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OPINIÓN - JUEVES, 12 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Bilbao y Barcelona
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Creo haber contado ya esta anécdota, pero no tengo el menor inconveniente en repetirla, después de lo ocurrido, días atrás, en el Camp Nou. Donde se celebró el partido de la desvergüenza entre las selecciones de Cataluña y el País Vasco. Mientras tanto, Ángel Villar, presidente de la FEF, hacía el mejor don Tancredo de su vida.

Era Antonio Vázquez concejal de Deportes y me pidió que hiciera una gestión para ver si era posible que Telmo Zarra diera una conferencia en Ceuta. Me agradó la idea, porque muchas veces había oído hablar de las muchas cualidades que adornaban al delantero legendario. El hombre del gol frente a Inglaterra, en el Campeonado del Mundo celebrado en Brasil, en 1950. Y no dudé en ponerme en contacto con quien podía servirme de enlace con él: Manolo Delgado Meco. Manolo, a quien conocí en su niñez, me atendió de maravilla y no dudó en hacer posible que Zarra se me pusiera al teléfono. Y fue entonces cuando comprendí las razones por las que los españoles admirábamos y queríamos a un futbolista, nacido en el País Vasco, pero español como la copa de un pino.

Zarra era afable, educado, íntimo, sencillo, y me hablaba como si hubiésemos estado comiendo toda la vida en el mismo plato. Me agradó tanto su conversación, que dije entre mis conocidos que era aún mejor de lo que pensaba.

Aproveché el momento para preguntarle por el equipo de sus amores y por el jugador a quien más admiraba y no dudó en decirme lo siguiente:

-Mi equipo, después del Athletic, es, sin duda, el Real Madrid. Y te diré más: la directiva del Madrid está siempre pendiente de agasajarme por cualquier motivo. Sus directivos son más detallistas incluso que los del Athletic. Y mi jugador predilecto es Hugo Sánchez. Pero hazme un favor: no se te ocurra publicarlo porque aquí no lo entenderían, si acaso alguien leyera lo que te estoy contando.

Corrían los años ochenta y todavía ser hincha del Athletic Club de Bilbao o del Barcelona se podía entender. A pesar de los pesares que todos conocemos. Y hasta se les podía permitir a los aficionados de ambos clubes, ir de víctimas por las ayudas que el franquismo había prestado al Madrid. Una mentira como un templo de grande: pues Bilbao y Barcelona se repartían los títulos de la Copa de su Excelencia el Generalísimo, mientras los madridistas se quedaban en la luna de Valencia. Sobre todo el Athletic, por razones económicas y políticas que otro día explicaremos.

Pues bien, si entonces se podía entender que muchos españoles sintieran los colores rojiblanco y azulgrana como cosa propia, ahora me parece una cuestión de mal gusto y de falta de amor propio, por parte de quienes celebran las victorias de tales equipos y sufren con sus derrotas. Puesto que los dos clubs no merecen el menor aprecio de quienes hemos nacido en España y no sentimos españoles sin exagerar la nota.

Y es que toda situación tiene un límite y todas las afrentas una respuesta. Si ustedes, vascos y catalanes no quieren ser españoles, procuren meterse sus equipos, símbolos de los respectivos países, allá por donde Luis Aragonés dice que no le entra ni el bigote de una gamba. Esa situación se produjo en el Campo Nou. Un estadio donde las selecciones de Cataluña y el País Vasco fueron simples comparsas que sirvieron para que 40.000 tipos mostraran en las gradas su desprecio por los españoles.

¿Cómo es posible, pues, que viendo lo que se ha visto en el estadio azulgrana, en forma de pancartas, insultos, gritos, escenificaciones grotescas, etc, puedan muchos españoles seguir deseándoles el bien a Bilbao y Barcelona? Y encima, por si fuera insuficiente, un vasco preside la FEF desde hace veinte años. Así nos va...
 

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