1.933 decidieron los parroquianos construir una
cruz, la Cruz del Voto, de diez metros de altura, así que
llevaron en camiones al pie del monte Sipovac todo lo
necesario para su ejecución. El material fue transportado a
hombros por hombres y mujeres a una altura de quinientos
treinta y siete metros. Desde entonces el monte se llamó
Krizevac. En su interior colocaron una reliquia verdadera de
Cristo, traída de Roma, y que tanto bien les ha aportado
desde entonces. Aquellos parajes son duros y peligrosos de
transitar, sin embargo, a diario suben muchos peregrinos
orando en diferentes idiomas. Cuando comienza la Segunda
Guerra Mundial, empieza a construirse una iglesia demasiado
grande, que hoy en día se ha quedado demasiado pequeña para
tanta gente como llega de todo el mundo.
Sufrieron un duro comunismo ateo que se ensañó con los
croatas de Herzegovina, por medio de asesinatos, cuyo
objetivo era el exterminio total. Tuvieron que huir mientras
centenares de sacerdotes eran masacrados al finalizar la
guerra. Confiscación y miseria, junto con la supresión de la
doctrina cristiana, fue el resultado de tanto estrago.
“Dios no existe, era el lema del comunismo. Fue seguido del
miedo, silencio y la desconfianza de unos hombres con otros.
En las escuelas se inculcó el odio, se practicó la
intolerancia y el clero fue calumniado, mientras los
creyentes eran obligados a mantenerse, indefensos, en
silencio. Pero a pesar de tantas presiones, nunca
consiguieron verlos doblegados. Si bien, la economía
familiar estaba por los suelos, por lo que los hombres se
iban a trabajar a Alemania como obreros, siempre pensando en
volver a sus raíces, mientras las mujeres debían ocuparse de
los pesados trabajos en el campo, y de los hijos.
En los momentos de dificultad; descalzas, en silencio,
vigiladas por las insidias de los enemigos, ante tanta
adversidad, subían rezando al Krizevac, implorando la
protección de Jesús y de María. Ayunaban los martes en honor
a San Antonio y confiaban sus sufrimientos a los frailes.
Ya por los años cincuenta la vieja campesina Mariciusca
mientras cuidaba sus ovejas, decía que la Virgen se le
aparecía entre las zarzas, como presagio de lo que iba a
acontecer, pero nadie en la aldea tomaba en consideración
sus avisos. No obstante, nunca se olvidó el saludo de la paz
entre los medjugorjanos: “Alabado sea Jesús”, “alabados sean
Jesús y María”.
La iglesia de Santiago Apóstol que se había comenzado antes
de la Guerra, estuvo parada hasta el 1.966, porque las
autoridades rechazaban que se continuase su construcción.
Luego todo el mundo aportó lo que podía: unos dinero de la
emigración en el extranjero, otros su trabajo. Y al fin, se
llenó de peregrinos que llegaban a orar y dar gracias. Pero
los años setenta seguían siendo duros para todos los
lugareños, por las represiones políticas, aunque ellos nunca
perdieron su amor a Dios y sus devociones. Oraban y
trabajaban hasta la fatiga. En sus reuniones familiares se
suspiraba y anhelaba la libertad y la paz. Meditaban y
seguían sufriendo la explotación sin escrúpulos. Meditaban,
mientras existían el abuso y la injusticia. Ayunaban en los
momentos en que sentían mayor desamparo. Nunca
desfallecieron ante las adversidades. Fueron probados en las
privaciones hasta la extenuación.
Por ello, el día en que la Virgen se les aparecía
diciéndoles: “¡Queridos hijos, he elegido vuestra parroquia
de un modo particular…!”, estallaron de alegría. Era una
sensación de inmensa dicha, fruto, sin duda alguna, de haber
superado con éxito tantas pruebas.
Sin embargo, ello no les iba a eximir de estar dispuestos
para ayudar a tantos y tantos peregrinos que iban a ir
llegando para ser amados, comprendidos, sanados,…
convirtiendo sus corazones en plácidas fuentes de amor.
A partir de 1.980, a mediados de Noviembre, Fray Jozo Zovko,
de cuarenta años parecía el elegido de la Virgen María.
Sencillo, puro, contemplativo y carismático, se hacía cargo
de la Parroquia, lo que le enfrentaría a las autoridades
comunistas, porque los jóvenes le seguían en masa. Él
caminaba despacio, sin prisa, algo nostálgico, amante de la
meditación, invitando a sus parroquianos volver a retomar el
ayuno de los viernes. Deseaba que todos sintieran la
presencia Viva de Jesús en la Eucaristía y le gustaba
utilizar las pausas en medio del sermón.
El 24 de Junio de 1.981, sin haber hecho un año de su
estancia en la parroquia, era miércoles y fray Jozo se
encontraba cerca de Zagreb dirigiendo unos ejercicios
espirituales a las monjas franciscanas. Rezaron mucho por su
parroquia enfrentada a los peligros del régimen. Hacía mucho
calor.
Dos amigas: Ivanka, quince años y Mirjana de Sarajevo,
dieciséis, salieron a pasear. Chicas sencillas, modernas,
estudiosas y equilibradas. Subían conversando por el Podbrdo,
cuando Ivanka vio una figura de mujer joven resplandeciente.
Y exclamó: “Mira, ¡La Gospa!”. Pero su amiga no la creyó y
no se detuvieron a mirar. Al bajar, Milka, otra joven, les
pidió que subieran para recoger sus ovejas. Y todas vieron a
una Mujer con un Niño en brazos. Estaban petrificadas ante
la visión. Mientras tanto, otra joven se dirigía hacia el
Podbrdo para encontrarse con las otras amigas. Era Vicka, la
cuarta de ocho hermanos, una chica generosa, simpática y
buena, a la que todos querían mucho. Esa mañana había tenido
una recuperación de Matemáticas.
Observó a lo lejos que sus amigas miraban en silencio a un
punto fijo y pensó que habrían visto a una víbora. Pero al
llegar, Mirjana le dijo: “Mira allá arriba, ¡La Gospa!”.Vicka
se quitó los zapatos, huyó como pudo entre pedruscos,
despavorida de aquel lugar. Con angustia y a punto de
llorar, llegaron dos jóvenes: Iván de veinte años y otro
Iván de dieciséis. Este último, serio, buen estudiante de
magisterio, de padre agricultor, llevaba una bolsa de
manzanas y le ofreció una a Vicka. Ella lloraba, no quería
comer nada y pidió a los muchachos subir de nuevo al monte:
“Mirjana dice que es Nuestra Madre. Quiero subir, pero tengo
miedo ir sola”. Y efectivamente, contemplaron la figura de
aquella misteriosa mujer. Era joven, amable, de vestido gris
plateado y cabellos negro ondulado, bajo un velo blanco. En
su cabeza, doce estrellas, y con un Niño en brazos. Sus pies
posaban en una nube. Todos tenían miedo pero rebosaban de
alegría. Al bajar corriendo de nuevo al pueblo, la hermana
de Milka, Marija, que estudiaba peluquería y su padre
trabajaba en Alemania, al saber la noticia exultó de gozo.
Tímida, callada y prudente creyó de inmediato. Mirjana
también fue a casa. Pretendía decir a su madre que había
visto a la Virgen, pero tuvo que esperar a que ésta
terminara el rezo del rosario en familia. Sin embargo,
decidieron que había visto a un fantasma. Y al día
siguiente, en los campos de tabaco donde ayudaban para las
familias, algunos chicos se reían de ellas. Sin embargo, las
jóvenes llevaban en su corazón la semilla del deseo de
volver al encuentro con La Gospa.
Marinko un vecino, accedió ir con los jóvenes videntes. A
Milka no le dejó su madre, en su lugar iría Marija, su
hermana mayor. Los demás subieron junto a Jacob, primo de
Mirjana. Vicka fue la primera en ver a la Señora e invitó a
todos que corrieran entre espinas, zarzas y piedras
resbaladizas para ver a la Virgen. Corrían como gamos en
busca de presa.
Todos cayeron de rodillas y el pequeño Jacob dijo con total
emoción: “¡Yo veo a La Gospa!”. La Virgen estaba sin el
Niño.
Oraron todos. Luego Ivanka preguntó a la Señora cómo estaba
su mamá, pues había muerto hacía poco. Y la Virgen le
respondió: “Está bien. Tu mamá está bien”. Y le preguntaron
si volvería de nuevo. Ella afirmó con Su cabeza.
Bajaban medio extasiados de felicidad el Podbrdo y de nuevo
vieron a la Virgen: “¡Adiós, mis ángeles!”.
Ivanka lloró mucho con su abuelita pues sentía la necesidad
de su mamá. Todo el pueblo supo que la buena de Pagoda
estaba bien…
Y así en medio de la expectación y el recelo, comenzaban los
jóvenes el contacto con el Misterio.
Se extendía la noticia por todas las aldeas y llegó hasta
Mostar. Todos pensaban que podrían ver a la Madre Santa en
el Podbrdo. El veintiséis de Junio era multitud el gentío en
Medjugorje. Esa tarde tres relámpagos anunciaron Su llegada.
Los chicos volaban hacia Ella con una fuerza incomprensible.
Rezaron los siete Padre Nuestro, Ave María y Gloria, que
tenían por costumbre aquellas gentes, mientras algunos, sin
saberlo, pisaban el Manto de la Virgen. Ella aparecía y
desaparecía.
Gentío, amontonamiento, calor, desmayos, anécdotas. Vicka Le
aspergió agua bendita por indicación de su abuela.
“¿Quién eres?”, le preguntó Mirjana. “Soy la beata Virgen
María”, dijo la Señora, y se establecía un diálogo muy
familiar entre ellos.
“¡Mir, mir, mir! (¡Paz, paz, paz!). ¡Reconciliaos! ¡Entre
Dios y los hombres reine la Paz!”.
Era sábado aquel veintisiete de Junio cuando el párroco fray
Jozo, regresaba de Zagreb. Paró primero en Mostar para
visitar a su madre en el hospital. Una vecina de Medjugorje
que se encontraba allí, le contó cuanto ocurría en la aldea,
pero él pensó que desvariaba.
Mientras, algunos policías secretas de Tito recogían a los
chicos y se los llevaban a Citluk para revisiones médicas,
por si eran drogadictos. Y de ahí, recibían la orden de
enviarlos a Mostar para revisiones psiquiátricas, pero los
chicos corrieron a la calle para que algún coche los llevase
a casa. Así fue, la providencia hacía que un conocido con su
coche, esperaba para llevarlos a la aldea.
El padre Jozo, en la Parroquia, era informado por las monjas
de cuanto ocurría. Pero por razones obvias, quería evitar
cualquier enfrentamiento serio con la policía, por lo que
aconsejó a los peregrinos que regresaran a sus hogares, pues
la Iglesia era reacia y precavida en aceptar como válida
cualquier aparición. Lo único que consiguió fue la
desobediencia de los fieles, que crédulos, seguían subiendo
al monte Crnica. Interrogó concienzudamente a los videntes y
ninguno titubeó en sus afirmaciones. Y las maravillosas
apariciones de la Virgen seguían sucediéndose cada día para
asombro y desconcierto de muchos. El monte se teñía rosáceo,
la luz se hacía más intensa, los olores a rosa, millares de
personas acudían entre zarzas a presenciar los encuentros,
comenzaban a producirse curaciones milagrosas, muchos
musulmanes bosnios acudían con fervor a pedirle protección a
la Madre del Cielo. Por lo que la persecución policial
contra fray Jozo se hacía más intensa.
Los chicos pedían a la Virgen una señal tangible para que
todos la vieran, mas la Virgen sonreía diciendo que todos
habrían de creer con firmeza.
El veintinueve de Junio, lunes, fiesta de San Pedro y San
Pablo, sexto día de las apariciones. Llevaron los policías a
los jóvenes a la fuerza, muy de mañana, para ser examinados
por psiquiatras. La conclusión fue que todas las enfermeras
y doctoras del hospital rodeaban a los chicos para saber más
sobre estos deliciosos encuentros.
Las autoridades comunistas invitaron a los chicos, con
engaños, a dar un paseo por Capljina y a tomar unos
refrescos. A pesar de la disuasión, cuando llegó la hora de
la Aparición, hacia las seis y media de la tarde, una
intensa luz cegó a la conductora en un lugar llamado Cernó.
Se paró, los jóvenes bajaron y de rodillas, rezando,
tuvieron una vez más la visita de la Virgen María. La
situación era imparable. Ni los sobornos, ni las amenazas
podían estorbar el estallido de paz que inundaba sus
corazones con los encuentros celestiales.
La Virgen dijo a los videntes que Ella se aparecería en la
iglesia. Lo pusieron en conocimiento de fray Jozo y él pensó
que sería imposible avisar a todos los feligreses. Los
chicos le comentaron que la Virgen haría que ellos llegaran
espontáneamente.
Mientras tanto, en los colegios ya tenían problemas para
ingresar, pues estaban las niñas siendo definidas como
“brujas” por los milicianos. Pero la iglesia se llenaba de
gente, todos querían saber lo que la Virgen decía.
Emocionados, aceptaban el ayuno, el rezo en familia, la
lectura de la Biblia y entonaban bellos cánticos en honor a
Nuestra Madre.
El padre Jozo, a solas en la iglesia pidió a la Virgen una
señal: “Sal y protege a los chicos”, oyó.
Al salir, vio como los videntes corrían hacia él bañados en
lágrimas. “¡La milicia nos persigue, escóndenos!...” Y así
hizo. Pero ello le iba a causar graves problemas.
El obispo de Mostar se alegró de las apariciones y pidió que
lo encomendaran a la Virgen. Sin embargo la cárcel ya estaba
en la mente de los milicianos.
A mediados de Julio la Virgen encargó a Jacob ir a la
iglesia para darles un aviso. El padre Jozo lo levantó
descalzo sobre el altar. Y el niño dijo: “La Virgen ha
dicho: Recen el Rosario. Récenlo juntos”.
La gente lloraba, al tiempo que sacaba el rosario de sus
bolsillos y todos comenzaban a rezar. Poco después, una
noche, apareció sobre el monte Krizevac la palabra MIR
(PAZ), que fue vista por centenares de aldeanos.
Una puede imaginar las bondades de aquellos fieles en estos
primeros días. Los que llegaban, tenían agua y frutos del
campo. ¡Lo compartían todo!.
Nuestra Señora prometió darles a cada uno individualmente
hasta diez secretos, y conforme los tuvieran, dejarían de
verla. Algunos ya los completaron y no la ven. Pero lo
fundamental es que Ella desea que toda la humanidad le ayude
a través de sacrificios y oraciones, a salvar a este mundo
maltrecho. Se han creado grupos de oración por todo el orbe
y el milagro de la conversión del corazón se está
produciendo.
Arrestaron por fin al padre Jozo. La Virgen les comunicó a
los sacerdotes y fieles: “…De fray Jozo no os preocupéis,
porque lo protejo yo”.
La noticia de su encarcelamiento fue difundida por toda
Europa. Fray Tomislav sustituyó al párroco. Pedagogo,
carismático, de carácter cauto, gran expresividad espiritual
y gran autoridad. Infundía valor a todos. Mientras, las
autoridades comunistas, de pueblo en pueblo, reunían a las
gentes en asamblea y les instaban a no ir a Medjugorje, bajo
riesgo de cárcel.
A Mirjana se la llevó su padre a Sarajevo unos días. Ivanka
regresó a Mostar. Un policía de Sarajevo que vio a Mirjana
en éxtasis durante una aparición, aseguró que nunca más la
perseguiría.
A finales de Agosto la Virgen les afirmaba: “Yo soy la Reina
de la Paz”. Y les pedía consagrar su vida a Dios. Les pedía
el ayuno a “pan y agua”. Y para honrar a la Virgen, fray
Stanko creaba un precioso himno a la Madre Nuestra.
La Virgen hacía que la celda del padre Jozo permaneciera
encendida toda la noche sin ninguna lamparilla, y por las
mañanas, los carceleros encontraban milagrosamente la celda
abierta de par en par. El obispo Zanic escribía con entereza
y muy valiente, una carta de protesta al Presidente Sergej
pidiendo la inmediata liberación de fray Jozo.
Al comenzar el nuevo curso, los videntes tenían dificultades
en sus respectivos centros, tanto por parte de los alumnos
como por los profesores, pero la Virgen los alentaba
diciéndoles: “Aceptadlos en señal de penitencia”. Y la
intrépida Vicka pasaba muchas horas atendiendo a los
peregrinos, hablándoles sobre las recomendaciones de la
Santa Madre.
El padre Jozo apareció en el hospital de Mostar faltándole
algunos dientes y con las mejillas hinchadas. Lo habían
amenazado de muerte. Le iban a pasar un cuchillo por su
garganta. Pero llegaron más de veinte mil cartas al
Presidente yugoslavo para que liberase al párroco.
Un día la Virgen se les apareció a Vicka y a Jacob y los
invitó a visitar el Paraíso. Después los llevó al Purgatorio
y por último, al umbral del infierno, donde Vicka vio gran
fuego, diablos empujando a personas horribles como
monstruos.
Lo que más llamaba la atención entre los peregrinos, era la
cantidad de jóvenes que acudían a la cita de su Madre
Celestial y la cantidad de conversiones, carismas y
compromisos que se suscitaban entre ellos. Esa Navidad, el
obispo Zanic cambió por entero de actitud: ahora se volvía
completamente en contra de las apariciones.
La Virgen les advertía tres días antes de la Navidad: “Estad
alerta, mis hijos. Preparaos para los días difíciles.
Llegarán a este lugar diferentes clases de personas”.
El día de Navidad, Ella radiante vestida de oro, daba el
siguiente mensaje: “Amaos unos a otros, hijos míos. Sed como
hermanos y hermanas. No discutáis entre vosotros”. La
felicidad de la aldea llegaba a su grado sumo. Un
franciscano muy carismático, fray Slavko, que mucho ha dado
a la Virgen en Medjugorje, llegaba el 9 de Enero de 1.982 a
la parroquia para saludar a su amigo fray Tomislav. Encontró
la siguiente nota: “La policía ha venido a por mí. No sé
cuando volveré. Prepara la misa”… Su mérito fue abrirse por
entero a la Virgen María. “Si Ella se apareció en Lourdes o
Fátima, ¿por qué no aquí?”, se dijo. Y hasta la muerte (24-XI-2000)
dio su vida por la parroquia.
A la petición de los chicos que Nuestra Madre dejara una
señal, Ella les contestó que sí lo haría a su debido tiempo.
Desde entonces, la aparición tuvo lugar cada día en la
sacristía de la iglesia.
Después de once meses de apariciones, transmitía: “He
llegado aquí para llamar al mundo a la conversión por última
vez. Luego no apareceré más en la tierra”.
Vicka sufría muchos dolores de cabeza y quedaba en coma,
pero durante la aparición, despertaba, la Virgen les seguía
avisando que tuviesen cuidado con las traiciones.
La pequeña Jelena, una niña de nueve años muy devota,
comenzó a tener locuciones interiores y dones especiales
para formar futuros grupos de oración. Comenzaban a
publicarse libros sobre cuanto ocurría en Medjugorje. Y los
chicos se hacían más callados, más serios.
Por fin, a mediados de Febrero de 1.983, el padre Jozo salía
de la cárcel. Los franciscanos lo enviaron a Siroki Brijeg,
para evitarle dificultades. Y allí sigue.
Muchos milagros de sanaciones interiores y físicas estaban
teniendo lugar. El Santo Padre Juan Pablo II seguía con
interés y pedía que se cuidase la espiritualidad universal
que surgía desde esta aldea.
Fray Slavko era ya el alma de la parroquia; mientras la
vida, con sus dificultades de cada día iba transcurriendo.
Escuelas de María, casas para acoger drogadictos fundadas
por Sor Elvira, conferencias por todo el mundo, fundaciones
religiosas y nuevas vocaciones, eran el resultado de los
planes de Nuestra Señora. Sin embargo, el 25 de Junio de
1.991, ante más de ciento cincuenta mil personas allí
congregadas, llegó la noticia de haber estallado la guerra.
La armada yugoslava, una de las más poderosas de Europa,
bombardeaba la capital de Eslovenia (Ljubljana). Se
ensañaron contra Croacia, queriendo borrar sobre la faz de
la tierra a todas las iglesias católicas. Aunque todo
parecía tambalearse ante tantas bombas como caían, no
dejaban de recibir ayuda humanitaria y la advertencia del
padre Jozo: “…Aquí termina la Gran Guerra contra el
comunismo. Aquí se está realizando la profecía de Fátima
sobre la conversión de Rusia y el fin del mundo ateo que nos
tenía prisioneros…” Lo demás sobre Medjugorje podemos
saberlo por la prensa…
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