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OPINIÓN - VIERNES, 13 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

El acuerdo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Llega con la expresión de cuando las cosas le han ido bien. Aunque lleva ya mucho tiempo que está subido en el carro de la victoria. Cierto que se lo ha currado, a su manera, y que en el camino ha dejado más heridos que muertos y que los primeros están siempre al acecho de cualquier síntoma de desfallecimiento que perciban en él para buscarle la yugular. Pero a estas alturas, mi conocido se desenvuelve en las sentinas de la política como si en ellas se estuvieran vertiendo diariamente litros y litros de Cocó Chanel.

Digo que llega mi conocido como si acabara de rematar un gran negocio y comenzamos a pegar la hebra bajo los rituales de costumbre en situaciones así; es decir, aparecen las consiguientes bromas que sirven de preámbulo para intercambiarnos cromos. Unos, falsos; otros, merecedores de comprobar si en el mercado se cotizan a la alta o están ya tan repetidos como devaluados.

De pronto, y sin que recuerde los motivos, sale a relucir el nombre de Juan Luis Aróstegui y de qué manera se empecina éste en decirle a Juan Vivas de todo menos bonito. Algo que suele hacer en su Dardo de los jueves publicados por El Faro. Una sección que le vale a su editor para demostrar que la libertad de expresión reina en su periódico por encima de los intereses crematísticos.

Libertad de expresión de la que usa y abusa el secretario general de CCOO, pero que le negarían, sin duda, a cualquier otro articulista que estuviera disfrutando de una nómina en la Casa. La trampa es perfecta y de ella se aprovechan las dos partes. El editor, porque le permite sacar pecho y encima puede regodearse con las críticas acerbas que recibe el presidente de la Ciudad. Por razones tan claras que no necesitan ser reseñadas, si acaso no lo aconseja la intromisión en el asunto de algún tonto con balcón a la calle. En cuanto al sindicalista, y disfrutador de cargos varios, con El Dardo de los jueves consigue darle rienda suelta a la envidia que le corroe por no ser él quien esté ocupando el sitio de Juan Vivas. A quien sigue considerando un advenedizo en la política.

Un momento, dice mi conocido, debo aclararte que entre Juan Vivas y Juan Luis Aróstegui existe un acuerdo por el cual éste puede decirle impropios al presidente y de esa forma Juan Luis tiene vía libre para arremeter también contra el delegado del Gobierno y demás personajes pertenecientes a la farándula política.

Me quedé con el cromo y lo he pegado en una zona media del álbum donde acostumbro a coleccionar estampitas con escenas de algún interés. Sobre todo porque quien lo proclama es alguien que conoce sobradamente cómo son ambos personajes. Aunque mucho más a Juan Luis Aróstegui. Con el cual ha compartido risas y sinsabores. Sinsabores de ver que ni siquiera invirtiendo dinero, mucho dinero, a favor de Aróstegui alcanzaba éste su sueño: ser alcalde de Ceuta. Un cargo con el que viene soñando desde que llevaba melena y se las daba de ácrata y de simpatizar con Josif Stalin.

Precisamente, su enorme frustración por no haber obtenido hasta ahora ese fervor popular que decide el que Juan Vivas gane las elecciones por goleada, ha transformado a Aróstegui en alguien que no se resigna al papel que le corresponde. Y con grandes dosis de vanidad, pues si no es inexplicable que esté a diario buscando ser protagonista en todos los medios de la ciudad, y en estado de permanente excitación, trata de convencernos de que el presidente necesita, cuanto antes, someterse a los cuidados de un psicólogo, no vaya a ser que un día lo veamos subido a un caballo tipo Imperioso.

En rigor, y por más que yo quiera confiar en mi conocido, no creo que Juan Vivas esté de acuerdo con que Aróstegui lo ofenda cada jueves en El Faro.
 

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