Ceuta está pidiendo a gritos una
solución estructural a sus no pocos problemas que, como
consecuencia de la competitividad, la tienen a remolque en
sectores bien definidos y que conforman los ejes claros de
prosperidad social.
La economía no se desarrolla como previsiblemente se suponía
ante la llamada de una zona ‘euro’ especialmente agraciada
desde el punto de vista fiscal. Las inversiones exteriores,
basadas en la industria o en cualquier otro sector, llegan a
cuentagotas y las que lo hacen deben soportar una
‘amargante’ aptitud burocrática basada en una más que lenta
gestión en los actos administrativos. Entre tanto, sólo los
planes de empleo o economía subvencionada y nada productiva,
mal subsisten para generar poco más del doce por ciento del
total de los parados de una ciudad como Ceuta con más de
7.000 ciudadanos demandantes de empleo.
Entre tanto, la juventud ceutí se convierte por mor del
llamado desarraigo, ya histórico, en un activo emigrante a
otras regiones desde la mismísima etapa universitaria.
Nuestros jóvenes más preparados no regresan y son más de
2.000, según datos de estamentos juveniles, los ceutíes que
actualmente cursan en el exterior estudios universitarios.
La petición de un campus universitario para Ceuta es
histórica y sigue siendo una demanda institucional desde la
propia Ciudad Autónoma en un intento por frenar tal
desarraigo y atraer, por proximidad geográfica, hasta el
ansiado campus a una potencial población joven en edad
universitaria.
La dependencia de una institución universitaria como Granada
que, a la vez depende de la Junta de Andalucía parece ser un
serio escollo. Otro es el Estado que cuestiona la idoneidad
o no de un campus en Ceuta en función del éxito que pueda
obtener en la relación ‘objetivos-coste’. Claro que también
puede considerarse la opción privada.
Sea como fuere, es responsabilidad de las administraciones
solucionar la ‘estampida’ de jóvenes ceutíes si es que se
tiene a bien frenarla, o no.
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