Cuando llegué el viernes noche al
centro de Madrid, procedente de hacer una visita en una de
sus lejanas y frías cárceles, se acababan de encender los
seis millones de bombillas del alumbrado navideño. O al
menos eso publicitan: que son seis millones y que las han
alumbrado en fecha temprana para satisfacer a la ciudadanía.
Y eso está bien. Me refiero a decorar las calles lo antes
posible porque, la misión de los políticos municipales es
hacer que, sus votantes, se sientan felices. El derecho a la
felicidad que, según Rojas Marcos es el cumplimiento de las
expectativas, es inalienable en el ser humano y quien así lo
reconoce y actúa en consecuencia acierta. Las expectativas
en estas fechas que se van adornando con la bellísima
parafernalia navideña, son vivir y sentir cada vez más
intensamente el significado de la fiesta grande de la
cristiandad, por aquello de disfrutar y reafirmarnos, que
son sentires que refuerzan la autoestima. Pero…
No he visto decoración navideña más horrorosa en todos los
días de mi vida, árboles con bombillas azules, bonitos,
pero, en el Paseo del Prado han ideado unas culebras doradas
demasiado rígidas y a continuación, sustituyendo los motivos
tradicionales, una especie de líneas de luz paralelas y
fragmentadas que no significan nada y más adelante espirales
y espirales. Porque Albertín, el alcalde, pijoprogre y que
se chala por parecer de vanguardia ha contratado las ideas
de diseñadores supuestamente cool como Devota y Lomba o la
Ruiz de la Prada, que han querido hacerse los modernos
diseñando adornos pesadillescos. Dinero tiene que haber
costado la innovación. Mucho. ¿En Ceuta son los mandatarios
pijoprogres o tradicionales? Espero por el placer estético
de ustedes que sean de los segundos. ¿Qué que hice en
Madrid? Cené, dormí y me volví ayer en el tren de la mañana.
Por cierto, si son fumadores les aconsejo que no vayan a Da
Nicola de calle Orense, porque nos apartan en un lugar
independiente, oscuro y mal ventilado. ¿Qué que cené? Bueno,
yo nunca ceno más que galletas de soja, pero por ir con mi
chiquitillo, el que hace el master y no pregonar mis
problemillas con la comida, pedí una ensalada de pasta. La
pasta helada, la ración escasa, el salmón se intuía en algún
lugar y , supongo que para castigarnos por ser adictos a la
nicotina, escatimaban hasta en el hielo de la bebida, como
si el camarero estuviera coleccionando los cubitos para
hacer una urbanización de iglús. Hay tan feroz especulación
inmobiliaria que la gente se envenena y se deja llevar por
la avaricia.
Pero que, el viernes pasado inauguraran el alumbrado y que,
en el rato que estuve en el Corte Inglés de Castellana
satisfaciendo malamente las imperiosas ansias consumistas de
mi niño, sonaran villancicos, todo adelanta una Navidad que,
de alguna manera ansiamos y que ha llegado lluviosa y
desapacible a los madriles donde les aseguro que, con el
profesor Tierno Galván como alcalde, en aquellos años sin
tanta crispación ni mala leche, se vivía infinitamente mejor
y existían una calidad de vida y una seguridad ciudadana que
eran impecables. ¿En qué nos habremos equivocado o en que
habremos fallado para que, la situación nacional se haya
vuelto tan incómoda? Algo ha fallado en el Sistema, igual
que han fallado los adornos luminosos de Madrid.
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