Querido Enrique: Cuento he sentido no poder acompañarte en
tu entierro. Eras un amigo de muchos años (desde tu época de
panadero), después te fuiste a trabajar de celador al
Hospital de la Cruz Roja de Ceuta.
Por tu enfermedad había pedido que te dieran un trabajo más
descansado, pero me contabas que se lo estaban dando a otros
compañeros más jóvenes que tu y con menos tiempo de servicio
(claro, tu no era ni un pelota ni un chivato de los jefes).
Bueno tu ya descansas en el cielo, pero otros no creo que
estén tan tranquilos pues hasta las Torres Gemelas han
caído.
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