La egolatría es uno de los peores
males, que adornan a los inútiles. El querer ser el niño en
el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro
conlleva, sin duda alguna, a hacer el ridículo en la mayoría
de las ocasiones en las que, algunos de estos ególatras,
intervienen.
Qué existe esa fauna de personas. Sin duda alguna. Es más
llegan unos momentos en sus vidas en los que, de verdad,
llegan a creerse el no va más de la sabiduría.
Sus intervenciones deben ser interpretadas como el no va más
de la sapiencia política e incluso enmarcarlas para que, las
generaciones venideras las tomen como base para su andadura
en la vida si quieren, realmente, llegar a ser algo en el
difícil mundo de la política. ¿Se puede pedir más por menos?
Por supuestos que, todos ellos, reciben los ánimos de
aquellos pelotas y lameculos que le rodean, bailándoles el
agua y cantando las enormes cualidades culturales y
políticas que adornan a estos personajes dignos de estudios
sicológicos.
Es tal el peloteo y doblamiento de la espina dorsal ante
semejantes personajes que, ya, algunos de ellos han tenido
que ir a que le pongan un corcel por el daño recibido en sus
espaldas.
Ante tales muestras de admiración, por parte de todos esos
pelotas y lameculos, estos personajillos, politiquillos de
medio pelo, se crecen adquiriendo la prepotencia de los
dictadores no permitiendo que nadie, sea capaz, de querer
sustituirles, en determinados momentos, por estar más
preparados que ellos, en esos asuntos. Ridículo al canto.
No admiten ni la más mínima injerencia y, mucho menos algún
sabio consejo que le eviten hacer el mayor de los ridículos
en representación de su partido, abordando unos temas para
los que no están mínimamente preparados. Y que conste, en
acta, que deberían estar más preparados que sus oponentes
por razones obvias.
La cosa podría cambiar, si todos esos pelotas y lameculos,
en vez de bailarles el agua, aplaudiendo sus desacertadas
actuaciones, tuviésen el valor de decirles el enorme
ridículo que han hecho, abordando temas para los que no
están mínimamente preparados, en representación de sus
partidos, a los que dejan a la altura del betún.
Si, algunos de estos pelotas y lameculos tuviésen el valor
de decirles la verdad al termino de sus actuaciones, otro
gallo les cantaría estos ególatras, politiquillos de medio
pelo.
¿Pero quién es el guapo qué le pone el cascabel al gato?.
Ninguno, de ellos, sería capaz de semejante cosa. Es mucho
lo que juegan. Y más vale darle, a toda esa fauna, un
golpecito en las espaldas, diciéndoles lo bien que han
estado, lo maravillosamente que se han comportados en sus
intervenciones, en las que han vencido, barriendo a sus
oponentes.
De no ser así, la actuación de los pelotas y lameculos, mal
lo iban a pasar, jugándose el posible puestecito que para
ellos o para algunos de sus familiares, algunos de los de la
mencionada fauna de politiquillos de medio, les había
prometido.
Creo, con toda sinceridad, que las actuación de todos esos
pelotas y lameculos que rodean a estos aprendices de
dictadores, les hace más daño que beneficio.
Daño, tanto en cuanto, le están engañando y no son capaces
de decirle, en sus caras, que han estado como la chata en
las intervenciones que han tenido y que antes de tener
alguna nueva intervención, deberían informadse o, al menos,
tener un poco de conocimiento del tema tratar para, de esa
forma, no hacer el ridículo y servir de cachondeo a quienes
presencian esas intervenciones de estos politiquillos de
medio pelo, aprendices de dictadores, cuyo único lema es “o
conmigo o contra mi”.
¿Es tan difícil de decirles, a esta fauna de politiquillos
de medio pelo, la verdad?. No entienden qué diciéndoles la
verdad, le prestan el mayor favor que se les puede hacer en
sus vidas evitándoles, con ello, que hagan el ridículo cada
vez que hace una aparición pública para intervenir en
determinados asuntos.
Sé, positivamente, lo que se juegan todos los pelotas y
lameculos si deciden, en alguna ocasión, decirles la verdad
sobre sus actuaciones, la perdida del soñado puestecito para
ese hijo que no encuentra trabajo.
Sé, positivamente que cada uno de nosotros, por sus hijos,
es capaz de hacer lo que sea para buscarle un “boquete”
donde tenga asegurado el pan de por vida.
Pero también sé, positivamente, que más vale morir de pie
que vivir, toda la vida, de rodillas, acatando todas las
ordenes que nos den, esos politiquillos de medio pelo, y a
las que hemos de doblar las espaldas y decir “si, bwana”.
Lo siento, mentir me parece denigrante. De chico, mis padres
me enseñaron, a decir la verdad aunque eso me pueda
perjudicar. Por eso no estoy de acuerdo,a pesar del
puestecito del niño, a aumentar la egolatría de ningún
inútil.
Los árboles mueren de pie. Me siento árbol y, jamás, por
nada, moriré de rodilla. Y menos por algún ignorante.
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