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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Pan y deporte
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El pan y circo de los romanos, como recursos políticos para tener sumiso al pueblo, vio en España su continuidad con el clásico pan y toros y, años después, con el pan y fútbol.

A través de una prensa controlada, la llamada “Prensa del Movimiento”, que dedicaba páginas y páginas a los partidos de Liga, a los de Copa y donde los entrenadores eran entrevistados y se escribía mucho de las grandes figuras del balompié, el país empezó a apasionarse por el deporte rey.

Los aficionados eran cada vez más y acudían a los campos no sólo a mitigar sus penas, durante unas horas, sino también a escupir la lava que, en forma de injusticia, les quemaba las entrañas. Corrían tiempos donde el periódico más leído, con gran ventaja sobre todos los otros, era Marca. Con una tirada, según compruebo, de 394.460 ejemplares diarios. En una época en la que apenas se leía.

El fútbol se convirtió, con la ayuda de las autoridades, en la única ideología imperante en una España mísera, llena de rencores, de silencios perdedores, de bravatas e imposiciones de muchos de los que salieron victoriosos de la contienda, y sobre todo sirvió para que los pueblos ajustaran cuentas aún recientes.

Quienes detestaban el fútbol, porque creían que era un deporte que embrutecía a la gente y que estaba destinado a despolitizar a los españoles, auguraban que en cuanto se pusiera fin a la dictadura el fútbol caería en picado. Puesto que ya no habría necesidad de que este deporte sirviera para que en el país no se hablara de otra cosa que no fuera de Kubala, Manchón, César, Ramallets, Gonzalvo, Basora, Juanito Alonso, Barinaga, Ipiña, Zarra, Gainza, Iriondo, Arza, Puchades, Igoa, etc. La verdad es que quienes jugaban a pitoniso estaban muy equivocados. Y a los hechos me remito: esta semana los españoles, mayoritariamente, no han cesado de hablar del fin de semana que les espera sentados ante el televisor. Pues habrá tenis, fútbol, carreras de coches, y el partido más esperado del año: Madrid-Barcelona. ¿Cuánto habrían dado las autoridades del régimen franquista por contar con tantos espectáculos deportivos reunidos en un solo día? Y conste que hay otros muchos, por ejemplo las transmisiones de las Ligas inglesas, alemanas, francesas... Como verán ustedes, pan y circo a granel.

Si bien es cierto que la felicidad nunca es completa. De momento, los seguidores de Nadal nos hemos llevado un disgusto por la derrota de éste en su partido frente al checo Berdych. Un tipo tan antipático como buen jugador, que le tiene tomada la medida al tenista mallorquín. Confieso que ha sido mi primer revés. El segundo, de mucha más importancia, sería si el Madrid no consiguiera vencer al Barcelona. Y confieso que a mí me da en las pituitarias que la victoria madridista es muy difícil. En principio, porque, al margen de Ronaldinho, es necesario que Capello busque la fórmula para anular las dos piezas claves del rival: Deco y Xavi, o bien Iniesta si éste sustituye al segundo. Y no sólo por la calidad de ambos, sino por la misión de enlace que desempeñan entre líneas y el equilibrio que aportan al conjunto. Después, aun con riesgo de que se me tache de estar curándome en salud, temo el comportamiento del árbitro. Y es que la verdad no tiene más que un camino: la Federación Española es un desastre en todos los sentidos y Ángel Villar sabe que su cabeza pende de lo que digan los catalanes.

Con estos miedos, y otro ya muy sobado, a mí no me queda tiempo para pensar en nada de lo que diga o haga José Luis Rodríguez Zapatero. A ver si voy yo a amargarme mi ración de pan y deporte, este fin de semana. Ah, que gane Fernando Alonso. Y el Madrid de baloncesto.
 

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