Vistos los enfrentamientos
dialécticos entre Mohamed Ali (UDCE)), José Luis Morales y
Francisco A. González (PP), todo ello por mor de la
redacción de los nuevos Estatutos de Autonomía, llegamos a
la conclusión que poco o nada van a conseguir unos y otros
con estas disputas cuando en realidad de lo que se trata es
de llegar a la regulación de nuestra vida política con la
redacción de unos Estatutos que cumplan los fines de
auto-gobierno que podamos tener (sin pasarnos, tampoco)
plasmados en la norma al efecto.
A los espectadores de estos enfrentamientos (entiéndase
ciudadanos de a pié), que ya se pasan de lo meramente
estatutario, no nos satisface nada que por parte del
Diputado Francisco A. González se tache a Mohamed Alí
(Consejero de la Ciudad Autónoma), después de que José L.
Morales, Consejero de Presidencia, le acusara “de querer la
marroquinización de Ceuta”, “de no tener interés, de
promover otros intereses que aun no nos ha contado o bien
porque no tiene un criterio claro con respecto a lo que
quiere para Ceuta en lo referente al título VIII de la
Constitución”. Ni tampoco los del líder de UCDE, tachando al
Diputado por Ceuta de “tan cobarde que se escuda en su
condición de aforado para decir cuantas chorradas se le
vienen a la boca cada vez que se topa con un micrófono”.
Es lógico, hasta cierto punto, que Mohamed Alí defienda
incluir referencias en el Estatuto sobre el idioma árabe,
que promueva su uso, su difusión y su enseñanza,
principalmente esto último, porque dado el alto grado de
desconocimiento existente con relación al citado idioma por
parte de la población de origen musulmán, de poco o no nada
le valdría contar con una norma que rija los destinos de la
Ciudad Autónoma si luego no van a saber traducir lo escrito.
Es más, ya lo decíamos en otra ocasión, nos gustaría saber
cual de los idiomas de origen árabe (el vulgar, el tamarzitg,
el cherja, el bereber, el clásico, el dialectal, etc.)
habría que oficializar en Ceuta. Sí es cierto, y fácilmente
comprobable, que el veinticinco o el treinta por ciento de
la población ceutí utiliza oralmente la lengua árabe vulgar
o marroquí con la mezcla de otros dialectos, pero no es
menos cierto que se desconoce su gramática. Por poner otro
ejemplo, digamos que más del cincuenta por ciento de los
ciudadanos marroquíes hablan francés y, una parte importante
de nacionales del país (se calcula que unos 320.000), hablan
español y no por eso ni los de habla francesa ni los de
español en su territorio han solicitado, que se sepa, la
inclusión de estos idiomas en la Constitución Marroquí. Algo
parecido ocurre en el Líbano, donde más del 50 % de la
población utiliza cotidianamente el francés, pero el idioma
oficial, a todos los efectos, es el árabe.
Para terminar nos inclinamos a pensar si no sería mejor que
los citados políticos, haciendo uso de esta condición,
dedicaran sus esfuerzos en lograr un consenso con referencia
a la redacción de los nuevos Estatutos de la Ciudad de Ceuta
o atenerse a las reglas democráticas que imperan en nuestro
país aceptando lo que acuerde la mayoría de quienes, para la
representación y defensa de sus derechos, han sido elegidos
por los ciudadanos en votación libre y secreta, evitando la
sensación que se esta dando de que “somos pocos pero mal
avenidos”.
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