Con el otoño me pasa como con el
cerdo, que me gustan de él hasta los andares. ¡Ese lomo en
manteca! ¡Esa zurrapilla con su unto coloráo! ¡Esas
morcillas de arroz! ¡Esos choricillos picantes!. Mi páncreas
se disparata tan solo con el recuerdo de las maravillas
culinarias de nuestra inigualable e inimitable civilización
occidental y comienzo a segregar insulina y a sentirme “muy”
desfallecida, de pura necesidad, de ansías inenarrables de
pegarle una buena dentellada a una tripa de salchichón
ibérico. Me siento como la heroína romántica Margarita
Gautier “La dama de las camelias” Aunque, servidora no sueña
con hermosas flores blancas prendidas en el escote, por mi
llevaría en el cuello de la camiseta una lasca de jamón de
bellota para aspirar el olor y motivarme. Porque estoy a
régimen y pasando más hambre que un lagarto detrás de una
pita.
Psicológicamente, espiritualmente y para tener una adecuada
autoestima “necesito” volver a poder embutirme en una talla
36-38, como Letizia Ortiz, aunque no vaya a comprarme, ni en
el Corte Inglés de Marbella ni en el Cutre Inglés de Málaga
los relamidos modeletes, en plan faldita y chaquetilla
entallada que diseña el cursi de Felipe Varela. Ir
empaquetada y llena de frunces no es mi estilo, ni me gusta
enseñar las piernas cuando trabajo, porque no soy starlette
sino pensadora de barriada, que es como decir la troje de la
mies. ¿Qué si puedo comer derivados del trigo? No. Como
mucho, tortitas tiesas de soja y galletas, que parecen
embalsamadas, de arroz.
Y una vez a la semana tres castañas asadas, que son mi
locura otoñal. Tan solo cuando comienzan a montar los
puestecillos, allá en la Alameda Principal de Málaga y en la
plaza de la Merced, tan solo entonces “siento” que llega la
estación en la que comienzan a amarillear y a caer las hojas
de las acacias que bordean mi callecita. Clarea la mañana,
me siento en el escalón de mi puerta para rezar y en la
maceta con pretensiones territoriales que es mi jardín, han
comenzado a caer hojas muertas del castaño de la acera, ese
que me da sombra todo el año. Me vienen olores a mares de
octubre, más salinos, más frescos y los frutos del pomelo
que planté hace ya quince años comienzan a amarillear.
¿Consideran ustedes que puede existir un Universo más
perfecto? Pues si puede existir, porque, en lugar de orar
comiéndome un desagradable yogur Vitalinea 0 calorías,
podría hacerlo calentándome las manos con un buen cucurucho
de periódico rebosante de castañas asadas, pilongas y
perfumadas.
¿Qué dicen? ¿Qué me deje de ensoñaciones castañeras y les
comente lo de la inquietud de Esteban Ibarra el presidente
del Movimiento contra la Intolerancia? Pues si. El tal
Ibarra que, para servidora que no trabaja, sino que debe
vivir de las subvenciones que percibe por su “solidario”
invento, el nota, está inquieto porque pregona un
resurgimiento de la ultraderecha en España y dice que ya hay
veintiún grupos registrados. ¿Y que? También comenta que
existen quince mil ultras controlados por la policía. Pues
muy bien. Supongo que también tendrán identificados y
controlados a todos y cada uno de los cien mil cabrones
proetarras que votan a Batasuna. Por identificar que no
quede. Aunque lo lógico sería controlar e identificar
también a todos y cada uno de los onegetistas que no tienen
trabajo ni contrato laboral fino y que subsisten a base de
subvenciones del erario público. Porque vivir y cobrar por
practicar las virtudes lacrimosas como la compasión y la
caridad me parece muy inmoral y muy indecente. “Nadie” puede
recibir un salario por ser caritativo o bueno.
Porque, por esa regla de tres, todas las madres de familia y
amas de casa que suelen ser buenas, generosas y estar muchas
pluriempleadas, deberían percibir generosas pagas estatales
por su esforzada y sacrificada labor. ¿Qué si a los ultras
les dan paga? No. Esos van por libre y los hay de distintas
y muy diversas sensibilidades. Porque la juventud es la
juventud y les da por lo que les da. Y encima llega el tonto
de Ibarra y les toca las palmas y les hace marketing
“denunciando” que, estos grupos, sienten un “nacionalismo
español exacerbado”. Lo dice el muy baboso como si “sentir”
el nacionalismo español fuera una especie de extraña
alteración social. ¡A lo que hemos llegado! A este paso,
hasta el descansado Pepe Palillos ,que era el tonto oficial
de Melilla y acompañaba desfiles y procesiones tocando unos
palillos, hasta Pepe Palillos va a poder ser nombrado
director académico de ICI-ICADE y fundar un anexo de tan
prestigiosa universidad en Ceuta.
¿Qué si Esteban Ibarra come castañas en octubre? Me da lo
mismo, porque, lo que coma lo hará a base de subvenciones y
ayudas por dirigir y mantener su Movimiento contra la
Intolerancia, ese movimiento que nunca se manifiesta en la
puerta de la Generalitat de Cataluña ni aparece cuando se
arman en Barcelona los estragos con la chusma okupa e
independentista que practican el vandalismo. Ahí debería
estar Esteban el Tolerante para predicar ante los cabestros.
Pero no está. Ni se le ocurre. Ni se va a las Herriko
Tabernas para afear su violencia a los de la kale borroka.
No. El pontifica desde Madrid y fabrica fantasmas de diseño
para asustarse de ellos. Y como está tan ocupado con sus
fabulaciones acerca del repunte “ultra” no se le ocurre ni
dejar de sufrir un rato y acercarse a comprar un cucurucho
de castañas pilongas y metérselas entre pecho y espalda para
aliviarse la zozobra y el canguele.
Grupos de extrema, más extrema y menos extrema derecha hay.
Y luego están los skin , con su estética macarra, tuneados
de paramilitares y que la lían en algún partido de fútbol en
plan gamberro. ¿Pero saben una cosa? En Madrid tenían un
problema grave con la proliferación de jóvenes delincuentes
magrebíes, proliferación que fue contrarrestada con la
llegada de los peligrosos grupos de sudamericanos, las maras.
Sangre, sudor y lágrima ha costado semidesarticularlas. Pero
todos esos maleantes extranjeros que utilizan nuestra España
como laboratorio de pruebas para sus delitos tienen terror y
pavor de los skin. Será porque son unos bestias. Que cosas
tiene la vida…
Eso si, pese a la alteración y la congoja de Esteban Ibarra
por el nacionalismo español exacerbado, he buscado y
encontrado en internet páginas de movimientos,
mayoritariamente juveniles, con una dialéctica en absoluto
ofensiva ni violenta, al revés, se les ve con la pasión
normal de la juventud, muy españoles, muy comprometidos, con
ideales y con un punto de desesperación que a mi me parece
doloroso. Se ve, se palpa, que “sienten” España, pero están
terriblemente solos y van un poco a ciegas buscando puntos
de referencia, una guía, alguien que les hable y les de
esperanzas en que todo se va a arreglar en un futuro, que no
se van a cargar nuestra España entre unos y otros, que
continuaremos manteniendo, pese a las dificultades, nuestra
Historia, nuestras raíces, nuestra religión y nuestra
cultura.
Esos jóvenes de los foros de derechas se entusiasman cuando,
como ha hecho Acebes, chapeau, no solo defiende nuestra
tradición de las fiestas de Moros y Cristianos ante el miedo
y el terror, sino que se dirige a la UNESCO para que sean
consideradas patrimonio cultural de la Humanidad. Ni los
jóvenes ni los mayores queremos vivir con miedo a que, si
llevamos la contraria, o defendemos lo nuestro, nos maten.
Porque así no se puede vivir.
¿Qué si los chicos y las chicas llamados “ultraderecha”
comen castañas en otoño? Apuesten algo a que si, porque
bastante tienen son soportar la carga de ser anametizados y
condenados al ostracismo por malabarismos de la mala
utilización del lenguaje y del marketing oportunista. Es muy
ventajoso y resulta muy capitalizable agitar el fantasma de
la “extrema derecha” ¿Es el ministro francés Sarzoky de
extrema derecha? Pues no lo es. Es de derechas a secas. Pero
si estuviera en España le calificarían de inmediato de
“ultra” por haber expulsado a veinticinco mil ilegales con
niños incluidos y ser una fiera en la defensa de la
seguridad ciudadana y encima dándole varapalos a los jueces
por su debilidad ante la peligrosa delincuencia juvenil.
Sarzoky, para nuestro temeroso y amedrentado sistema de
valores impuestos y de buenismo jiñado sería un “ultra” y
sus seguidores, más ultras todavía. En Francia es
sencillamente un buen profesional, que respeta las
sensibilidades de los ciudadanos y hace a la perfección el
trabajo por el que le pagan.
¿Qué si en España hay algún Sarkozy? No. Si lo hubiera
aglutinaría y arrastraría al pueblo. Y entre el pueblo a
esos chavales y chavalas que están perdidos y sin punto de
referencia con su “nacionalismo español exacerbado”. Gracias
por la frase. Yo no soy ultra nada, ni extremo nada, soy de
la ciberderecha intelectual y neoconservadora y siento,
proclamo, confieso y tengo en nacionalismo español
exacerbado ¿Y quien me lo va a prohibir o a impedir? ¿El
descansado Pepe Palillos o el ventajista Esteban Ibarra?.
Eso si, cuando dicten una ley prohibiendo ser nacionalista
española, porque no es políticamente correcto en una nación
de naciones ni en un Estado de nacionalidades y de
realidades nacionales, entonces seguiré siendo nacionalista
española en la clandestinidad y besaré a escondidas mi roja
y gualda y musitaré el nombre de España y, en las noches de
otoño, me pondré un pasamontañas para meterme a grafitera y
dibujar la palabra España por las paredes de mi ciudad.
¿Recuerdan el poema Libertad de Paul Eluard? “Escribo tu
nombre, por las paredes de mi ciudad… Tu nombre, Libertad”.
Y, les prometo que, si llega ese momento y es octubre, me
armaré con sprays rojos y amarillos y pintaré un enorme
“España” en cada puesto de castañas que encuentre en la
madrugada. No les pregunto si me entienden, les pregunto si
me “sienten” ¿Me “sienten”, verdad?.
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