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OPINIÓN - JUEVES, 19 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Toca crucificar al delegado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Existen en esta ciudad, desde hace muchos años, personas dedicadas a tratar de meterle las cabras en el corral al delegado del Gobierno, sea quien fuere, para que éste ceda y les permita obtener lo que piden en nombre de un grupo de presión que siempre permanece en la sombra.

De ahí que todos los delegados anteriores, incluso el subdelegado, Fernando Marín López, antecesor de Manolo Peláez, hayan salido de aquí echando pestes contra esos emboscados a quienes acusan de querer mantener sus privilegios a toda costa. Aunque sea infrigiendo las leyes establecidas. He aquí unas declaraciones del tal Marín López, en El Faro, el jueves 10 de marzo de 1982. Habla la autoridad gubernativa de los hábitos establecidos en Ceuta. Y de qué manera hay gente que se resiste a cambiarlos.

“Mire usted, Amores, llegan los interesados en que nada se innove y que se haga sólo su santa voluntad, procurando convencer con sutilezas y por medio de influencias de ciertas amistades. Y si no lo consiguen se emplean con acciones directas y tratando de imponer sus leyes. Aquí se actúa con la palmada en la espalda, el tuteo indiscriminado y exigiendo que los despachos estén abiertos a todas las horas y para todas las personas que se crean relevantes. Lo que yo suelo llamar la práctica del chalaneo interminable. Prima la gestión informal; en definitiva, una especie de Administración oral”.

El periodista quiere saber si se respeta la ley. “En Ceuta, continúa hablando el subdelegado, no se puede aplicar la ley a rajatabla. Tampoco es que se viva al margen de ella, pero aquí hay que seguir haciendo la vida que se hizo siempre. Si se combate la costumbre..., surgen los problemas”.

Jenaro García-Arreciado llegó a esta ciudad revestido de modales exquisitos y dispuesto a causar la mejor de las impresiones en un sitio donde sabía que sus antecesores lo habían pasado mal por la misma causa que ya denunciaba, veintitantos años atrás, Fernando Marín López. Y hasta tuvo un gesto fuera de concurso: permitir que Juan Vivas cerrara el acto de su toma de posesión. Luego, me imagino que tuvo tiempo de informarse por medio de Jerónimo Nieto de muchas cosas y, sobre todo, de cómo eran los integrantes la Mesa por la Economía y qué apetecían. Y, claro, en cuanto pudo dijo que nones. Que él no se sentaba a la mesa con ellos ni muerto.

Sin darse cuenta, o tal vez lo hizo adrede, que se estaba ganando la inquina de El Faro. Que es juez y parte en este asunto que ha permitido que el decano vomite mierda contra su persona. Y en el cual su directora sigue saltándose a la torera una norma fundamental: que es la de no contestar a unas declaraciones el mismo día en que éstas son publicadas.

Al delegado del Gobierno le pierde la forma con que suele expresarse en ocasiones. Y así se lo recordé yo cuando los coches regalados a Marruecos y el lío que se armó en relación a que los marroquíes no quisieran recibirlos por la frontera del Tarajal. Pero en el fondo lleva razón cuando intenta evitar que se le maneje. Y me parece que ha sido tratado con una violencia verbal de baja estofa e indigna de quienes pertenecen a un periódico que permite escribir a alguien cuyas actuaciones no son para que señale con el dedo a nadie.

En cuanto a las declaraciones de García-Arreciado me parecen calcadas, cambiando lo que haya que cambiar, a las que hiciera hace más de dos décadas el último subdelegado de la dictadura. Que en esta ciudad hay un hostigador convencido de que es el no va más en todos los aspectos. Un tipo que preside ese grupo de presión y que manda por delante a quienes los ingleses conocen por los “lobbys”. Es decir, fulanos a sueldo de algunos empresarios. Contra ellos, el delegado debe atiborrarse de paciencia, y ser hábil y eficaz.
 

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