Llegada una determinada edad, los seres humanos tenemos
tendencia a emparejarnos y formar una familia, núcleo sobre
el que se asienta la sociedad independientemente de la
cultura a la que uno pertenezca. Esta edad varía en función
de muchos factores tales como la cultura, la economía, los
estudios o, incluso, la religión. Es de sobra sabido que
muchas tribus y sociedades menos evolucionadas de regiones
de África, Asia y Sudamérica tienen por costumbre celebrar
los matrimonios en cuanto los contrayentes alcanzan la
pubertad o, incluso, aún en la infancia. Sin embargo, esta
práctica es del todo impensable en una sociedad como la
nuestra.
En eso que se ha dado en llamar primer mundo, los jóvenes
alargan su juventud hasta los treinta años con el
consiguiente retraso en todas las facetas de la vida:
emancipación, matrimonio y paternidad. Así, si en 1975 los
españoles se casaban a los 27 años y ellas a los 24, hoy en
día esas cifras han variado tanto que ahora los varones se
casan pasados los 33 y las mujeres una vez cumplida la
treintena.
En la mayoría de los casos, el factor decisivo es la
economía ya que pocos son los que optan por seguir viviendo
con sus padres teniendo un trabajo y un sueldo estables que
le permitirían vivir por su cuenta. Este retraso provoca no
sólo que el salto generacional entre padres e hijos sea
mayor sino que, además, las mujeres sufran mayores riesgos a
la hora de dar a luz a sus primogénitos. En Ceuta la
realidad no es muy distinta aunque las mujeres aquí se casan
con 28 años, lo que las convierte en las más precoces junto
a las de Almería, Córdoba, Jaén y Melilla.
Como consecuencia de esta nueva tendencia, la creación de
los nuevos núcleos familiares también se ha retrasado desde
los 28 del año 1975 hasta los casi 31 del año 2004. Una
media que en Ceuta no ha experimentado una variación tan
grande ya que se ha pasado de los 28 años a los 29 años y
medio.
Otra forma de concebir la maternidad que ha cambiado con el
paso de los años se refiere a las madres solteras, en el año
1975 tan sólo 2 de cada 100 niños nacidos en España era hijo
de una mujer que no estaba casada. Hoy en día ha
desaparecido la estigmatización que recaía sobre estas
mujeres y es uno de cada cuatro niños nacidos el que lo hace
en el seno de una familia monoparental con la mujer como
único motor.
En Ceuta el cambio ha sido de apenas 2 niños de cada 100 a
21.
Sin embargo, la cifra negativa se refiere al número de hijos
por mujer. Uno de los principales problemas de las
sociedades avanzadas es la falta de niños ya que en muchos
países europeos la tasa de natalidad se sitúa por debajo de
los 2 hijos por mujer.
Concretamente en España, en 2005, la cifra era de 1,34 hijos
una cifra preocupante si se tiene en cuenta que en Asturias
ni siquiera se llega a 1. En el otro extremo, Ceuta y
Melilla suben la media con casi 2,5 hijos por mujer.
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El trabajo, la mayor preocupación
El trabajo es la principal
preocupación de los jóvenes ceutíes que en un 64% ven en la
precariedad laboral el único obstáculo para lograr la
emancipación. Un 54,4% de los jóvenes mayores de 25 años
cambiaría su lugar de residencia por motivos laborales algo
que no gusta tanto a los más jóvenes: tan sólo un 31,5% de
los menores de 20 años dejaría Ceuta por trabajo y un 24,4%
no abandonaría la Ciudad Autónoma bajo ningún concepto. El
rechazo a residir fuera de España aumenta hasta el 54,8%
frente a la media nacional que se sitúa en el 39,7%.
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