¿Qué cual es mi estado físico y
psíquico en este domingo otoñal? Gracias por la pregunta y
quedo muy reconocida por su interés, pero estoy derrengá
después de la movida semanal . Seguramente como todos
ustedes, a quienes, un par de días cortos de asueto, no
bastan para recargar las baterías. Pero también apuesto lo
que quieran a que no han tenido que hacer en una jornada un
ida y vuelta a la cárcel de Madrid VI que se encuentra en
Aranjuez, que está allá donde Cristo pegó las tres voces.
Aranjuez. Que voy que vengo. A ese y a otros largos
trayectos realizados en un día les llamábamos mi hijo mayor
Gabriel Pineda de las Infantas y yo un “mete y saca” porque
metes el pie en el acelerador y a la vuelta lo sacas. Salí a
una hora prudencial, en el precario vehículo de un amigo de
mi hijo mayor, que me acompañó para ir charlando con su
colega y que no se quedara transpuesto al volante, son seis
horas. Te pongas como te pongas, tanto Málaga-Madrid como
Málaga-Alicante son seis horas, con la primera parada y
fonda en el área de los Abades a la ida, un área que parece
una nave industrial hortera y a la que no pienso volver
porque han quitado la zona de fumadores y los pastelillos
píos nonos que sirven están demasiado mojados. Que jodan a
los Abades y a cuantas feas y cutres áreas-gasolineras
prohíban el sacrosanto derecho de encender un chestercito y
descansar echándose un piti. Mi dinero no lo van a ver ni en
fotocopia, porque yo gasto mis euros, trabajosamente
ganados, en un lugar donde me respeten como ser humano y
donde sean lo suficientemente libres y transgresores como
para pasarse por la ingle peluda las leyes restrictivas de
Estado-policial con las que, estos profesionales porculeros
de la buena conciencia, que nos gobiernan quieren
“salvarnos”. ¡Ya está bien de salvadores, de salvapatrias y
de salvapulmones ajenos! Que inmenso hastío y que
aburrimiento mortal me provocan…
Total, que, las siguientes dos o tres veces antes de llegar
al Centro Penitenciario a visitar a un paisano mío, nos
fuimos parando en ventitas, en bares de carretera sin
pretensiones, donde te dejan fumar y encima puedes degustar
productos autóctonos que no van envueltos en plástico y que
pueden tener cagarrutas de mosca pero no venenos tipo
conservantes y antioxidantes.Málaga-Granada-Jaén-Bailén, las
curvas de Despeñaperros, la frontera natural de la tierra de
María Santísima, que no de la del imán de la mezquita de la
calle La Unión de Málaga que es un apóstata renegado del
cristianismo llamado Félix Herrero, al que le tengo gato
desde hace tiempo y que me está buscando boca y me la va a
encontrar, aunque darle una garbañá no se la daré, porque me
da asco tocar a un renegado, en eso soy igualita que los
islámicos, que a sus apostatas les toman mucha manía y creo
que, hasta en algunos países hasta les matan, lo que debe
resultar muy deprimente para el apóstata y sentarle fatal.
Desecho la imagen de Félix Herrero con repugnancia y me
centro en esa llanura castellana que es más larga que un día
sin ansiolíticos y no digo el clásico “un día sin pan”
porque yo no como hidratos de carbono y sustituyo con
insípidas tortas de soja, por mor de la talla 38. ¿Qué
dicen? ¿Qué me deje de prolegómenos y les cuente como es la
cárcel de Madrid VI ¿. De acuerdo, obedezco y me amoldo a su
curiosidad. Nada, llegan a esa maravilla que es Aranjuez,
pero antes de entrar a deleitarse con sus arboledas y con la
idea preconcebida de que, los árboles milenarios continuarán
adornando la carretera de Toledo, tiras para la izquierda,
por una especie de deprimente llanura árida donde no
crecería ni una chumbera. Estamos en Castilla-La Mancha y
ancha es Castilla, que no repoblada ni reforestada, ahí se
ve lo negligentes y lo pasotas que son los de su gobierno
autonómico, que no plantan ni cardos. La cárcel en el
kilómetro 28 más o menos, a la vera de la carretera y
triste, como todas, aunque más triste que Alhaurín de la
Torre, desde donde se contempla un toque de verdor o
Albolote que está enclavada en un paisaje de olivares
dormidos.
Desde los chabolos de la cárcel de Aranjuez no debe verse
nada, porque aquello es la sublimación de la nada. Por
supuesto que no tiene el aire tétrico de Botafuegos en
Algeciras que tiene tanto malaje y es tan fatal que, de
vecino hay un cementerio moderno, de esos cuadriculados,
nada de avenidas de entrañables cipreses. Ese Centro
Penitenciario es, al menos, luminoso, no tienen los
cristales teñidos como Botafuegos, que parece que entras en
la cámara del terror y los funcionarios toledanos son
encantadores con los llegados de afuera y más si vienes de
Málaga porque entonces, te preguntan cotilleos alhaurinos. Y
tienen un barecito mal surtido, con una encargada marroquí
que contemplaba la lucha de un yonki del tercer grado con la
máquina de café, hasta que la máquina, ante la desesperación
del preso, se le tragó la moneda. En la máquina el café es
más barato que en el bar y aquel despojo humano sin dientes,
aunque se veía que estaba en tercer grado permanecía en la
cárcel, porque no tenía, ni adonde ir ni nadie que le
esperara. Como verán, adonde voy intento enterarme de todo,
no es vano soy la maestra ladilla, curiosa y marisabidilla.
El yonki, esquelético y con aspecto fatigado se acercó a la
barra y comenzó a contar unas monedas “¿Cuánto vale un
café?” La marroquí le miraba con fijeza “Ochenta céntimos”.
El hombre movió la cabeza “No tengo tanto ¿Y una magdalena?”
La mujer estaba trasteando con la máquina y le contestó dada
la espalda “Cincuenta céntimos”.
Yo me limitaba a observar, decidiendo que, en algún momento
había de participar en la escena. La máquina silbaba y el
preso volvió a mover la cabeza, derrotado “Tampoco tengo”.
Entonces la mujer le puso por delante al yonki un vaso de
plástico humeante, sin decir ni una palabra y de la bandeja
de la bollería le alcanzó un croissant relleno de chocolate
y se volvió hacia mí “De todas maneras, lo que no se come en
el día se tira… ¿Qué le pongo señora?”.
Murmuré “Un café, largo de café, por favor… ¿Es usted
marroquí?” Por la mirada de la mujer pasó una sombra de
desconfianza “Si” “Ana rifía” Una leve sonrisa, la miré a
los ojos “Es Ramadam”.
Y nos entendimos.
¿Qué no me emocione? Vale. No me emociono. ¿Qué les cuente
algo de ese talego? Bueno, sorprendente, ante las cuatro o
seis puertas de cristales blindados con barrotes que hay que
traspasar en otras cárceles allí pasas dos y todo el resto
está abierto, la puerta de acceso a la puerta de los
locutorios, la puerta de los locutorios. Un pasón de cómodo
y encima con buen trato, los locutorios grandes y limpios,
no se puede fumar pero se fuma y mi preso estaba contento
con las condiciones de vida, no como en otras cárceles donde
tienen a la gente amargada.
Carceleras otoñales en el regreso, ya caída la tarde,
fresquito en La Mancha y la parada en la venta costrosa a
deleitarme con esa delicia culinaria de harina frita con
azúcar llamadas “flores de La Mancha” y pasar Despeñaperros
bajando el cristal de la ventanilla para que entren en el
coche la luna llena, el Sur y la bendición de Dios. Una
pequeña oración de gratitud por haber vuelto a la tierra y
un recuerdo para una mujer de ojos profundos que, en Ramadam,
no podía socorrer a los pobres en las puertas del cementerio
musulman de su ciudad, pero que había reconfortado con un
café y un dulce a un yonki de venas rotas. Desde la
distancia: Que Dios te bendiga, mujer .Karim Ramadam.
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