Parece ser que todo el mundo tiene
derecho a juzgar y más si de un personaje famoso y popular
se trata. Y viene ello a cuento por el juicio mediático
(menuda palabreja, que aunque nos resistamos a pronunciarla
es la que mejor entienden quienes siguen apasionadamente los
hechos y que acaban de poner de moda los cronistas y
colaboradores habituales de las tertulias principalmente
televisivas) que se le viene llevando a cabo a la cantante
Isabel Pantoja. No puede permitírsele, según estos
tertulianos, que se haya enamorado de un hombre que tendrá o
no (todas sus causas se encuentran sub-iúdice)
responsabilidades con la justicia pero ello, pensamos, no
debe ser motivo para que se le venga llevando a cabo un
pertinaz seguimiento a todo cuanto haga, un estrecho marcaje
que los más acérrimos entrenadores del “calcio” quisieran
para sus equipos, no solo a la artista, sino a sus
familiares mas directos, hijo, madre y hermanos, o sea, que
Isabel de ahora en adelante, por mantener relaciones con un
presunto delincuente, va a ser responsable de todo lo que
pueda relacionarse con el mismo.
Estos tertulianos, algunos de los cuales deberían lavar
antes sus culpas como la tal Lozano que avergonzó a media
España (vergüenza ajena se entiende), con sus aseveraciones
sobre la vida o muerte de Rowina Power hija del cantante
italiano Al Bano, a quien ya tenía poco menos que resucitada
y escondida en un paraje que ni en los cuentos de hadas se
describe con mas exactitud. Luego, como es natural, ante la
amenaza y denuncia judicial llevada a cabo por el artista,
tuvo que volver de sus opiniones y pedir perdón, no sin
antes interpretar un solo dramático para justificar el
reconocimiento público de su error y responsabilidades
penales en que había incurrido.
Algo parecido sucede con el “periodista” Temprano, de
profesión “paparachi”el que siempre llega a tiempo (será por
aquello del apellido) de poner en público conocimiento las
posibles desvergüenzas que puedan tener quienes por su fama
o interés son famosos, y además les persigue, cámara en
ristre, para luego comerciar con las imágenes captadas. ¿Y
de la tal María Patiño y de Mariñas, que me dicen?. Y unos
cuantos más cuyos nombres desconocemos ya que no les
prestamos mas atención que la que nos obliga el tener que
compartir, en ocasiones, con la familia de género femenino,
estos programas televisivos.
O sea, toda una pléyade de criticones de palabra, que no de
las letras, a quienes como verdaderos exaltados y xenófobos,
habría que decirles aquello del sermón del Evangelio de San
Juan cuando los fariseos, auténticos cínicos, traen ante la
presencia de Jesús a una mujer a la que maltrataban y
tiraban piedras porque la habían encontrado en adulterio
preguntándole ¿qué dices, Jesús?, puesto que la ley judía
establece que quien fuera encontrada en adulterio sería
condenada a muerte a pedradas, a lo que Jesús les contestó
lo ya sabido de que “el que esté libre de pecado que tire la
primera piedra”.
No somos inquisidores ni benefactores de quienes transgreden
o quebrantan las leyes, sea por cohecho, malversación o
tráfico de influencias como las que se le imputan a Julián
Muñoz, pero tampoco aceptamos el que, por el mero hecho de
justificar una presencia ante las cámaras, con el
consiguiente beneficio económico, se ensañen con aquellos
que no están en la misma situación de ventaja que ellos tal
es el caso que nos ocupa, emitiendo juicios de valor como si
de un tribunal popular se tratase, día tras día, mañana
tarde y noche, en ciertos programas televisivos.
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