La llamada por los medios de
comunicación ‘mesa de la economía’ alzó ayer la voz por
última vez. Y lo hizo dejendo las cosas tal cual estaban
antes de su composición. Quizás con algún estudio más que
añadir al cesto de los informes sobre la conveniencia de
reformar los tipos IPSI, sobre la posibilidad de empezar a
pensar que tal vez fuese conveniente realizar un estudio
sobre la entrada de Ceuta en la Unión Aduanera o algunas
medidas más para reactivar el decaído comercio. Lo de
siempre.
Una vez más la mesa por la economía fracasa y una vez más da
la sensación de que los motivos sobrepasan las meras
limitaciones competenciales. La responsabilidad del fracaso
se deja caer alegremente sobre la figura del delegado del
Gobierno, que sin duda tiene su parte de culpa, pero no
toda. Su presencia en la ‘mesa’ no suponía de ningún modo
que suscribiese incondicionalmente todas las medidas que se
adoptasen, como no se realizó tal supuesto sobre la
presencia de Jerónimo Nieto, quien asistió a la primera de
las reuniones convirtiéndose en miembro fundador de la
enésima edición de este foro.
Algunos interpretaron la espantada de Jenaro García
Arreciado como una falta de información respecto a los
verdaderos objetivos y competencias de la mesa, otros
aseguran que se trata de una estrategia prefijada desde
Madrid. El caso es que la ausencia del representante del
Gobierno le ha birlado el sentido a esta curia y sus
componentes, aunque aseguran que seguirán trabajando, han
optado por disolverlo. Y se ha deshecho precisamente el
mismo día en que Vivas asentía ante la posibilidad de
emplear en el futuro la comisión permanente como escenario
para elevar las demandas contra la crisis económica. Quizás
sea verdad que el papel del delegado como mediador no deba
imponerse y que los foros, en el futuro, deberían ceñirse a
las propuestas que puedan realizarse sin ayuda externa, con
más imaginación y menos dependencia.
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