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OPINIÓN - JUEVES, 5 DE OCTUBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Voy “guarnía”
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Esta coloquial expresión, enriquecedora de nuestro evolutivo idioma español, es muy típica de mi barriada, que no es en absoluto la Milla de Oro de Marbella, sino el Palo de Málaga, cuna de pescadores que se llaman marengos, de barcas de pesca heredadas de los fenicios que se llaman jábegas, de cursos profesionales de formación de espeteros, para que los parados aprendan a ensartar las sardinas plateadas por el lomo y ponerlas al fuego de leña y cuna también de los malabarismos idiomáticos del corralonerío y de merdellonas como yo. Será que, el merdellonerío es, antes que nada, una opción sentimental, cargada de simbolismos y el que, los gabachos, llamaran a los malagueños en tiempos pretéritos “merde de gens” mierda de gente y que, el habla autóctona lo transformara en el término “merdellón”, me parece algo de honda raigambre histórica andaluza.

Pero, la que suscribe no va guarnía por los avatares, las luces y las sombras, de la Historia de un antiguo Imperio en el que nunca se ponía el sol. No. Voy guarnía porque, para que no se me haga de menos, he comenzado con auténtico fanatismo una rigurosa cura anti-aging, de esas que están, de supermoda y que son lo más fashion del panorama actual. En estos lares (me refiero a Andalucía y no por supuesto a la barriada de el Palo) el fulano o la fulana que ha cumplido la cuarentena, e incluso la treintena y no se pone en manos de galenos para que les prescriban el anti-aging es que son piojosos, garrulos o muertos de hambre.

Eso si, madrileños y catalanes, que se dan de tener más postín y de ser más modernos, ya llevan con los milagros “antiedad”desde hace años y nos han tomado un mucho la delantera a los meridionales, que lo único que parecíamos saber de los progresos de la ciencia con respecto a ralentizar la oxidación del cuerpo humano es que, el gazpacho es muy sano y que, un chusco de pan con aceite de oliva o unos jurelillos asáos constituyen la saludable dieta mediterránea.

Vale. Comparados con los guiris del norte no comemos excesivamente mal, pero la alimentación, con ser esencial, no es suficiente para la cura antiedad, para el antiaging, por mucho que queramos consolarnos porque no tenemos los más o menos seis mil euros que viene a costar un tratamiento original, donde te hacen análisis hasta de las uñas de los pies (y no exagero). Te lo miran todo y desde todos los ángulos. ¿Qué gruñen? ¿Qué so toda la vida se ha llamado hacerse un chequeo? Si. Pero este tipo de chequeos es con muchos dengues y muchas modernidades, en plan elitista y tratándote como a un rey o a una reina. Luego atienden a los resultados y te ponen dietas, te dan pautas de vida y te prescriben química “para achuchar” y conseguir una especie de eterna juventud, que es lo que ha tratado el hombre de lograr desde los tiempos del Humanismo Renacentista hasta nuestros días, en plan retrato de Dorian Gray o de máquina del tiempo futurista.

Por supuesto que carezco de los medios como para dirigirme al exquisito Instituto Miramar de El Limonar a que me mimen las hormonas y menos aún a las clínicas Teknon o Dexeus, Ni falta que me hace, servidora es autodidacta es casi todos los temas del aprendizaje y, aunque ,las ideas se disparatan un poco por los excesos de lecturas y corres el riesgo de acabar como el Ingenioso Hidalgo Alonso de Quijano, que dicen que enloqueció por tanto leer novelas de caballería y le atacó un trastorno maníaco- depresivo, ese mal llamados por algunos “la enfermedad de Don Quijote” que no es más que la enfermedad bipolar, lo cierto es que, ser autodidacta y marisabidilla te hace ahorrar mucho dinero, lo que, dada mi escasez endémica, es fundamental para mi subsistencia. De hecho, aunque tuviera los euros en la bolsa de plástico, jamás me los gastaría en algo que no fuera la educación de mis churumbeles y en pagarles todo aquello que puedan atesorar en el laboratorio de ideas que es el cerebro de cada cual, lo que llevas aprendido y embutido en las neuronas, no te lo quita ni un desastre ecológico y encima lo llevas encima sin que, en los aeropuertos, tengas que pagar exceso de equipaje.

¿Qué cual es la cura que me tiene guarnía?. Pues se la cuento.Me levanto al alba, nada de gandulear en la cama, abro la puerta de mi patio para que entren la madrugada y la bendición de Dios y comienzo con el insano cafelito y con el primer chester, mea culpa, aunque a lo largo de la jornada me desintoxico a fondo. El Dobupal 150 para aguantar avatares múltiples, la tiamina en forma de Arcalión para mi cerebrito, el Tardyferón que es hierro para lustrar mis neuronas, las asquerosas galletas diet plus chopaítas en el café y dos cápsulas de ortosifón y dos de camilina para mear y drenar el litro y medio de agua que me meto entre pecho y espalda a lo largo de la jornada. La primera hora de andar, media hora ida y media vuelta, con parada en el bar de las cuatro esquinas a tomarme otro café, aún oscurecido y una hora de gimnasia a partir de las nueve en el gimnasio Tiempo Libre que abre antes que el Sunset y que, elitista, no es pero tiene lo mínimo para machacar. A mediodía me tomo un tomate, algo de comer y Multicentrum para más de cincuenta años y dos y dos cápsulas de Omega 3 y de Omega 6 para el colesterol, el sistema nervioso, los huesos y el cerebro… ¿Qué dicen? ¿Qué pare ya porque van a intoxicarse? Vale. Y dos yogures 0 calorías antes de cada comida para llenar las tripas y no embucharse en almuerzos o cenas. Nada de grasas, nada de bollería industrial, nada de maravillosos batidos de helado de fresa con nata, nada de fabulosos merengues azucarados, es decir, nada de lo que me gusta y me apetece, porque me apetecen los dulces y los chorizos en manteca preparados a la rondeña.

Pero la disciplina es fundamental para la antiaging, la disciplina alimentaria y la disciplina física, amen del aerobic mental para que las neuronas se sigan generando y evitar el riesgo de Alzheimer. Leer, escribir, memorizar y darse atracones estéticos disfrutando amaneceres y ocasos, con la conciencia de que, la naturaleza en sí es una inmensa obra de arte que nos ofrece el buen Dios gratuitamente y cada una de sus expresiones es un milagro que hace creer en el Hacedor. Un árbol es un inmenso milagro ¿Qué dicen? ¿Qué no lo es? Pues prueben a fabricarlo ustedes, vaciloncetes.

El cuerpo humano para mi es una máquina que hay que mimar y engrasar, nutrir, limpiar y tener en orden, como la sonería de un reloj. Cuando falla o para que no falle hay que recurrir al milagro de la química, porque no me negarán el carácter milagroso de los descubrimientos científicos cuando, mentes maravillosas, iluminadas por una Inteligencia Superior del Universo, ensartan enzimas, moléculas o lo que sea e inventan la aspirina, los antibióticos, las vacunas o cualquier pócima de moderno alquimista con bata blanca, con inteligencia capaz de crear o de tirar de la Creación para sanar al ser humano.

¿Qué exclaman con expresión engreída? ¿Qué “todas” las medicinas las hemos inventado y rescatado los maravillosos occidentales? Bueno. No discrepo. Si hoy la Humanidad se cura las cagaleras de la malaria, tiene erradicada la viruela, controlada la polio, combatido el cáncer y los transplantes al día es gracias al buen hacer y mejor entender de Occidente. De ahí que tantos míseros nos aborrezcan porque nos envidian y no han sido capaces de inventar ni las compresas con alas, ni los dodotis, ni nada tendente a mejorar y dar vida o calidad de vida al ser humano.

Eso si, también parte de los occidentales, entre los que no me incluyo, han inventado los complejos y creen que tienen que ir por la vida pidiendo perdón por la infinita superioridad intelectual, científica, tecnológica y artística que hemos recibido del Dios del Universo. Pero jilipollas, babosos y pamplineros haberlos haylos en todas las civilizaciones y tontos de baba han existido desde que el Hacedor dijo “¡Hágase la luz!” y decidió a quien iluminar con su Luz maravillosa.

Para mí que, los acomplejados y los ingratos que encima no son felices por haber recibido los dones que nos han sido otorgados por el Universo, no tienen cabida en nuestro club de buena gente, donde se huye de los sufridores profesionales y de los rencorosos como de la peste. Por cierto, los occidentales también combatimos y erradicamos la peste bubónica que tanto porculeó a la gente en la antigüedad y encima inventamos para combatir dolencias y patologías que no nos pertenecen , ni el sida, ni la malaria, ni el Ëbola, ni el dengue ni las enfermedades tropicales son de Occidente, pero es únicamente Occidente quien ha tenido que ponerse las pilas para combatirlas, porque somos buenos y generosos, somos un cacho de pan, no tenemos nada nuestro y somos muy curiosos para la limpieza y para nuestras personas, por eso inventamos los desodorantes en spray y los condones.

¿Ven? Entre el peso de mi cura antiaging, abdominales en gimnasio de barrio incluidos y el peso insoportable de la autocomplacencia que siento por ser cristiana y occidental y que, por lo tanto, me haya tocado el premio gordo de la lotería de la Historia, puedo manifestar con rotundidad y desde el pensamiento lógico más kantiano, que voy “guarnía”.
 

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