Actualmente se reconoce que el movimiento activo del niño
-cuya iniciativa asume él y que él mismo ejecuta- posee un
papel preponderante en el conocimiento del propio cuerpo, en
la autoconciencia, en la percepción de su propia eficiencia,
en el aprendizaje, en el reconocimiento espacio temporal del
entorno general.
Aproximadamente sobre os seis años, los niños toma
conciencia de sí mismo, de su cuerpo y su adaptación al
ambiente, del mundo que lo rodea.
En general, va adquiriendo el dominio de una serie de
habilidades que van a configurar su madurez global, tanto
intelectual como afectiva, por lo que es indispensable
considerar la profunda relación de todos los aspectos que
configuran la globalidad del niño, su integridad.
El niño descubre el mundo de los objetos mediante el
movimiento, pero el descubrimiento de los objetos tan sólo
será válido cuando sea capaz de coger y dejar con voluntad,
cuando haya adquirido el concepto de distancia entre él y el
objeto manipulado y cuando este objeto ya no forme parte de
su actividad corporal, por lo que de objeto acción pasa a
ser objeto experimentación.
A todo esto hay que sumar la importancia de del desarrollo
socio afectivo. Ana Mur, técnico responsable de la
actividad, asegura que cuando los niños llegan por primera
vez a las clases no quieren relacionarse más que con sus
amigos, por lo que se les estimula a que compartan horas de
juegos con el resto del grupo, separandoles progresivamente
de sus amigos.
La sicomotricidad es una resultante compleja que implica no
solamente las estructuras sensoriales, motrices e
intelectuales sino también los procesos que coordinan y
ordenan progresivamente los resultados de estas estructuras.
Con el fin de que el niño llegue a dominar las diferentes
partes del cuerpo, es necesario partir de una adecuada
estimulación en el dominio corporal dinámico, por ejemplo
las extremidades inferiores, superiores o el tronco. Se
intenta que las muevan siguiendo la propia voluntad o
realizando una actividad determinada, permitiendo no sólo un
movimiento de desplazamiento sino también una sincronización
de movimientos.
Esta coordinación dará al niño confianza y seguridad en sí
mismo, puesto que se dará cuenta del dominio que tiene de su
cuerpo en cualquier situación.
Ana mUr puntualiza la importancia de lo que estas clases
aportan en cuanto al conocimiento del propio cuerpo de los
niños: “Trabajamos también para confirmar el conocimiento de
los segmentos corporales, que los niños aprendan a
diferenciar la izquierda de la derecha, saber que es hacia
delante o hacia atrás, por ejemplo”.
Todos podemos imaginar el caos que puede suponer intentar
organizar un grupo de unos 24 niños tan pequeños. Ana Mur
asegura que sólo es cuestión de paciencia y de separar a los
grupos para que la actitud de trabajo cambie: “La primera
vez que intentas organizar un fila para hacer un trabajo de
relevos sale fatal, pero con el tiempo va mejorando”.
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