PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura


Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - MIÉRCOLES, 18 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Juan Vivas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De Juan Vivas decían que como presidente se iba a estrellar. Que estaba muy verde para transitar la calle y que carecía de ese brío que todo cargo político exige. Los entendidos de la cosa lo veían sin dotes de mando para desenvolverse en una actividad donde el navajeo funciona con la misma precisión que una cornamenta astifina y corta y manejada por un burel derrotista.

A Juan Vivas le achacaban una sosera con la que sería incapaz de ganarse a la gente. Y se aseguraba que hacía mal dejando su trabajo entre bastidores para ingresar en la política activa. Que el dar la cara no iba con él y que muy pronto lo veríamos regresar a su cometido con el rabo entre las piernas. Perdonen la vulgaridad.

Los había que le auguraban a Juan Vivas días y días metido en su despacho sin conectar con los ciudadanos y enviando por delante a un simpático de turno que le hiciera el trabajo de la rúe. Y hasta se le tachó de estar justito de valor para tomar las decisiones adecuadas en momentos complicados.

Lo mejor que oí acerca de Juan Vivas, el día de su primera investidura como presidente de la Ciudad, fue que era un muchacho honrado y que sabía mucho de economía. Un halago hecho por alguien de una simpleza rayana en la estulticia. Ese día me eché a reír y mascullé lo siguiente:

-A estos tíos se los irá merendando el presidente con el mínimo esfuerzo.

Pasado el tiempo de presidente gracias a un voto de censura y demás zarandajas relacionadas con traiciones de partido, Juan Vivas ganó las elecciones de manera arrolladora y se convirtió en el político más votado de España. Y a partir de ahí las cosas le vinieron rodadas.

Para desgracias de los ceutíes, ocurrieron sucesos que obligaron al presidente a tener que aparecer en los medios más importantes de una España ávida de conocer la situación de Ceuta. Y Juan Vivas se presentó en sociedad con la soltura y la parla de un político que parecía curtido en mil batallas. Sin levantar la voz y sin perder la compostura en ningún instante, fue contando su verdad sin que los profesionales más relevantes del periodismo nacional tuvieran argumentos con los que rebatirle.

A renglón seguido hizo su debú en el Senado, cuando lo del Debate del Estado de las Autonomías. Y se encaramó al atril con la facilidad de cualquier veterano en tales lides. Y más aún: discurseó con eficacia y brillantez. Sin que en ningún momento afloraran los nervios del principiante.

Desde ese momento, por señalar una fecha, se vino arriba y se convirtió en un presidente que pasea la ciudad entre apretones de manos e intercambios de impresiones con un personal que lo ha distinguido como el mejor.

Así, habiendo llegado a este punto el presidente, sus rivales no cesan de tacharlo de “abrazafarolas”, de vivir pendiente de salir en todas las fotos, de aprovecharse de las instituciones para beneficio propio, de usar los fondos públicos con un fin electoralista, etc.

Todas ellas denuncias legítimas, máxime cuando los partidos han comenzado ya la campaña electoral y cualquier minucia les vale para acelerar su operación de acoso y derribo de la figura principal de un PP que volverá a ganar las elecciones con suma facilidad.

Y la razón es bien sencilla: los ciudadanos tienen en muy alta estima a Juan Vivas. Porque ven en él a ese candidato que reúne las cualidades que los ceutíes piensan que ha de poseer la persona que se siente en el sillón del llamado, pomposamente, Palacio Municipal. Y cuando un pueblo elige a alguien como el más destacado de sus habitantes, no hay manera de llevarle la contraria. A no ser que el elegido cometa desatino tras desatino. Algo que es imposible si atendemos a la mesura y el saber estar del personaje en cuestión.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto