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OPINIÓN - SÁBADO, 14 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

Buenos y malos
 


Domingo Ramos
domingoramos@elpueblodeceuta.com

 

Si hiciéramos una catalogación de los políticos podríamos definirlos en “buenos” o “malos”, apoyándonos en el sentido de la bondad de su carácter, de su trato con los demás o en el referido al ejercicio de su actividad política. Y empleamos estos calificativos porque aquí no cabe un término medio, no existe la palabra regular para calificar a quienes nos proponemos referir.

Por desgracia son “muchos los llamados y pocos los elegidos” por lo que al tener que considerar a los “buenos”, nos quedamos con pocas palabras para así catalogarlos aun cuando, justo es reconocerlo, siempre han existido y existen personas entregadas de cuerpo y alma a los demás desechando la vida eminentemente superficial, siendo la moral la base de su personalidad, respondiendo con sus actos a la confianza en ellas depositada, personas en la mayoría de los casos dedicadas al bien común donde poco o nada pueden recibir a cambio, si acaso la conocida frase de la “satisfacción por el deber cumplido”. Se trata, pues, de quienes hacen realidad la verdadera vocación de entrega a los demás y que demuestran continuamente con sus actos en pro principalmente de los menos favorecidos. En ello se basa, creemos, la auténtica labor política.

Por otro lado, vemos a los “malos”, esos advenedizos que se han valido del trato profesional o amistoso sirviéndose de otro de su misma calaña que haya escalado las cimas de un partido político a base de adulación y siempre con un interés desmedido e intención de lograr sus ambiciones (valiéndose, éste último, de engaños y deslealtades) que consiguen colocarse en altos puestos de responsabilidad dentro de un órgano municipal, autonómico, estatal o de un partido que, si está gobernando, se hace doblemente deseable y, consiguientemente, punto de mira de quien tiene, y lo consigue, predisposición al acrecentamiento de su status social que pudiéramos llamar profesional puesto que se trata de obtener un puesto de alta responsabilidad y, además, por un largo período de tiempo que pueden ser cuatro, ocho o más años. Luego, éstos últimos, se convierten en depositarios de pecados capitales (soberbia, avaricia, envidia, pereza,…) olvidándose de que los frutos del servicio a los demás siempre deben ser desinteresados y de generosa amistad y que el remedio a estos pecados está en las virtudes que deben adornarlos.

Por eso hemos aplicado el calificativo de “malo” a quien, aprovechándose de todas las circunstancias enumeradas, viene ejerciendo un honorable puesto (nunca a él destinado ni al que haya realizado mas oposición que la adquirida por la adulación de quien le apadrina para su desempeño) solo con el fin de disfrutar de unos sustanciosos emolumentos y de alta, venerable y respetable posición social. Son personas que, en definitiva, carecen de humildad, paciencia, templanza o caridad, virtudes necesarias y que deben ser tenidas en cuenta para el buen obrar y ordenación de la vida.

Todos, buenos y malos, tienen sus nombres y apellidos y quizás cualquier día nos de por nominarlos (palabreja que ahora está de moda) aunque pueda servir de orgullo y satisfacción para unos, o de enojo e ira, para otros.
 

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