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OPINIÓN - JUEVES, 12 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

El solitario oficio de escribidora
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

¿Qué tal van a pasar ustedes el puente del Pilar? ¿Se van muchos ceutíes a otros lares para seguir disfrutando de las bonanzas del clima mediterráneo? De Málaga salen los menos y llegan los más, sobre todo miles de cordobeses con destino a Fuengirola donde tienen montada una multitudinaria sucursal de su ciudad. Cordobeses, madrileños y mucho guiri sediento de soles tardíos y de playa que aún se disfruta.

El primaveral otoño costasoleño tiene una calidad distinta y cercana y, los que nos quedamos en casa porque no estamos para puentes de carreteras saturadas, disfrutamos de los atardeceres cada vez más tempranos y de las guerrillas sobre la arena de palomas y gaviotas.

No obstante, si quiero desplazarme a otros destinos me limito a encender la pantalla mágica de mi ordenador y utilizar su corazón cableado como autopista, sin picoletos inoportunos ni radares camuflados.

Porque, es muy solitario el oficio de escribidora, que no escritora, cuando publique las dos novelas que tengo en reserva y que andan a trompicones por las editoriales, me podré considerar escritora, mientras tanto no soy más que una simple contadora de historias y pensamientos escritos, que uso y abuso de los misterios del proceso creativo y no olviden nunca que, el alma, se alimenta de misterios.

¿Qué como se escribe diariamente sin sábados, domingos, festivos ni vacaciones? Es muy sencillo. Al menos para mí lo es, porque soy de una simplicidad asombrosa. El truco está en llevar a lo intelectual un trastorno alimentario como es la bulimia. Ya saben, las criaturas se pegan una pechá de comer, se empapuzan de todo lo que pillan, hasta reventar y luego se meten los dedos y lo vomitan. Y eso dicen los pobres bulímicos en su argot de internautas “me meto los dedos” “¿Tu te has metido hoy los dedos?”.Dan escalofríos porque, el nutricionista o el psiquiatra, no tienen más que mirarle a los bulímicos los dedos gastados del roce con los dientes para provocarse las arcadas y la garganta irritada por los vómitos para determinar la patología. Que Dios, en su infinita misericordia nos libre del mal de “meterse los dedos” y de la bulimia como enfermedad alimentaria.

Aunque yo la sufro en el plano intelectual. A diario dedico algunas horas al estudio y a la lectura, aunque intento memorizar mucho de lo que leo de forma automática para entrenar y engrasar mi sistema neuronal y practicar abstracción y concentración. Además se ha demostrado en las universidades americanas (donde si no) que, las neuronas se regeneran y que renacen a estímulos del aprendizaje y yo practico con disciplina, aunque con cierta desgana, porque soy más floja que un muelle de guita y si me afano es por seguir los consejos de mi padre San Josemaría Escrivá que nos hace santificarnos con el trabajo profesional bien hecho.

Estudio y me saturo mentalmente, con auténtica bulimia mental e intelectual, atracón cada madrugada y luego, en lugar de meterme los dedos en la garganta para devolver, me los meto en las orejas, un dedo en cada soplillo y me salen por la punta de los dedos que teclean con furia española, españoleando en plan cañí el teclado del ordenador, me salen las ideas, los pensares y los sentires que van apareciendo en negro sobre blanco y letra redondilla dibujados en la pantalla, vómitos del alma en letra de tipo Arial.

¿Qué de todas maneras hay quien no comprende como puedo vomitar “tanto” ni tan seguido? Vale. Muchas veces me lo dicen y siempre contesto que yo pongo mis modestas herramientas que son el estudio, la lectura, la memorización y el aprendizaje, ese que me pilla algunos amaneceres fritita sobre un libraco, porque me ha vencido el sueño y me quedo traspuestita. Vale, pues pongo mis escasos haberes y el resto lo recibo. Soy católica y por lo tanto la humildad es una obligación, como es obligación de las marbelleras el inyectarse bótox por toda la cara y quedarse impávidas y como esfinges, como es obligación que los calorro-macarras tuneen los coches y les pinten hasta tableros de ajedrez y manchas de leopardo.

Soy humilde y creyente y sé y siento que, la inspiración, la fantasía y la creatividad me vienen dadas por ese Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo y con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria y que habló por los profetas y por la Iglesia. ¿Si no de donde?. Yo me siento en mi laboratorio de ideas ante la pantalla, San Josemaría me guiña el ojo desde una foto, hay otra postal maravillosa del papa Juan Pablo II mirando a una paloma blanca que vuela y un recorte de prensa plastificado, del último día de vida del Santo Padre, es del ABC, la portada , se ve al Sumo Pontífice extremadamente fatigado y agarrado a una cruz y pone “Juan Pablo II en manos de Dios”.

¿Qué mi rincón mágico parece el altar de los toreros? Es que es un altar. La pequeña virgencita, la Rosa Mística rodeada por un collar muy humildito que le compré a una anciana en la playa, porque la vieja los hacía y los vendía, mi hijo mayor Gabriel Pineda en una foto hecha en La Campana de Ceuta, ante un café y un plato donde aparecen los restos de uno de los exquisitos pasteles de esa confitería donde trajinan en la trastienda ángeles pasteleros, mi San Josemaría, mi Juan Pablo II “Te quiere todo el mundo” una inquietante portada de El Semanal donde aparece el rostro de Cristo pintado por un pintor flamenco y la leyenda “¿Quién es este hombre?”.Mis amores. En mi altar están mis amores y una banderita de España, de las que regalan en los desfiles y una pegatina de Nuestro Padre Jesús Cautivo. Mis quereres y mis sentires.

Y escribo rodeada por el lugar donde encuentro a mis amores, que es el lugar de mi encuentro cotidiano con Cristo. ¿De donde cojones me van a salir tantas ideas y con tanta rapidez? Eso es imposible sin que el Espíritu Santo me aconseje, como ritual de trastorno alimentario, meterme un dedo en cada oreja y devolver sueños, fracasos, alegrías, penas, historias y reflexiones. Yo sola no soy capaz de hacer ni una plana de escritura con letra medianamente legible y encima soy vaga y en cuanto me aburro me quedo transpuesta echando una cabezadita reparadora.

A servidora de ustedes, la maestra ladilla, gentil y marisabidilla, la inspiración le es dada. Viene y ya está, el buen Dios me la otorga y puedo presumir de méritos ajenos, pero soy capaz de escribir “cualquier” cosa, incluso pasodobles al estilo Pemán, como el que me encargaron para la Pantoja, discursos, responsos, elegías, cartas abiertas y cartas petitorias. Veinte minutos cada seiscientas palabras y como me sale y siempre me sale, será que son cosas de la fe y que la fe mueve montañas y mueve mis dos dedos sobre el teclado que echa humo y tengo que enchufar el ventilador para que, las teclas, no sufran una combustión espontánea y salgan ardiendo de la energía que desprenden.

Así que ya lo saben. Dedicaré este puente del Pilar a memorizar y vomitar, a rezar y a soñar con batidos de fresa de esos que se hacen con helado y se le pone nata por encima y su poquito de sirope de fresa y su azúcar escarchada por el borde y a mi me dan mareos de angustias y de afanes porque estoy a régimen austero y los batidos son mi locura, pienso en ellos y sudo de agonía y entonces me pongo a aprenderme de memoria las revistas esotéricas del mes, tipo Enigmas, por hacer algo que me aplaque el estómago, porque, mis jugos gástricos rechazan con indignación las manzanas, los yogures 0 las tortitas de soja y las galletas de arroz.

¿Qué por que no premio mi creatividad otorgándome el bien supremo de un merengue en estos días de asueto? Por disciplina y no digan la palabra “merengue” porque me semidesvanezco de ansiedad y de gula. Vamos ¿Alguien puede pensar que es normal que una glotona de dulces y batidos como yo sea capaz de escribir algo coherente?. De eso nada. Es cuestión de iluminación y de creencias. Pienso luego existo. Y reflexiono luego creo. ¿Un mecanismo mental muy complicado? No. Complicadas las acrobacias aéreas de palomas y gaviotas, el trinar de los pájaros de mi calle que me hacen saltar de mi futón, aún de noche y sin clarear, porque, sin verlo, anuncian el día que se acerca y me avisan para que me despabile.

Misterio este sol otoñal que nos calienta, cuando en Europa tiritan y misterio los mares opalescentes, con el color del vientre de una caracola marina. El oficio de escribidora es solitario, verdad es. Es de pensamientos que se transforman en sentimientos casi físicos y se vive desde el lujo supremo, que para algunos es el coleccionismo de arte gótico y románico y para servidora es la soledad, cuando la soledad está llena de presencias queridas y el silencio del teclear imparable que crea ideas, que pare verbos y adverbios, sustantivos y calificativos.

Para que voy a mentirles, yo, la escribidora, soy un simple instrumento que golpea el teclado, el resto me viene dado, me regalan luz y yo, que nunca rechazo lo que es gratis, la absorbo como si se tratara de un batido de fresa con azúcar escarchada y su penacho de nata montada. Me la trago, me relamo con auténtica glotonería y doy gracias a Dios.
 

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