PORTADA DE HOY
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SOCIEDAD - LUNES, 4
DE SEPTIEMBRE DE 2006 |
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Vista del puerto de Tánger. REDUAN. |
marruecos / inmigración
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Las redes de inmigración
ilegales proporcionan una
vida nueva por 4.000 euros |
Decenas
de mujeres marroquíes llegan a Europa con la
documentación de residentes
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CEUTA
Verónica Fernández
veronicafernandez@elpueblodeceuta.com |
La imaginación no tiene límites y las redes de inmigración
ilegales van siempre un paso por delante de las autoridades
que tratan de frenar la masiva entrada de ciudadanos
extracomunitarios que no disponen de los permisos necesarios
para acceder al territorio europeo.
En Marruecos, la redes de inmigración clandestinas
introducen a las mujeres en Europa sirviéndose de
documentación de curso legal pertenecientes a otras mujeres
de esta misma nacionalidad que disponen de un permiso de
residencia en algún país de la Unión.
Según se puede comprobar en el artículo publicado en el
diario electrónico marroquí bladi.net, decenas de mujeres
procedentes de Casablanca y Tánger, principalmente, intentan
cruzar casi a diario a la Península a través del puerto de
Tánger utilizando la documentación de amigas, conocidas o,
simplemente, de otras mujeres que ahora residen en algún
país de la Unión Europea.
El precio oscila entre los 40.000 y los 80.000 dirhams
(4.000 a 8.000 euros) y las puertas de un mundo mejor
estarán al alcance de sus manos. La operación puede o no
tener éxito pero lo que es cierto es que las redes de
inmigración, como siempre, habrán salido ganando.
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Francia e Italia, los principales destinos
El puerto de Tánger es el punto de
partida para las mujeres de la zona que quieren llegar al
continente europeo en busca de una vida mejor que la que
dejan atrás.
Una vez reunido el dinero que pagarán a las mafias o a sus
contactos en Europa, las mujeres dispondrán de pasaporte,
certificado de residencia e incluso tarjeta sanitaria a
nombre de una auténtica residente en la Unión Europea, casi
siempre en Italia o Francia, principal destino de los
marroquíes por cuestiones de idioma.
Consigan su objetivo o no, las mujeres que prestan su
identidad cobran igualmente este servicio. Por ello muchas
se ofrecen voluntarias a ejercer una práctica que puede
llevarlas ante los tribunales: “siempre podemos decir que
nos lo han robado”, afirman.
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