Con referencia al artículo de J. L Navazo publicado el lunes
20, nada tengo que objetar a su estilo desenfadado,
iconoclasta y ameno. Sin embargo, no puedo dejar de replicar
a los graves errores de hecho en los que incurre al dejarse
llevar por su provocadora pluma.
En primer lugar, frente a la pregunta del título “¿Españoles
de segunda?”, la contestación es rotundamente “no”. El
Consulado de España en Tetuán se ocupa de todos los
ciudadanos que pueden presentar documentación española, y
ello a pesar de que en muchos casos hayan accedido a la
cárcel como ciudadanos marroquíes, por tener doble
documentación.
En el caso de los jóvenes Hiassin y Nordin, la intervención
del Consulado, sin duda por el eco que tuvo su arresto en la
prensa marroquí y ceutí como integristas sospechosos de
planear acciones violentas, nos permitió una actuación
inmediata.
El primer día de su estancia en la cárcel, y con ocasión de
la visita periódica que estaba haciendo con mi colaborador
José Manuel González Lagares, a los ocho presos aquí
detenidos, entre los que un 50% suele tener también
nacionalidad marroquí a los ojos de estas autoridades,
pudimos preguntar por los dos jóvenes ceutíes, y
entrevistarnos en privado con ellos para apoyarles en todo
lo posible.
Inmediatamente, transmitimos al Director de la cárcel su
petición de mejorar su ubicación en el recinto
penitenciario, y comentamos con él los pasos que daría la
justicia marroquí. Prometimos a los jóvenes españoles el
mismo apoyo que da España a todos sus detenidos en el
exterior, consistente en ayuda alimentaria, médica y de otro
tipo hasta un importe mensual de 120 euros.
Ese mismo día, 8 de noviembre, en mi despacho en el
Consulado, recibí a la madre de Hiassin y a su tía, así como
a la abogada ceutí que asumió su defensa junto con un
abogado tetuaní. Prometí que me interesaría para acelerar al
máximo los trámites para la celebración de la vista, para lo
que solicitaría una cita con el Fiscal General del Rey. El
día siguiente a las 9 de la mañana, tuvo lugar el encuentro
que dio, en mi opinión, positivos frutos.
Los días siguientes y hasta su liberación bajo fianza, nos
mantuvimos en contacto telefónico con la mencionada abogada,
visitando nuevamente la cárcel nuestra colaboradora, Yael
Ohayon Benarroch, para animar a los jóvenes, entregarles las
mantas de las que habla J. L Navazo, y una bolsa de comida,
cuya descripción sarcástica por el autor del artículo
considero totalmente fuera de lugar, dado el profundo
agradecimiento que los dos jóvenes exteriorizaron durante
los días de su detención por este tipo de apoyo, que incluye
también reparto de comida caliente proveniente del “Hospital
Español de Tetuán”, tres veces por semana, a todos nuestros
presos.
Terminaré expresando mi pesar porque haya optado el autor
del artículo por una crónica tan distante de una realidad,
que hace que España esté considerada hoy el país europeo que
mayor y más continuado apoyo presta a sus presos a través de
su red de Embajadas y Consulados en el exterior.
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