El Derecho Penal es el derecho de
las penas, pero no en el sentido de punición, sino de las
penas del alma, del crujido de los sentimientos, que se
hacen trizas y se materializan en lágrimas. ¿Cuántas veces
habré visto llorar a madres, mujeres, hermanas o hijas de
detenidos en las puertas de las comisarías?. Y eso de que,
con el paso de los años y con la experiencia te haces una
especie de caparazón que te aísla sentimentalmente es
mentira. O al menos en mi caso lo es, porque considero que,
el ser humano, para quien el hecho de vivir signifique un
privilegio evolutivo, conforme avanza en el tiempo y en la
experiencia se vuelve infinitamente más cercano y más
sensible.
Estoy plenamente de acuerdo con el cineasta Bertolucci,
cuando, en el curso del rodaje de una película que en Italia
se llamó “Té n´el deserto” y en España “El cielo protector”
declaró a un periodista que,” a la espiritualidad no se
llega por la filosofía ni por la literatura, sino por la
experiencia vivida”. Muchos viejos penalistas, de esos que
alardeamos tener más de un cuarto de siglo en la chepa de
ejercicio de la abogacía, nunca jamás tendremos el
celebérrimo “colmillo retorcido” sino que, nuestra dentadura
se va fragilizando y al final acabamos riendo con dientes de
leche.
¿Qué por que me lanzo a reflexionar sobre Penal y penas?
Primero porque conozco el asunto y segundo porque vengo de
que me concedan una libertad difícil de un primillo con los
dieciocho recién cumplidos ¿Qué si el chaval era un familiar
directo? No, es que, entre gitanos y mestizos nos
consideramos siempre primos y así nos llamamos, por respeto,
por cercanía y porque es como Dios manda. No voy a dar el
nombre del chico, natural ,solo decir que ha pasado cuarenta
y ocho horas detenido, comiendo la mierda apestosa y
recalentada que suelen dar en las comisarías y sin poder
fumar, porque a los Mandamases les importa un carajo el mono
de nicotina de los encerrados, cuando suspiran por un
chester y a los guardias se les parte el corazón, pero no
pueden hacer nada porque, quien manda, manda. Y quien manda
pasa porque presupone que jamás se verá en la coyuntura de
suspirar por un cigarro en un calabozo. Altiva y prepotente
presunción porque nunca se sabe y en nuestra España
altísimas torres han caído.
Dos días en los calabozos con la madre y la hermana en las
puertas de la comisaría. No sé por qué pero, en las puertas
de las comisarías y de los juzgados, se suelen ver a más
mujeres que a hombres. Será que las madres y las esposas
tienen ese pronto de ponerse a esperar y me recuerdan al
literario comandante Carini de Sciascia, mi autor favorito
en italiano, ese Carini del que se decía “Era un hombre que,
pese a parecer no esperar nunca nada, llevaba en los ojos el
corazón mismo de la esperanza”. Esperan. Como ayer y las
mismas palabras que tantas veces “¡Ay mi niño, señora, si lo
fuera sabío no lo fuera jecho, zu prima!”. Natural. Si
hubiera sabido que haciendo una trastada iba a caer no la
hubiera hecho o habría sido más cauteloso y no tan kamikaze,
que van como van y pasa lo que pasa. ¿Excluidos sociales?
No. Los gitanos que son pobres se consideran pobres, que no
“desfavorecidos” y no se consideran marginales, por mucho
que, en las Diligencias de Información Policial aparezca eso
de “reducto marginal” refiriéndose a un barrio como son Las
Castañetas. Que tienen miga, que tienen un mandáo, pero
donde existe gente que lucha por subsistir y por mejorar y a
las que se les brindan pocas oportunidades, será porque
tienen una dignidad dura, esa que da la raza y detestan ser
“obra de caridad” de lejanos mindundis y prefieren vender un
puñado de calcetines en el mercadillo a subsistir del
subsidio de la exclusión, como opción vital. Y, si un hijo
sale “perlilla” le majan a palos y le prohíben las malas
junteras, aunque, si el chaval insiste y, sin hacer caso a
los patriarcas ni respetar a sus mayores, acaba cayendo,
nunca le abandonan y aparecen madres y hermanas gimientes,
arrastrando de multitud de niños pequeños, los propios y
hasta los de las vecinas…Digo yo ¿Por qué habrá tantos niños
pululando en las largas esperas de comisarías, juzgados y
cárceles de Andalucía? Y miren que servidora es abierta y
reconoce que, los chiquitines van acicalados, más bonitos
que un San Luis y muchos tan llenos de oro que padecen
pequeñas deidades hindúes, pero no son los lugares
adecuados, sobre todo la tragedia que se palpa, que late y
que huele.
“¡Ay señora, zu prima, si lo fuera sabío, no lo fuera jecho!”Le
adelantas en brevísimas pinceladas lo que ha “jecho” el
muchacho y lo fatal que lo ha “jecho” y la madre se
solivianta y mira a la hermana o a la novia “ ¡Si sale
d´ejta y no vá pa Laurín, le je de zaleá y le je de majá ¡”
La hermana solloza “ ¡Ay Señó! ¡Que sarga y no z´entere er
pápa, que l´arranca loj purmone ¡” Y a dúo “¡Que dolóoo…!” Y
a servidora “Y ujté, zu prima ¿Cómo lo vé?”.
¿Cómo lo voy a ver? Pues pensando que los hombres y las
mujeres no somos seres humanos en una aventura espiritual,
sino seres espirituales en una aventura humana. Y eso va
para payos, mestizos y gitanos.
Y luego, como ha pasado hoy, sale el “perlilla” y le reciben
entre abrazos y empellones “¡Tira ya p´allá, so bandío!”.
Penal de penas y de alegrías, de enormes sombras y de
grandes luces, bregando, no con acaudalados malayos, de esos
que entran en los locutorios con sus carteras prestos a
“despachar” con el letrado, sino que, cuando pide ayuda un
primo o una prima, por lealtad y porque así debe de ser, has
de estar y hasta aconsejar cuando le dicen al chaval “¿Va
usted a firmar?” decirle “Firma, pero no me hagas un
garabato, su primo, pon tu nombre con buena letra” Y el niño
se esfuerza, ensartando las letras lentamente, para dar
buena impresión. Una manía de perro viejo del Penal de penas
: que las firmas se entiendan. Nada de garabatos ni de
rúbricas complicadas. He estudiado a fondo la grafología
deteniéndome en las firmas de los antiguos maestros,
deleitándome con la ortografía, mi gran asignatura
existencial pendiente junto a la Teología y los avances de
la psiquiatría y la neurología y me agrada la sencillez
extrema de quien nada ha de aparentar sino quien es
realmente. De hecho, si me fueran dejáo, fuera jecho
medicina salpimentada con filosofía, pero no era el caso,
pagaba la carrera mi padre y en mi familia biológica, el que
paga manda.
Aunque, hablando de mandatos y, por encima de las leyes
oportunistas y despiadadas de los hombres, prefiero la Ley
del Universo, que es la Ley de Dios y que palpo más cercana
a la humanidad que sufre en las puertas de los Juzgados, más
unido al olor a miedo de los presos, porque el miedo huele,
a cuerpo cortado por la suciedad infecta de los calabozos, a
comidas que despreciarían hasta los marranos, al cigarro
negado por normas de mierda y todo eso hace el aliento
fétido. Me gustaría saber cuantos políticos, de esos que
acaban detentando el poder, han olido el miedo, han latido a
su vera y eso les ha vuelto infinitamente más personas. ¿Qué
musitan? ¿Qué “eso” lo han olido muy pocos? Pues ellos se lo
pierden porque, la aventura de las penas, es la aventura de
la superación. ¡Ay si lo fueran sabío…!
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