Pues resulta que, a mis más de cincuenta años de vivir en
nuestra bendita España, de publicar cuarenta o cincuenta
artículos sobre Etología de cánidos, de tener agotados dos
de los tres libros publicados sobre este tema y de lidiar
diariamente con estudiantes de esta disciplina, llego a la
conclusión de que lo que explico, o bien es mentira y todo
ha sido una pérdida de tiempo de locos como yo con programas
doctorales, o andamos en un proceso evolutivamente estúpido
a la española, dentro de una etnia posiblemente desdoblada
por la voluntad de unos pocos, estimulada por otros
descerebrados y en el que campean los gorrones y los
petardistas antropológicos.
Curiosamente los animales -que según Santo Tomás de Aquino
son seres irracionales- practican unos sistemas tan
adaptativos que impiden el imperio del golfo como norma
social. A cada uno lo suyo: Tit for Tat o lo que es lo
mismo; hoy por ti y mañana por mi pero si tu no cumples, ten
por seguro que te voy a dar la del tigre.
Siempre en el mundo animal hay un “espabilao” que trata de
vender sacos de humo y vivir a costa del trabajo del pobre
cazador que busca su recurso; el clásico gorrón, vamos. Sin
embargo, ellos saben muy bien que solo pueden pegar la gorra
una vez e inmediatamente cambian la estrategia del gorroneo
por la mutualista, que esa si que es la acertada y bien
vista entre ellos. Pero hete aquí que en nuestra opulenta
sociedad española – y digo española- en vez de premiar al
individuo apto que consigue vencer la apendicitis,
sobrevivir a un sistema educacional perverso y superar el
paro, premiamos al cantamañanas ocioso, mal preparado,
estafador e insolidario. Y lo premiamos dándolo poder, fama
y el dolce far niente como medio de buscarse las
habichuelas.
Los niños pensábamos antaño en crecer para ser “hombres de
provecho” y eso, que suena fatal, consistía en estudiar,
aguantar broncas y algún que otro capón docente. Luego venía
el servicio a la patria –que peor suena todavía- la búsqueda
frenética de un puesto de trabajo y la independencia del
sistema parental. Después; pagar impuestos, buscar una
pareja, tener chiquillos contenedores de nuestros genes y
mantenerlos sin que les faltase lo que a nosotros nos fue
negado; libertad para cogerse túrdigas en el botellón,
tocarse la breva y agredir a los profesores que tratan -
desgraciados de ellos - de hacerlos menos analfabetos.
El problema es que, como he dedicado parte de mi vida a
estudiar a los animales, he llegado a la íntima convicción
de que nuestros niños como todos los hijos de mamífero,
tratan de vivir bien, comer hasta hartarse, fornicar lo que
puedan y trabajar lo mínimo posible. ¡Eso es normal! Y que
me perdonen los psicólogos, filósofos, ideólogos y todos
aquellos que opinan que el niño, por el mero hecho de serlo,
es un ser altruista, bueno y puro. Y si no me perdonan…..Me
importa una higa. Opino que, a lo sumo, el niño es inocente
de las cabronadas sociales que ejercemos sobre él hasta que
deja de serlo, por la edad.
El niño, como cualquier mamífero gregario, necesita una
disciplina que le permita sobrevivir en una sociedad
jerarquizada porque jerarquizados, lo estamos. Necesita unos
patrones de honradez, trabajo para acceder a recurso y
tranquilidad territorial. Evidentemente este no es un modelo
políticamente correcto. Todo esto debe ser una concepción
errónea de los majaderos que como yo, pagamos impuestos,
respetamos las leyes por desastrosas que nos parezcan,
llevamos el coche asegurado y no conducimos borrachos y por
la izquierda.
¿Quizás son ellos los responsables? Pues ya les digo que no
porque ellos hacen lo que les dejamos hacer los legisladores
de nuestra edad, los prohombres sociales, los padres de la
patria y por supuesto, los educadores televisivos. Y si
pegarle una paliza a un profesor supone una regañera o
tratar de quemar a un guardia es una travesura de los chicos
de la gasolina, pues vamos a ello y que les den por saco a
los fascistas represivos. Que me den una vivienda digna para
no ser ocupa, qué coño.
Unos de mis hijos, docente por oposición, encuestaba a su
alumnos sobre lo que querían ser el día de mañana. Hubo
respuestas para todo pero leí a una tal Jennifer que decía
quería estudiar la carrera de “famosa”; algo así como la un
ídolo cubano de moda en nuestra gloriosa y educativa T.V.
Otro, el mejor por supino, decía que quería ser pensionista
como su abuelo y otro porcentaje muy alto, modelos medio
anoréxicas o futbolistas de cuenta abultada y bragueta
floja.
Estamos en el Neolítico Windows y aún así, no podemos
desprendernos de nuestros fundamentos biológicos. Muchos
quieren ser de la clase dominante o Alfas – a lo que también
optan los animales gregarios- pero con una diferencia; entre
los animales, aunque no sean demócratas, ejerce el liderazgo
el que se lo merece, da ejemplo y está realmente preparado.
Aquí al que roba “presuntamente”, miente como un bellaco y
no pega ni palo al agua, no solo no le damos la del pulpo
sino que le pagamos para que nos joda la siestecita con su
verborrea indocumentada.
¿Qué nos queda a los que pagamos impuestos y respetamos al
prójimo? Pues mirar con envidia a los leones de la 2, oír
las gilipolleces de nuestros Alfas y esperar a que los años
pasen y estemos listos para entregar el equipo, eso si, en
silencio y sin símbolos religiosos.
* Diplomado en estudios avanzados universitarios de Tercer
Ciclo doctoral en comportamiento animal y humano. Presidente
de AEPE. Autor de los libros: En los bancales del Sur, HUTA
y la Etología del Perro.
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