Que la política se juega sobre un
terreno donde sólo los que lo practican saben adaptarse, es
una de las máximas que imperan para conocer cómo moverse en
este, aparentemente frenético panorama en el que los ataques
más desaforados no están reñido con la cordialidad y el buen
trato que es menester fuera de este puntual y, a veces,
aguerrido ‘campo de juegos’.
Es muy lógico que rivales y defensores a ultranza de sus
respectivos bandos políticos, se aferren en su rincón de la
verdad en la defensa de sus tesis.
Es razonable que la ironía, la socarronería, los juegos de
palabras y, en último extremo por ser el peor recurso
político muy dado entre los mediocres, la demagogia sean
recursos utilizados en la llamada ‘gresca’ política.
Los rivales políticos, aunque en muchos momentos converjan
en escenarios de responsabilidad común, en el que unir sus
fuerzas, son, -por definición- enemigos irreconciliables en
el cotidiano ejercicio de esta –para muchos- profesión.
A nadie debe sorprender pues que, en función del momento
coyuntural que se vive por las cercanías de la celebración
de unos comicios como los del mes de mayo –cinco meses es
nada-, la temperatura de la olla política comience a
alcanzar niveles más caldeados.
Nadie puede escandalizarse, por tanto, de los medios que
sean utilizados para alcanzar esos llamados réditos
políticos, máxime cuando –como hemos dicho- en este concreto
escenario de la política, las reglas del juego son tan
amplias como variopintas.
El halago siempre debilita, así que no es bueno rodearse de
palmeros capaces de hacer perder la visión real de los
acontecimientos. Es tiempo de tener muy claro el camino y
despejado el visor.
Será tan fuerte como casi invencible, aquel que tenga su
retaguardia unida, la conciencia de la labor pública limpia
y la capacidad de llegar con más facilidad al potencial
elector..
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