¿Qué si estoy a favor o en contra
de la energía nuclear? Bueno, estoy a favor de “nuestra”
energía nuclear y por ello voy a contarles una historia que
me aconteció hace algún tiempo, trabajando yo en otro
periódico. Me encontraba leyendo el ABC y me sorprendió en
la sección de cartas al director el título “Petición de
ayuda”. Se trataba de la madre sor María Guadalupe, priora
de las de las Carmelitas Descalzas de Baeza en Jaén que
solicitaba donativos para parchear su convento que se les
estaba viniendo abajo, pese a ser monumento.
Me pilló escasísima de fondos, lo que en mí es endémico,
pero al menos tenía seiscientas líneas en la página tres de
un diario y eso ya era tener algo, así que me trajiné a un
compañero y conseguí que me llevara a Baeza para ver y
sentir en vivo y en directo, como vive una comunidad de esas
monjas de clausura que son las auténticas centrales
nucleares de nuestra fe. Era mi mísera respuesta a una
petición de ayuda que me impactó y me hizo desear ser una de
esas fortunas que aparecen, remilgadas y atildadas en el
Hola, para poder llegar y decir “Tomen, hermanitas”. Pero no
pude llevarles más que unos llaveros con la imagen del
Sagrado Corazón, diez exactamente, porque diez eran las
santas mujeres, todas ancianas, que vivían pasando fatigas y
en la más absoluta pobreza en el maravilloso convento de la
Encarnación, en pleno corazón de Baeza y ocupando unos
metros que hubieran echo las delicias de cualquier promotor.
Hoy no recuerdo una jornada visitando aquella maravilla de
ascetismo con la superiora, recuerdo un sueño con huerto y
cementerio, hermanas bordadoras tratando de levantar unos
céntimos con bordados artesanales donde, los ángeles del
buen Dios dan a los pedales de la máquina de coser. Pero los
ajuares primorosos de antaño ya no se llevan y ganarse el
pan dibujando arabescos sobre tela es, más que dificultoso,
imposible. Hablé y me hablaron, como, de lo poco que poseen
se apañan, cuando llega la temporada de la oliva, para
darles bolsas de comida a los inmigrantes que acuden al
torno.
Bueno, vale, no son “exactamente” bolsas, como mucho un
bocadillo de atún, un cartón de leche y una fruta, pero
quitándoselos ellas de comer y alimentándose de oraciones
susurradas en su bella iglesia barroca, esa que los rojos
quisieron quemar durante la República y que tuvo como
salvador a un capitán republicano amante del arte que se
plantó pistola en mano ante los incendiarios. La hermosura
del templo del Convento impresionaba, pero aún más bella era
la imagen que se publicó en mi periódico donde, las hermanas
formaban corro en el patio central, sentadas en sillas de
enea bajo los frutales centenarios, cosiendo y cantando,
riendo y rezando. Como regalo me habían preparado una
bandeja de merengues para la vuelta, pero yo no me quería ir
sino quedarme con ellas y enamorarme de esa vida pequeña y
sublime.
He puesto una denuncia a unos tipos en Ceuta, pero Dios
escribe derecho con renglones torcidos y estoy dispuesta a
retirarla y perdonarles, como condición un donativo que
empiece con una cifra al menos y que acabe con tres ceros
para nuestras centrales nucleares, es decir, nuestras
carmelitas.
Que vayan a Baeza a llevarles el donativo y que vivan unas
horas la vida de esos ángeles. Yo retiro la denuncia. No
pido nada más.
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