Trabajar de noche conlleva un esfuerzo extra que muchos
nunca han experimentado ya que tienen la suerte de trabajar
de día, siguiendo el ritmo de vida de las ciudades. Médicos,
bomberos, empleados de los servicios municipales de limpieza
y policías son sólo algunos de los profesionales que conocen
a la perfección la otra cara de Ceuta, la nocturna.
Los ‘águilas’ son un grupo dentro del Cuerpo Nacional de
Policía que, cada noche, recorren nuestras calles para hacer
de Ceuta la ciudad segura que es, a pesar de las quejas de
muchos. “Aquí el nivel de inseguridad es mínimo a pesar de
los altercados ocasionales y del tráfico de sustancias
ilegales”, explica un agente con una amplia trayectoria
profesional en varios destinos de la geografía nacional.
00.00 horas. Un equipo de ‘El Pueblo de Ceuta’ se suma al
turno de noche de la Policía Nacional para compartir con
ellos algunas horas de trabajo. El punto de partida es la
Jefatura Superior. Nos subimos a una ‘combi’ y nos vamos de
patrulla por el centro de la ciudad.
Es viernes por la noche. La zona del helipuerto está repleta
de jóvenes. La música suena en los coches allí aparcados.
Horas tranquilas de botellón. Circulamos hacia El Morro. De
repente, un aviso por radio alerta de un ruido inusual, que
bien podría ser una disputa, en una vivienda de la calle
Real. Cambiamos de dirección y acudimos como refuerzo a otra
patrulla que se encuentra en la zona.
A pesar de que es una noche tranquila, la calle
Independencia está intransitable. Encendido de las luces de
emergencia y de las sirenas. Muchos conductores reaccionan
tarde o, simplemente, se quedan parados donde están.
¿Resultado? Recorremos la calle como si de un slalom de
máxima competición se tratara, haciendo un continuo zigzag
para ir esquivando a los vehículos que se encuentran
detenidos en ambos carriles. Algunos conductores parece que
han olvidado que ante sirenas y luces de emergencia de los
vehículos de urgencia, lo que hay que hacer es facilitar el
paso de estos, no sólo detener la marcha.
Al llegar al lugar indicado, la mujer que ha llamado a la
central sale al encuentro de los agentes. Al parecer ha
escuchado unos golpes muy fuertes en la vivienda inferior
donde viven unos obreros extranjeros. Falsa alarma. La
Policía comprueba que se trata de siete ecuatorianos que
acaban de llegar de trabajar. Nada extraño sucede.
Hasta la una de la mañana la noche transcurre sin
incidentes. Tras los problemas que se produjeron como
consecuencia del asesinato de Suhaila, parece que la
tranquilidad es, de nuevo, la tónica dominante en las rondas
nocturnas policiales.
01.00 horas. Todos los ‘águilas’ de servicio así como otros
agentes del Cuerpo Nacional de Policía ajenos a este grupo
se encuentran en la Comisaría de Los Rosales para decidir la
ubicación del control que van a instalar. Primera elección:
Loma Margarita. Una zona apartada en la que suelen darse
cita los ‘camellos’ para facilitar cocaína y otras
sustancias a los consumidores habituales.
Loma Margarita. El objetivo del control es localizar
vehículos robados, individuos con orden de busca y captura o
incautarse de pequeñas cantidades de sustancias ilegales.
“No es frecuente que en este tipo de controles aleatorios,
que no forman parte de una operación policial de
investigación, nos encontremos con grandes alijos o con
armas”, explica uno de los policías.
Los controles suelen tener una duración media de quince
minutos ya que pronto se avisan unos a otros de que hay
presencia policial en una determinada zona “y pasado este
tiempo ya no sirve de nada el control”, explican.
Cuatro ‘zetas’, dos ‘combis’ y un vehículo ‘ka’ (camuflado)
componen el dispositivo desplegado en esta zona en el que
participan once agentes.
En apenas diez minutos se ha dado el alto a nueve turismos y
una motocicleta. Todos llevan la documentación en regla, los
permisos de conducir y no se halla nada ilegal en los dos
registros efectuados. Tras un primer momento de aglomeración
de coches, el tráfico en la zona casi desaparece: fin del
control.
Puente del Quemadero. Nos traladamos ahora hasta esta zona
en la que, en la últimas semanas, se han producido algunos
altercados, sobre todo con la Policía Local. La estratégica
ubicación del Puente del Quemadero facilita el escondite de
aquellos que, armados con piedras, disfrutan apedreando a
los agentes de la UIR que por allí circulan o se instalan.
Esta noche reina la calma. Los siete vehículos se trasladan
a la entrada del puente procedentes de Juan Carlos I.
Un ciclomotor, que viene hacia nosotros, se da la vuelta en
plena calzada al ver a tanto coche policial. Dos vehículos
lo siguen rápidamente y logran detenerlo unos pocos metros
más adelante. El conductor es un viejo conocido de los
agentes pero lleva todo en regla así pues, una vez
comprobada su documentación y la del vehículo, lo dejan
marchar.
Tras esta primera identificación, los vehículos retroceden y
se colocan en la posición que les corresponde: unos
aparcados a la izquierda, otros a la derecha, de cuatro a
seis agentes en medio de la calzada con conos luminosos
advirtiendo de su presencia y seleccionando a aquellos
conductores que deben parar o pueden proseguir su marcha, y
el resto, controlando los vehículos y pasajeros que han sido
invitados a pararse en uno de los lados de la calzada.
El control se mantiene operativo casi hasta las dos de la
madrugada, controlándose al menos a una quincena de coches
en una zona que, a esa hora, está muy transitada. Todo
transcurre con normalidad. Ni una detención, ni una sanción,
ni un sólo altercado.
02.00 horas. Finaliza el control en el Puente del Quemadero
sin que hayan hecho acto de presencia los jóvenes que, en
noches anteriores, han protagonizado los apedreamientos a
las patrullas policiales. Nosotros aún continuamos de ronda
hasta pasadas las tres de la mañana. La ciudad duerme
tranquila. Una jornada más los ‘águilas’ finalizan su turno
sin registrar incidentes. La seguridad de Ceuta sigue en
buenas manos. Otro turno acaba de comenzar.
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