Estimado Ricardo: sé, a
pesar de lo tuyo, que tu extraordinaria esposa te suele
contar todo lo que de interés acontece en Ceuta. Es lo que
me dijeron un día, de hace ya su tiempo, y espero que no
hayas dejado de oírla cada vez que ella decide que merece la
pena informarte de algo.
Pues bien, hoy, y tras pedirte disculpas por mi
atrevimiento, seré yo quien trataré de ponerte al tanto de
lo sucedido el viernes pasado por la noche, en un comedor
del Parador La Muralla, sitio elegido para que Juan Vivas
fuera presentado como candidato oficial a la presidencia de
tu partido, el PP, para las próximas elecciones.
El lleno fue de los que obliga a poner en las taquillas el
cartel de no hay billetes y los revendedores hacen su
agosto. La gente, Ricardo, llegaba con prisas al hotel y una
hora antes el escenario estaba repleto de un público
entregado a la voluntad de Vivas.
Sí, Ricardo, el funcionario que tú tanto apreciabas y cuyo
nombre resaltabas a cada paso en ese Rincón del Muralla
donde a ti te gustaba exponer los problemas de la alcaldía
pero que te animaba a exclamar una y otra vez: ¡No hay cosa
más grande para alguien que ser alcalde de su pueblo!... Y
lo decías con el convencimiento de que era lo mejor que te
había pasado en tu vida.
Mira, Ricardo, el viernes, cuando Juan Vivas repitió tus
palabras, enseguida me acordé de ti. Y de lo mucho que
hubieras disfrutado presenciando cómo aquel funcionario a
quien no te cansabas de augurarle un futuro brillante, se ha
convertido en el político más importante de esta ciudad.
Pero hay más: la gente lo aclama, lo vitorea, y lo ha
colocado ya en ese sitio donde causa vértigo mirar hacia
abajo.
Mira, Ricardo, a Vivas se le han entregado los ciudadanos de
tu tierra, la suya también, de una manera jamás conocida
aquí. Cuanto hace o dice, créeme, es palabra de rey para una
gran mayoría que lo lleva en volandas hacia un nuevo y
espectacular triunfo en las urnas. Fíjate, cómo será la
cosa, que hasta el mismo Vivas se ha permitido anunciar, a
bombo y platillo, que está contento y con las pilas
cargadas.
Te lo digo, Ricardo, porque tú sabes que este hombre no es
muy dado a mostrar su euforia en público. Pero se ha dado
cuenta de cuál es su situación en el escalafón del
pensamiento de la gente y ha decidido, con buen criterio,
dejar a un lado las muestras excesivas de humildad que son
tan malas como la arrogancia permanente.
De verdad, Ricardo, quien fuera tu ojito derecho en el
Ayuntamiento, durante tu mandato de alcalde, está en sazón.
Te sorprenderías al ver de qué manera ha evolucionado como
político. Se le notan, a la legua, las muchas tablas que
tiene ya. Y hasta, sí, Ricardo, que bien conoces que no soy
amigo de exagerar, se permite el lujo de poner su nota de
humor en el discurso y la gente se la ríe de verdad de la
buena.
Por lo demás, te diré que es verdad cuando Vivas atribuye a
su Gobierno el que la ciudad esté como nunca ha estado: es
decir, preciosa. Y, como no podía ser menos, que acusara de
cicatero al Gobierno de ZP, por haberle sisado a la ciudad
el 15% de los Presupuestos Generales del Estado. También
entraba dentro de lo normal que lisonjeara a Aznar
por lo de Perejil y que le deseara a Rajoy toda la
suerte del mundo. Ah, nunca antes le había oído decir con
tanta ufanía que tiene las manos limpias. Y es que hay tanta
corrupción en la política que ser honrado parece que es lo
anormal. En fin, Ricardo, por no querer molestar más ni a tu
admirable esposa ni a ti, sólo me queda contarte un último
detalle: Jesús Fortes volvió al redil. Todo lo demás,
estimado amigo, me pareció anodino y no creo que pudiera
interesarte. Un abrazo.
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