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OPINIÓN - MARTES, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El Patio de Armas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me levanto cada mañana pensando que la vida en Ceuta es un milagro. Y cuando se me pregunta al respecto, suelo decir siempre que esta ciudad goza de la protección de todos los dioses.

De no ser así, resultaría imposible, al menos para mí, que cuatro culturas distintas vivan en tan corto espacio y la convivencia entre sus componentes, algo tan complicado, se mantenga en un estado que bien podría catalogarse de muy bueno.

Y es así, porque, por encima de todo, prima la tolerancia. Ya sé que practicarla exige una dosis grande de buena voluntad. De lo contrario, seguro que soportarse no sería posible entre ciudadanos de distintas religiones y costumbres.

La tolerancia en Ceuta, insisto, no tiene precedentes. Claro que hay rifirrafes y a veces parece que las aguas de la ira se van a desbordar y todos quedaremos a merced de la corriente. Y puede que hasta alguien me quiera recordar que ya en la Andalucía árabe se conllevaban tres religiones.

Pues no: ya que aquello terminó como el rosario de la aurora. Fue un desastre. Y si no lean España Tres Milenios de Historia, escrito por Antonio Domínguez Ortiz, un sabio andaluz. Libro que recomendé en su día a una gran librera de Ceuta. A fin de que alguien tuviera la suerte de poseerlo como la había tenido yo. Y me hizo caso, aunque creo que sólo recibió dos o tres ejemplares.

Por lo tanto, no me ha extrañado que el presidente de la ciudad, en su discurso correspondiente al Día de la Autonomía, haya hecho hincapié en que la convivencia, vivir con otros, ha de estar regida por la tolerancia. Es decir, la que nos permite no saltar como un energúmeno en cuanto nos fastidia el comportamiento o las tradiciones de los distintos. Y, por qué no decirlo, las opiniones y actitudes de los propios. Por descabelladas que éstas sean.

No han sido estas, ni por asomo, las palabras de Juan Vivas; pero yo me he tomado la libertad de desarrollar lo que él dijo textualmente: “Convivencia y tolerancia son los pilares básicos de la ciudad”.

Pues bien, presidente, permítame decirle que está usted en lo cierto. Que esta ciudad, y gracias a esos cimientos, basados en aguantar lo que nos desagrada de los otros y a éstos de nosotros y así sucesivamente, hacen que Ceuta sea un ejemplo constante de superación y, sobre todo, de ciudad hospitalaria. Y aún más: produce en quienes la visitan el sentir de que están ante un hecho que no ocurre en ninguna otra parte del mundo. Redoblo el tambor: un milagro. Una situación privilegiada que habrá de cuidarse como oro en paño.

Por lo demás, presidente, aprovecho para decirle que vi los actos del día de la Ciudad, por la televisión, como no podía ser de otra manera, y que me sigue impresionando el Patio de Armas. Es un marco esplendoroso, que en una noche de verano menguante, se llenó de lágrimas. De esas lágrimas que a ciertas edades son verdades como puños.

Ay, yo que llevo en la ciudad más de 24 años no entendía por qué razón nunca he pasado de decirle adiós a José Solera Barco. Y por qué no me había preocupado de conocer su historial, para solicitarle una entrevista. De todo ello me acordaba cuando don José leía emocionado la cumplida respuesta a su galardón. Cuando llegaron las inevitables y necesarias lágrimas, de quien me parece que no ha cesado de llorar por Carmen, su mujer, me acordé de ella. Carmen, por si no lo sabía el señor Solera, era lectora de mi columna y en cuanto me veía, con ese sigiloso estar y esa finura tan suya, me alegraba la vida con sus ponderados comentarios. Sé que llego tarde; pero me someto a la voluntad de un hombre que ha dejado una honda huella en el Patio de Armas de las Murallas Reales.
 

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