Y el primer síntoma es el cambio
de la hora el fin de semana pasado, porque, en este otoño
primaveral que disfrutamos los meridionales, nada hace
prever nieves ni ventiscas, aunque nos consta que, el
invierno, terminará llegando bajo el agujero de la capa de
ozono, pero cuanto más tarde aparezca mejor. Además estamos
demasiado ocupados determinando si sufrimos los síntomas que
lleva aparejado el cambio horario como para tener que
preocuparnos “encima” por la incidencia de las bajas
temperaturas, los temporales de levante y el aterirnos en el
interior de nuestras casas que, si no están recién
construidas no tienen calefacción central con gas ciudad
como las modernas.
¿Que preguntan? ¿Qué si yo me encuentro desmotivada,
deprimida o cansada por las menos horas de sol? La verdad es
que no me entero, porque hace muy buen tiempo y porque yo
soy una persona muy agradecida hacia el Universo. De hecho,
el encontrarme delante de la pantalla mágica de mi ordenador
en manga corta y no con el abrigo puesto que es como escribo
en épocas frías porque, mi estufilla ni caldea el ambiente,
el no estar tiritando ya me parece una suerte y un raro
privilegio y doy gracias por ello al buen Dios.
Eso si, mi tratamiento antidepresivo y para evitar las
crisis de ansiedad a base de Dobupal 150 me tiene disgustada
y decepcionada ¡no se pueden pagar sesenta euros por unas
pastillas y no experimentar ningún tipo de euforia
desinhibidora! El medicamento no está mal, porque controla
la ansiedad y algo la tristeza inherente al estado depresivo
exógeno, es decir no es “exactamente” un timo, pero, por
sesenta euros podría ofrecer algo más que un paliativo que,
encima, no atenúa el estado de fatiga ni da euforia ni nada
y menos aún desinhibe. ¿Qué si me encuentro inhibida? Pues
como todos los occidentales, algo inhibida, coartada y
agredida por la prepotencia de las minorías, aunque nada que
no arregle una buena solución a lo Irwin Stelzer, el
economista e ideólogo neoconservador cuyas opiniones son un
bálsamo para los puteados espíritus de la gente normal que
tan solo aspira a vivir en paz, trabajar, currarse una
pequeña calidad de vida y que nos dejen crecer y ser
felices.
Y que no nos agoten de antemano con los pistoletazos de
salida de unas municipales que, con el invierno de por
medio, aparecen lejanas en un horizonte lleno de
incertidumbre donde, según las encuestas, el problema que
más preocupa a la población es la inmigración y más aún
cuando se tengan que abrir las fronteras a rumanos y
búlgaros por su entrada en la UE y se produzca la previsible
avalancha,.
Porque, los ciudadanos del Este adoran España y el sur. Por
el idioma , que aprenden en nada y menos, por el clima, por
lo buena gente que somos los españoles, tan similares a
ellos por presentar idénticas raíces cristianas y porque les
pasa como a los polacos, que vienen y se confunden con el
paisaje y el paisanaje. ¡Más buenas personas son los polacos
y más laboriosos y trabajadores! De Polonia nos llega lo
mejorcito y todos suelen traer sus títulos laborales o
universitarios bajo el brazo, sus antecedentes negativos de
antecedentes penales y un afán por integrarse y disfrutar de
España que les hace ser bienvenidos. ¿Qué dicen? ¿Qué hay
gente del Este muy peligrosa que asalta chalets? Si, cuando
la inmigración es mayoritaria si, entre cien vienen ochenta
buenos y veinte fatales, esos veinte se hacen notar mucho,
al menos hasta que cambien las leyes, como ha cambiado la
hora y cambian las estaciones.
Disgustada estoy, hablando de este tema, con el nombramiento
de Juan Fernando Lopez Aguilar, el guapetón Ministro de
Justicia como candidato a la presidencia del Cabildo Insular
de Canarias, en primer lugar porque es un cargo para
quemarse y en segundo porque aún no ha hecho los deberes
aparejados a su cargo y que, la ciudadanía demanda. ¿Un
ejemplo? Comenzar a suscribir convenios con los diferentes
países cuyos ciudadanos hayan delinquido y se encuentren
cumpliendo sus condenas en España, para que cumplan las
penas en sus países de origen, aunque hubiera de pagarse su
manutención por parte de las autoridades españolas. Despejar
las cárceles de extranjeros acabaría con el problema de la
masificación y la amenaza de que, pagarán por sus delitos en
sus países, haría cambiar la idea de muchos criminales
acerca de que, España, es un Eldorado para la delincuencia.
Nuestro país puede tener leyes garantistas que hace que, los
criminales foráneos no tenga miedo ni de policías ni de
jueces, pero, en el momento en que fueran pasaportados a la
tierra de ellos de una patada jurídica e internacional en
los cojones, la cosa se pondría mucho más dura e
infinitamente menos apetecible. Pero, por favor, que no
negocie Moratinos, que miren lo que ha pasado con los
senegaleses, después de haberles regalado millones de euros
por las repatriaciones, que nos han tomado el pelo y se han
burlado de nosotros. Que negocien la Vicepresidenta o el de
Justicia que son más capaces y están más capacitados. Iba
una vez un tipo en un avión y le dice a su compañero de
asiento “Oiga ¿Quiere que le cuente un chiste de Moratinos?”
El del asiento pone mala cara “Yo soy Moratinos” y el otro
va y le dice “Pues no se preocupe, primero le cuento el
chiste de Moratinos y después se lo explico”.
Viene el invierno y, los temas achicharrantes parecen tener
mala solución y eso desmotiva al personal más que el cambio
horario. Quince mil bolivianos ilegales han entrado por
Barajas y es imperioso el visado porque, las nuevas bolsas
de pobreza ya son realidad en unas ciudades donde, la
especulación inmobiliaria dispara los alquileres por el
nuevo mercado de inmigrantes, capaces de pagar mil euros por
un piso cochambroso de tres dormitorios, meter literas y
colchonetas y alquilarlo por camas y camastros a veinte
personas. Lógicamente nuestros JASP, jóvenes pero
sobradamente preparados, no podrán acceder a una vivienda,
no diré digna, sino normal, si encontrar treinta metros en
ciudad supone al menos la mitad de su sueldo.
Y en treinta metros es difícil la política de pisos
compartidos, por muy climatizados que estén los agujeros a
los que puedan aspirar, es decir, helados en invierno y
agobiantes en verano. Oigan, me encantaría conocer la
política que prevé el Gobierno acerca de la feroz
especulación inmobiliaria que afecta y amarga a la gente
normal, pero claro, están demasiado ocupados en uno y otro
bando echándose en cara las recalificaciones urbanísticas y
los pelotazos inmobiliarios de los ayuntamientos como para
preocuparse de los sentires y los pesares del pueblo llano.
Llano que será soberano en unos meses, porque acudiremos a
las urnas, algunos, pasado el invierno y lo haremos cargando
con nuestros problemas y pensando que no han sabido o no han
querido resolverlos, por incapacidad, por pasotismo o por
una fatal y bestial desconexión con las preocupaciones y los
agobios reales de los votantes. ¿La cita? Tras el invierno
que viene.
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