Cuando el Gobierno decidió darle
la boleta a Jerónimo Nieto, delegado del Gobierno, y
sonaba Herminio Trigo como sustituto, escribí
que al abulense se lo había merendado Antonia
María Palomo. Y hasta me atreví a decir que ésta
gozaba en Ferraz de más influencias de lo que aquí pensaban.
En suma: que Antonia María era una mujer de peso en Madrid.
La verdad es que Jerónimo Nieto vino a Ceuta sin desearlo. Y
ello se notaba mucho en su forma de comportarse. Estaba a
disgusto y no transmitía la menor sensación de haberse
adaptado a la ciudad. Distante y desconfiado, tal vez por
dejar bien patente que él no se parecía en nada a Luis
Vicente Moro, vivió entre cuatro aduladores que le
contaron lo peligroso que era darle bola a ciertas personas
de la ciudad. Y, desde luego, lo aleccionaron acerca de cómo
estaba vista en la ciudad su compañera de partido. O sea, la
señora Palomo. Y, desde luego, lo hacían con las peores
intenciones.
Ni que decir tiene que los consejeros de Nieto, en vez de
ayudarle a que mirara con buenos ojos la ciudad y pudiera
quitarse de encima el disgusto de vivirla contra su
voluntad, le contaban lo peor y eso se reflejaba en el
carácter de un hombre a quien se le vía deambular por los
sitios con una mueca permanente de hastío. Lo mejor para él
fue que lo relevaran y se fuera a su tierra. Por lo tanto,
me imagino que todavía debe estar agradecido a Antonia María
por haberle ayudado a cumplir su deseo.
Luego, cuando en vez de Herminio Trigo (de quien dijeron que
se quedó sin el cargo por haber hablado a destiempo) el
Gobierno nombró a Jenaro García Arreciado, traté
nuevamente de comprobar el estado de ánimo de la secretaria
general, al destacar el detalle que el nuevo delegado había
tenido con Juan Vivas, el día de la toma de posesión.
E incluso me permití decirle a la señora Palomo que aquello
parecía un gesto destinado a ella para que supiera que no
estaba en condiciones de arrogarse más facultades que las
precisas.
Pues bien, confieso que me equivoqué. Porque la señora
Palomo, amén de haber celebrado la despedida de Jerónimo
Nieto con indisimulada alegría, consiguió colocar personas
afines a sus ideas junto al político onubense. Así que la
jugada le salió redonda.
No obstante, alguien muy cercano a la secretaria general de
los socialistas de Ceuta, me dijo que ésta había encajado
mal mis opiniones. Y que estaba convencida de que yo quería
buscarle las cosquillas. A lo que respondí que nunca fue esa
mi intención. Aunque es bien cierto que tampoco le presté la
debida cuenta a lo oído. Pues mis relaciones con Antonia
María habían sido excelentes y siempre procuré ayudarla.
Eso sí: jamás le he vendido que esté en una magnífica
posición para ganar las elecciones autonómicas. Y nunca le
he ocultado que Juan Vivas volverá a ser presidente de la
Ciudad por una mayoría apabullante. Y es que no se debe
engañar a nadie y mucho menos a las personas que se
aprecian. Sin embargo, es cierto que Antonia María anda
mosqueada conmigo. Y lo pude comprobar no ha mucho tiempo
cuando al verla en el hotel La Muralla me acerqué a ella
para saludarla, algo que ha sido habitual entre nosotros. Y
la buena señora aceptó mi saludo como si en aquel momento
estuviera necesitada de ese producto que anuncia José
Coronado.
Y me sorprendió muchísimo, la verdad sea dicha, que Antonia
María, tan dada a celebrarme cuando nos veíamos, se
comportara entonces con una frialdad de pescado recién
llegado a la lonja. Menos mal que a mí esos cortes me llegan
hasta donde yo quiero. Pero que sepa Antonia María Palomo
que tiene un cero en conducta. A mejorar, señora.
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