Ceuta, como cualquier otra región,
provincia, municipio que se precie, ha conmemorado el día
contra la violencia de género. Un recuerdo, siempre
presente, a la persona que sufre por causa de su género
(masculino o femenino) el siempre atroz maltrato bien
físico, bien psíquico. Y un recuerdo profundo de indignación
por las sesenta y una víctimas mortales que se ha llevado
este repugnante y cobarde mal generado por auténticos
despojos humanos presentes en nuestra sociedad.
La Plaza de la Constitución ha sido el escenario elegido
donde se han unido para tal acontecimiento los
representantes de las instituciones de nuestra ciudad, donde
han coincidido representantes políticos de la ciudad,
representantes de la sociedad civil, donde ha coincidido la
ciudadanía. Al menos, algo que nos une.
Momentos de recuerdo y de protesta ante esta plaga con la
que parece no poder acabar ni políticos, ni jueces.
Indignación generalizada por las terribles causas que
produce este fenómeno derivado de la inadaptación, de la
intolerancia, de la incomprensión… de la educación.
Con el ánimo de educar a las futuras generaciones en el
ámbito de la igualdad, sin exclusiones por razones de sexo,
los adultos de hoy podemos frenar de golpe lo que en estos
momentos nos produce indignación.
Aislar a los intolerantes, motivar la libertad, la
responsabilidad, ampliar o reforzar valores éticos en una
sociedad que se individualiza a pasos agigantados y que se
obceca en un entorno egoísta y casi sin escrúpulos, es una
labor de todos los ciudadanos de bien a los que nos compete
ejercer el abanderamiento de la causa ante unos políticos
incapaces de adaptar leyes, con el dinamismo necesario, en
función de estos llamados fenómenos sociales que nos superan
por falta de respuesta adecuada.
Ayer fue un día de recuerdo. Recuerdo por las víctimas y
recuerdo de la incapacidad manifiesta que, de momento,
mantenemos para erradicar estas primitivas, irracionales y
denigrantes prácticas de nuestra sociedad, de nuestro
sistema.
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