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OPINIÓN - SÁBADO, 21 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El Gabinete
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Quienes trabajan en el Gabinete de la Presidencia serán personas escogidas por Juan Vivas. Que éste las habrá elegidos tras empaparse exhaustivamente de la trayectoria profesional de cada una y, desde luego, de que son conscientes de cómo en el desempeño de sus funciones ha de primar la lealtad al jefe. Lo cual es una verdad de Pero Grullo.

Quienes trabajan en una oficina de un organismo encargada de conocer todos los pasos que da el presidente de la Ciudad, han de ser personas que hayan acreditado un enorme sentido de la responsabilidad. Que hagan del sentido común un arma imprescindible para salir airosas de su tarea y que procuren por todos los medios no irse de la lengua o tratar de favorecer a sus amigos con filtraciones de documentos que pasan por sus manos. Verdad que no necesita demostración.

Quienes trabajan a la vera del presidente han de ser personas que sepan separar el grano de la paja. Es decir, que estén acostumbradas a no dejarse llevar por sus impulsos para decidir a quienes pueden favorecer con sus acciones y a quienes ningunear. Toda una obviedad.

Quienes ocupan un despacho tan principal y tan cercano a Juan Vivas, deben no sólo ser honrados sino parecerlo. Deben, por encima de todo, comerse las inquinas, las envidias, los rencores... y no usarlos para ir en contra de quienes son objetos de sus fobias. Nadie les podrá pedir que vean con buenos ojos a quienes no quieren ver ni en pintura. De acuerdo. Pero han de ser justos y desechar esa práctica de discriminar a cuantos no sean santos de su devoción. Una actitud elemental.

Quienes hablan, consultan y despachan todos los días con el presidente de la Ciudad han de ser comedidos, prudentes, juiciosos, y sabedores de que con cualquier desliz ponen al jefe a los pies de los caballos. Ellos están para pensar en qué medida pueden aliviar la pesada carga del jefe. De alguien que se levanta cada mañana sabiendo que en el despacho se va a encontrar con innumerables problemas y peticiones que ha de resolver. Nada que no sepa hasta el último ciudadano.

Quienes están disfrutando de un empleo en el Gabinete de la Presidencia, un puesto destacado a todas luces y donde la nómina es de grana y oro y puede hacer la felicidad de cualquier mortal, tendrían que estar tan plenos de moral como afanados en ver de qué manera son capaces de hacer más llevadera la tarea del hombre que ha depositado tan grande confianza en ellos. De cajón.

Quienes presumen de pertenecer a un despacho donde toda la información pasa por sus manos y se jactan de conocer hasta el último gesto de Juan Vivas, están obligados a no beberse una copa de más si acaso conocen que ésta les ablanda las seseras y les pone la lengua en condiciones de sacarla a pasear. No hace falta decir que ganan una pasta gansa. Y que en ella está implícita la orden de tener la boca cerrada. Una obligación tan normal como incuestionable.

Quienes viven día tras día, hora tras hora, a la vera de uno de los hombres más poderoso de la ciudad, han de cuidarse muy bien de recibir regalos de cualquier empresario dispuesto a convertirlos en empleados suyos dentro del Gobierno de la Ciudad. Por una sencilla razón: porque estarían delinquiendo. Me imagino que nadie de ese Gabinete caerá nunca en esa tentación. Sería una necedad por parte de quienes, por el mero hecho de haber sido seleccionados por Juan Vivas, hay que suponerles la inteligencia. A pesar de todo lo reseñado, no entiendo por qué quienes están en el Gabinete de la Presidencia favorecen a El Faro y discriminan a los demás medios. Y me lleno de dudas: ¿será que su misión consiste en atentar contra Juan Vivas? ¡Qué lío!...
 

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