En este fermoso país, de momento,
llamado España, deberían sacar una ley en la que quedase,
terminantemente, prohibido dimitir sea cual fuere el cargo
ocupado, por muy mal que se haga.
Y si a alguien, por un suponer, se le ocurriera la peregrina
idea de presentar su dimisión, le haríamos saber que es lo
que dice la ley sobre el asunto. Y si conociendo la ley,
siguiera insistiendo, haríamos caer sobre él interfecto todo
el peso de la ley.
Teniendo, siempre, en cuenta que hay cargos que deben ser
considerados eternos y que, los que los ocupan, no los echan
ni con agua caliente. Imaginense si se saca la ley que
servidor propone. Esos, como el Cid Campeador, siguen
gobernando hasta después de haber estirado la pata.
Nuestro seleccionador, Luis Aragonés, debe tener la creencia
que esa ley propuesta por el menda es, ya, una realidad y
por ello, a pesar de su insistencia en que si no conseguía
el objetivo marcado presentaría su dimisión, se aferra al
cargo con más fuerzas que algunos políticos locales se
aferran al suyo.
A todos estos, que se aferran al cargo como a un hierro
ardiendo, nada les importa hacer el ridículo y, mucho menos
haber dado su palabra de marcharse si las cosas iban mal.
No solo incumplen la palabra dada, sino que insisten en
continuar como si tal cosa, importándoles tres pepinos, lo
que opinen los demás y que le pidan, a voz en grito, que se
marche de una puñetera vez porque peor no lo pueden estar
haciendo.
Los hombres se visten por los píes y, desde mi particular
punto de vista, cuando se da una palabra esa se cumple pase
lo que pase, aunque el cumplimiento de esa palabra conlleve
la perdida de una pasta gansa.
Claro que pedirle, en este fermoso país, aún llamado España,
a alguien que dimita, por lo menos debe ser considerado como
una falta gravísima que puede llevar al interfecto incluso a
la trena. Manda...el asunto.
Hicimos el ridículo en el Campeonato del Mundo gracias a la
táctica empleada por el seleccionador en determinado
encuentro, donde había que jugar por las bandas con
velocidad y dejó sentados en el banquillo a Reyes y a
Joaquín.
El hombre había prometido marcharse si hacia el ridículo.
Pero ya lo dijo aquel del dicho al hecho hay un gran trecho
y donde dije digo dije Diego. Que falta de personalidad.
Y el hombre, como estaba mandado siguió en su puesto,
volviendo a hacer el ridículo frente a Suecia, un equipo
formado por quince amiguetes que se habían reunido una tarde
y a uno de ellos se le ocurrió decir: “Mira, como no tenemos
nada qué hacer, por qué no jugamos un partido contra
España”.
Claro que la culpa no la tiene él solo, tan culpable como él
seleccionador es el presidente de la Real Federación de
Fútbol, señor Villar, que debe ser de los que son eternos en
el cargo, aunque no haya hecho nada del otro mundo desde que
lo ocupa.
Miento, al decir que, Villar, no ha hecho nada y no me gusta
mentir. Ha hecho varias cosas,. no cerrarle el campo al
Barcelona con cabeza de cochinillo incluida y botella de JB
en el terreno de juego entre otras cosillas, mientras por
menos, se le cerraba el campo a la AD Ceuta. También ha
hecho, eso hay que reconocerlo que habiéndose retirado el
Barcelona de la Copa de S.M. El Rey, incumpliendo lo
reglamentado, que era estar un año sin poder participar en
esa competición, la volviése a jugar al año siguiente. Y
pelillos a la mar.
Este a igual que el seleccionador tampoco , por supuesto,
presentará la dimisión de su cargo. Que cargo con pasta
gansa, nada más que hay uno y a ti te encontré en la calle.
Aquí, en este fermoso país, de momento llamado España, no
hay un dios que presente la dimisión de su cargo, por mucho
ridículo que haga el gaché, hasta por fax.
Aquí, en este fermoso pais, de momento llamado España, si
tenemos algo bueno es premiar a las nulidades.Cuanto más
nulo es una persona más alto le llevamos y más pasta gansa
le damos. Qué le vamos a hacer, somos así no tenemos
remedio. Spain is diferent.
La mamarrachada que vimos frente a los suecos, esos quince
amiguetes que se reunieron una tarde, y acordaron jugar
contra España, lo mismo que cuando nos reuníamos en mi
adorado Callejón del Lobo y decidíamos echarle un partido a
los de la calle Linares por pasar el tiempo, fue de las de
hacen época.
Le regalamos a quien acierte a qué jugaba España, un coche
mercedes último modelo, un apartamento y un millón de euros.
No vale preguntarle a, Luis Aragonés, porque ese no sabe
nada de nada, ni siquiera a qué jugó España.
Y, por supuesto, no insistan pidiendo la dimisión ni de
Villar ni de Luis, no van a conseguir nada. Estos cargos,
como muchos otros, son eternos siempre y cuando, al hacerse
cargo de ellos, hagan la promesa de no hacer nada a no ser
hacer el ridículo.
También estos casos se dan en la política. Sin señalar que
está una jartá de feo
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