¿Qué tal van a pasar ustedes el
puente del Pilar? ¿Se van muchos ceutíes a otros lares para
seguir disfrutando de las bonanzas del clima mediterráneo?
De Málaga salen los menos y llegan los más, sobre todo miles
de cordobeses con destino a Fuengirola donde tienen montada
una multitudinaria sucursal de su ciudad. Cordobeses,
madrileños y mucho guiri sediento de soles tardíos y de
playa que aún se disfruta.
El primaveral otoño costasoleño tiene una calidad distinta y
cercana y, los que nos quedamos en casa porque no estamos
para puentes de carreteras saturadas, disfrutamos de los
atardeceres cada vez más tempranos y de las guerrillas sobre
la arena de palomas y gaviotas.
No obstante, si quiero desplazarme a otros destinos me
limito a encender la pantalla mágica de mi ordenador y
utilizar su corazón cableado como autopista, sin picoletos
inoportunos ni radares camuflados.
Porque, es muy solitario el oficio de escribidora, que no
escritora, cuando publique las dos novelas que tengo en
reserva y que andan a trompicones por las editoriales, me
podré considerar escritora, mientras tanto no soy más que
una simple contadora de historias y pensamientos escritos,
que uso y abuso de los misterios del proceso creativo y no
olviden nunca que, el alma, se alimenta de misterios.
¿Qué como se escribe diariamente sin sábados, domingos,
festivos ni vacaciones? Es muy sencillo. Al menos para mí lo
es, porque soy de una simplicidad asombrosa. El truco está
en llevar a lo intelectual un trastorno alimentario como es
la bulimia. Ya saben, las criaturas se pegan una pechá de
comer, se empapuzan de todo lo que pillan, hasta reventar y
luego se meten los dedos y lo vomitan. Y eso dicen los
pobres bulímicos en su argot de internautas “me meto los
dedos” “¿Tu te has metido hoy los dedos?”.Dan escalofríos
porque, el nutricionista o el psiquiatra, no tienen más que
mirarle a los bulímicos los dedos gastados del roce con los
dientes para provocarse las arcadas y la garganta irritada
por los vómitos para determinar la patología. Que Dios, en
su infinita misericordia nos libre del mal de “meterse los
dedos” y de la bulimia como enfermedad alimentaria.
Aunque yo la sufro en el plano intelectual. A diario dedico
algunas horas al estudio y a la lectura, aunque intento
memorizar mucho de lo que leo de forma automática para
entrenar y engrasar mi sistema neuronal y practicar
abstracción y concentración. Además se ha demostrado en las
universidades americanas (donde si no) que, las neuronas se
regeneran y que renacen a estímulos del aprendizaje y yo
practico con disciplina, aunque con cierta desgana, porque
soy más floja que un muelle de guita y si me afano es por
seguir los consejos de mi padre San Josemaría Escrivá que
nos hace santificarnos con el trabajo profesional bien
hecho.
Estudio y me saturo mentalmente, con auténtica bulimia
mental e intelectual, atracón cada madrugada y luego, en
lugar de meterme los dedos en la garganta para devolver, me
los meto en las orejas, un dedo en cada soplillo y me salen
por la punta de los dedos que teclean con furia española,
españoleando en plan cañí el teclado del ordenador, me salen
las ideas, los pensares y los sentires que van apareciendo
en negro sobre blanco y letra redondilla dibujados en la
pantalla, vómitos del alma en letra de tipo Arial.
¿Qué de todas maneras hay quien no comprende como puedo
vomitar “tanto” ni tan seguido? Vale. Muchas veces me lo
dicen y siempre contesto que yo pongo mis modestas
herramientas que son el estudio, la lectura, la memorización
y el aprendizaje, ese que me pilla algunos amaneceres
fritita sobre un libraco, porque me ha vencido el sueño y me
quedo traspuestita. Vale, pues pongo mis escasos haberes y
el resto lo recibo. Soy católica y por lo tanto la humildad
es una obligación, como es obligación de las marbelleras el
inyectarse bótox por toda la cara y quedarse impávidas y
como esfinges, como es obligación que los calorro-macarras
tuneen los coches y les pinten hasta tableros de ajedrez y
manchas de leopardo.
Soy humilde y creyente y sé y siento que, la inspiración, la
fantasía y la creatividad me vienen dadas por ese Espíritu
Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del
Hijo y con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
gloria y que habló por los profetas y por la Iglesia. ¿Si no
de donde?. Yo me siento en mi laboratorio de ideas ante la
pantalla, San Josemaría me guiña el ojo desde una foto, hay
otra postal maravillosa del papa Juan Pablo II mirando a una
paloma blanca que vuela y un recorte de prensa plastificado,
del último día de vida del Santo Padre, es del ABC, la
portada , se ve al Sumo Pontífice extremadamente fatigado y
agarrado a una cruz y pone “Juan Pablo II en manos de Dios”.
¿Qué mi rincón mágico parece el altar de los toreros? Es que
es un altar. La pequeña virgencita, la Rosa Mística rodeada
por un collar muy humildito que le compré a una anciana en
la playa, porque la vieja los hacía y los vendía, mi hijo
mayor Gabriel Pineda en una foto hecha en La Campana de
Ceuta, ante un café y un plato donde aparecen los restos de
uno de los exquisitos pasteles de esa confitería donde
trajinan en la trastienda ángeles pasteleros, mi San
Josemaría, mi Juan Pablo II “Te quiere todo el mundo” una
inquietante portada de El Semanal donde aparece el rostro de
Cristo pintado por un pintor flamenco y la leyenda “¿Quién
es este hombre?”.Mis amores. En mi altar están mis amores y
una banderita de España, de las que regalan en los desfiles
y una pegatina de Nuestro Padre Jesús Cautivo. Mis quereres
y mis sentires.
Y escribo rodeada por el lugar donde encuentro a mis amores,
que es el lugar de mi encuentro cotidiano con Cristo. ¿De
donde cojones me van a salir tantas ideas y con tanta
rapidez? Eso es imposible sin que el Espíritu Santo me
aconseje, como ritual de trastorno alimentario, meterme un
dedo en cada oreja y devolver sueños, fracasos, alegrías,
penas, historias y reflexiones. Yo sola no soy capaz de
hacer ni una plana de escritura con letra medianamente
legible y encima soy vaga y en cuanto me aburro me quedo
transpuesta echando una cabezadita reparadora.
A servidora de ustedes, la maestra ladilla, gentil y
marisabidilla, la inspiración le es dada. Viene y ya está,
el buen Dios me la otorga y puedo presumir de méritos
ajenos, pero soy capaz de escribir “cualquier” cosa, incluso
pasodobles al estilo Pemán, como el que me encargaron para
la Pantoja, discursos, responsos, elegías, cartas abiertas y
cartas petitorias. Veinte minutos cada seiscientas palabras
y como me sale y siempre me sale, será que son cosas de la
fe y que la fe mueve montañas y mueve mis dos dedos sobre el
teclado que echa humo y tengo que enchufar el ventilador
para que, las teclas, no sufran una combustión espontánea y
salgan ardiendo de la energía que desprenden.
Así que ya lo saben. Dedicaré este puente del Pilar a
memorizar y vomitar, a rezar y a soñar con batidos de fresa
de esos que se hacen con helado y se le pone nata por encima
y su poquito de sirope de fresa y su azúcar escarchada por
el borde y a mi me dan mareos de angustias y de afanes
porque estoy a régimen austero y los batidos son mi locura,
pienso en ellos y sudo de agonía y entonces me pongo a
aprenderme de memoria las revistas esotéricas del mes, tipo
Enigmas, por hacer algo que me aplaque el estómago, porque,
mis jugos gástricos rechazan con indignación las manzanas,
los yogures 0 las tortitas de soja y las galletas de arroz.
¿Qué por que no premio mi creatividad otorgándome el bien
supremo de un merengue en estos días de asueto? Por
disciplina y no digan la palabra “merengue” porque me
semidesvanezco de ansiedad y de gula. Vamos ¿Alguien puede
pensar que es normal que una glotona de dulces y batidos
como yo sea capaz de escribir algo coherente?. De eso nada.
Es cuestión de iluminación y de creencias. Pienso luego
existo. Y reflexiono luego creo. ¿Un mecanismo mental muy
complicado? No. Complicadas las acrobacias aéreas de palomas
y gaviotas, el trinar de los pájaros de mi calle que me
hacen saltar de mi futón, aún de noche y sin clarear,
porque, sin verlo, anuncian el día que se acerca y me avisan
para que me despabile.
Misterio este sol otoñal que nos calienta, cuando en Europa
tiritan y misterio los mares opalescentes, con el color del
vientre de una caracola marina. El oficio de escribidora es
solitario, verdad es. Es de pensamientos que se transforman
en sentimientos casi físicos y se vive desde el lujo
supremo, que para algunos es el coleccionismo de arte gótico
y románico y para servidora es la soledad, cuando la soledad
está llena de presencias queridas y el silencio del teclear
imparable que crea ideas, que pare verbos y adverbios,
sustantivos y calificativos.
Para que voy a mentirles, yo, la escribidora, soy un simple
instrumento que golpea el teclado, el resto me viene dado,
me regalan luz y yo, que nunca rechazo lo que es gratis, la
absorbo como si se tratara de un batido de fresa con azúcar
escarchada y su penacho de nata montada. Me la trago, me
relamo con auténtica glotonería y doy gracias a Dios.
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