Esta coloquial expresión,
enriquecedora de nuestro evolutivo idioma español, es muy
típica de mi barriada, que no es en absoluto la Milla de Oro
de Marbella, sino el Palo de Málaga, cuna de pescadores que
se llaman marengos, de barcas de pesca heredadas de los
fenicios que se llaman jábegas, de cursos profesionales de
formación de espeteros, para que los parados aprendan a
ensartar las sardinas plateadas por el lomo y ponerlas al
fuego de leña y cuna también de los malabarismos idiomáticos
del corralonerío y de merdellonas como yo. Será que, el
merdellonerío es, antes que nada, una opción sentimental,
cargada de simbolismos y el que, los gabachos, llamaran a
los malagueños en tiempos pretéritos “merde de gens” mierda
de gente y que, el habla autóctona lo transformara en el
término “merdellón”, me parece algo de honda raigambre
histórica andaluza.
Pero, la que suscribe no va guarnía por los avatares, las
luces y las sombras, de la Historia de un antiguo Imperio en
el que nunca se ponía el sol. No. Voy guarnía porque, para
que no se me haga de menos, he comenzado con auténtico
fanatismo una rigurosa cura anti-aging, de esas que están,
de supermoda y que son lo más fashion del panorama actual.
En estos lares (me refiero a Andalucía y no por supuesto a
la barriada de el Palo) el fulano o la fulana que ha
cumplido la cuarentena, e incluso la treintena y no se pone
en manos de galenos para que les prescriban el anti-aging es
que son piojosos, garrulos o muertos de hambre.
Eso si, madrileños y catalanes, que se dan de tener más
postín y de ser más modernos, ya llevan con los milagros
“antiedad”desde hace años y nos han tomado un mucho la
delantera a los meridionales, que lo único que parecíamos
saber de los progresos de la ciencia con respecto a
ralentizar la oxidación del cuerpo humano es que, el
gazpacho es muy sano y que, un chusco de pan con aceite de
oliva o unos jurelillos asáos constituyen la saludable dieta
mediterránea.
Vale. Comparados con los guiris del norte no comemos
excesivamente mal, pero la alimentación, con ser esencial,
no es suficiente para la cura antiedad, para el antiaging,
por mucho que queramos consolarnos porque no tenemos los más
o menos seis mil euros que viene a costar un tratamiento
original, donde te hacen análisis hasta de las uñas de los
pies (y no exagero). Te lo miran todo y desde todos los
ángulos. ¿Qué gruñen? ¿Qué so toda la vida se ha llamado
hacerse un chequeo? Si. Pero este tipo de chequeos es con
muchos dengues y muchas modernidades, en plan elitista y
tratándote como a un rey o a una reina. Luego atienden a los
resultados y te ponen dietas, te dan pautas de vida y te
prescriben química “para achuchar” y conseguir una especie
de eterna juventud, que es lo que ha tratado el hombre de
lograr desde los tiempos del Humanismo Renacentista hasta
nuestros días, en plan retrato de Dorian Gray o de máquina
del tiempo futurista.
Por supuesto que carezco de los medios como para dirigirme
al exquisito Instituto Miramar de El Limonar a que me mimen
las hormonas y menos aún a las clínicas Teknon o Dexeus, Ni
falta que me hace, servidora es autodidacta es casi todos
los temas del aprendizaje y, aunque ,las ideas se disparatan
un poco por los excesos de lecturas y corres el riesgo de
acabar como el Ingenioso Hidalgo Alonso de Quijano, que
dicen que enloqueció por tanto leer novelas de caballería y
le atacó un trastorno maníaco- depresivo, ese mal llamados
por algunos “la enfermedad de Don Quijote” que no es más que
la enfermedad bipolar, lo cierto es que, ser autodidacta y
marisabidilla te hace ahorrar mucho dinero, lo que, dada mi
escasez endémica, es fundamental para mi subsistencia. De
hecho, aunque tuviera los euros en la bolsa de plástico,
jamás me los gastaría en algo que no fuera la educación de
mis churumbeles y en pagarles todo aquello que puedan
atesorar en el laboratorio de ideas que es el cerebro de
cada cual, lo que llevas aprendido y embutido en las
neuronas, no te lo quita ni un desastre ecológico y encima
lo llevas encima sin que, en los aeropuertos, tengas que
pagar exceso de equipaje.
¿Qué cual es la cura que me tiene guarnía?. Pues se la
cuento.Me levanto al alba, nada de gandulear en la cama,
abro la puerta de mi patio para que entren la madrugada y la
bendición de Dios y comienzo con el insano cafelito y con el
primer chester, mea culpa, aunque a lo largo de la jornada
me desintoxico a fondo. El Dobupal 150 para aguantar
avatares múltiples, la tiamina en forma de Arcalión para mi
cerebrito, el Tardyferón que es hierro para lustrar mis
neuronas, las asquerosas galletas diet plus chopaítas en el
café y dos cápsulas de ortosifón y dos de camilina para mear
y drenar el litro y medio de agua que me meto entre pecho y
espalda a lo largo de la jornada. La primera hora de andar,
media hora ida y media vuelta, con parada en el bar de las
cuatro esquinas a tomarme otro café, aún oscurecido y una
hora de gimnasia a partir de las nueve en el gimnasio Tiempo
Libre que abre antes que el Sunset y que, elitista, no es
pero tiene lo mínimo para machacar. A mediodía me tomo un
tomate, algo de comer y Multicentrum para más de cincuenta
años y dos y dos cápsulas de Omega 3 y de Omega 6 para el
colesterol, el sistema nervioso, los huesos y el cerebro…
¿Qué dicen? ¿Qué pare ya porque van a intoxicarse? Vale. Y
dos yogures 0 calorías antes de cada comida para llenar las
tripas y no embucharse en almuerzos o cenas. Nada de grasas,
nada de bollería industrial, nada de maravillosos batidos de
helado de fresa con nata, nada de fabulosos merengues
azucarados, es decir, nada de lo que me gusta y me apetece,
porque me apetecen los dulces y los chorizos en manteca
preparados a la rondeña.
Pero la disciplina es fundamental para la antiaging, la
disciplina alimentaria y la disciplina física, amen del
aerobic mental para que las neuronas se sigan generando y
evitar el riesgo de Alzheimer. Leer, escribir, memorizar y
darse atracones estéticos disfrutando amaneceres y ocasos,
con la conciencia de que, la naturaleza en sí es una inmensa
obra de arte que nos ofrece el buen Dios gratuitamente y
cada una de sus expresiones es un milagro que hace creer en
el Hacedor. Un árbol es un inmenso milagro ¿Qué dicen? ¿Qué
no lo es? Pues prueben a fabricarlo ustedes, vaciloncetes.
El cuerpo humano para mi es una máquina que hay que mimar y
engrasar, nutrir, limpiar y tener en orden, como la sonería
de un reloj. Cuando falla o para que no falle hay que
recurrir al milagro de la química, porque no me negarán el
carácter milagroso de los descubrimientos científicos
cuando, mentes maravillosas, iluminadas por una Inteligencia
Superior del Universo, ensartan enzimas, moléculas o lo que
sea e inventan la aspirina, los antibióticos, las vacunas o
cualquier pócima de moderno alquimista con bata blanca, con
inteligencia capaz de crear o de tirar de la Creación para
sanar al ser humano.
¿Qué exclaman con expresión engreída? ¿Qué “todas” las
medicinas las hemos inventado y rescatado los maravillosos
occidentales? Bueno. No discrepo. Si hoy la Humanidad se
cura las cagaleras de la malaria, tiene erradicada la
viruela, controlada la polio, combatido el cáncer y los
transplantes al día es gracias al buen hacer y mejor
entender de Occidente. De ahí que tantos míseros nos
aborrezcan porque nos envidian y no han sido capaces de
inventar ni las compresas con alas, ni los dodotis, ni nada
tendente a mejorar y dar vida o calidad de vida al ser
humano.
Eso si, también parte de los occidentales, entre los que no
me incluyo, han inventado los complejos y creen que tienen
que ir por la vida pidiendo perdón por la infinita
superioridad intelectual, científica, tecnológica y
artística que hemos recibido del Dios del Universo. Pero
jilipollas, babosos y pamplineros haberlos haylos en todas
las civilizaciones y tontos de baba han existido desde que
el Hacedor dijo “¡Hágase la luz!” y decidió a quien iluminar
con su Luz maravillosa.
Para mí que, los acomplejados y los ingratos que encima no
son felices por haber recibido los dones que nos han sido
otorgados por el Universo, no tienen cabida en nuestro club
de buena gente, donde se huye de los sufridores
profesionales y de los rencorosos como de la peste. Por
cierto, los occidentales también combatimos y erradicamos la
peste bubónica que tanto porculeó a la gente en la
antigüedad y encima inventamos para combatir dolencias y
patologías que no nos pertenecen , ni el sida, ni la
malaria, ni el Ëbola, ni el dengue ni las enfermedades
tropicales son de Occidente, pero es únicamente Occidente
quien ha tenido que ponerse las pilas para combatirlas,
porque somos buenos y generosos, somos un cacho de pan, no
tenemos nada nuestro y somos muy curiosos para la limpieza y
para nuestras personas, por eso inventamos los desodorantes
en spray y los condones.
¿Ven? Entre el peso de mi cura antiaging, abdominales en
gimnasio de barrio incluidos y el peso insoportable de la
autocomplacencia que siento por ser cristiana y occidental y
que, por lo tanto, me haya tocado el premio gordo de la
lotería de la Historia, puedo manifestar con rotundidad y
desde el pensamiento lógico más kantiano, que voy “guarnía”.
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