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OPINIÓN - SÁBADO, 25 DE NOVIEMBRE DE 2006

 
OPINIÓN / EDITORIAL

El área de Menores, caballo de batalla

Si alguien tiene dudas de que Ceuta es una ciudad que acoge y calla, sólo debe realizar un pequeño repaso a la historia más o menos reciente para comprobar tal afirmación y, por supuesto, ratificarla.

Es cierto que cuando se discutieron las transferencias para nuestro ‘modosito’ Estatuto de Autonomía, no se contempló -probablemente- la presencia de estos llamados Menores Extranjeros No Acompañados (MENA) dado que hace algo más de una década el fenómeno de la inmigración, como actualmente la conocemos, era incipiente y escasa si la comparamos con nuestros días.

Las regiones españolas más próximas, por sus fronteras, a países de los llamados pobres comenzaron, allá por finales de los noventa, a encontrarse con la problemática que acarreaba la presencia de jóvenes inmigrantes que no alcanzaban la mayoría de edad. La Ley exige a las administraciones la custodia de menores en desamparo -y estos, evidentemente lo son-.

Andalucía, Ceuta y Melilla sufren en primera línea el efecto de los llamados menores marroquíes (en nuestra ciudad conocidos como transfronterizos -le ponemos nombre a todo y además se institucionaliza-). Los recursos económicos de Ceuta son los que son y de la precariedad y las presiones de la Fiscalía de Menores, se ha pasado a disponer de centros cualificados que cumplen con rigor la inflexibilidad de la Ley que proteje a los menores de 18 años. Todo ello en menos de una década. Hoy en día, los números son así de fríos, Ceuta cuenta con 129 plazas con sus 19 kilómetros cuadrados. Cantabria con sus aproximadamente 8.000 kilómetros cuadrados cuenta con 110. Andalucía mantiene que son algo más de 200 euros diarios los que le cuesta un menor. Ceuta se aproxima a los 240 euros. Ambas administraciones suman todos los gastos que genera el cuido directo al menor (mantenimiento de instalaciones adecuadas, personal de custodia, monitores, profesores...) y lo dividen ente el número de menores que acogen. Lo demás, pura demagogia política y los menores no deben ser, por definición, motivo de gresca política entre partidos adversos y sí de especial atención.
 

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