El mercado medieval toca ya a su
fin tras cuatro días de intensa actividad en el patio de
armas de las Murallas Reales. Este marco incomparable que
data de la misma época de la que hace escenario ha permitido
a los ceutíes un viaje en el tiempo que de otro modo hubiera
sido imposible.
A pesar de lo interesante y atractivo de la propuesta, no
hay que pasar por alto la oportunidad que supone esta
iniciativa para todos aquellos comerciantes ambulantes que
recorren las ciudades españolas vendiendo sus productos
hechos a mano. Una oportunidad que no siempre es aprovechada
por aquellos cuyo trabajo se enmarca en esta época y en la
que se cuelan algunos que bien podrían pasar desapercibidos
en unas fiestas patronales.
Sea el caso de las papas asadas y los puestos de kebabs y
venta de productos propios de cualquier herboristería. Tal
vez sea porque se trata de productos de consumo habitual
pero el hecho es que uno busca a veces un poco más de
originalidad, una propuesta rompedora que no se pueda ver en
otro ambiente que no sea el de un mercado medieval.
El aspecto del patio y sus inquilinos temporales tampoco
puede pasar desapercibido. La gran mayoría van ataviados
cual comerciante o mesonero de la época, igual sucede con
juglares y bufones, pero sería de agradecer un poco más de
teatralidad a la hora de atender a los clientes como si
todos fuéramos protagonistas de una verdadera obra de
teatro.
A pesar de estas pegas, de poca importancia, lo que es
cierto es que poco a poco se ha ido consolidando en la
ciudad una propuesta de ocio capaz de enganchar a grandes y
pequeños por igual y convertir así a las Murallas Reales en
el auténtico centro comercial de Ceuta aunque sea de otra
época.
Gracias a ello, todos diremos adiós al mercado medieval
pensando que queda un día menos para la próxima edición.
|