Un organista de la iglesia estaba
practicando una pieza de Félix Mendelssohn y no estaba
tocando muy bien. Frustrado, recogió su música y se dispuso
a irse. No había notado a un extraño que se había sentado en
un banco de atrás. Cuando el organista se dio la vuelta para
irse, el extraño se le acercó y le preguntó si él podía
tocar la pieza. El organista respondió bruscamente: "Nunca
dejo que nadie toque este órgano." Finalmente, después de
dos peticiones amables más, el músico gruñón le dio permiso
con renuencia. El extraño se sentó y llenó el santuario de
una hermosa e impecable música. Cuando terminó, el organista
preguntó: "¿Quién es usted?" El hombre contestó:
"Yo soy Félix Mendelssohn." El organista sorprendido le
pidió disculpas llenó de vergüenza al gran artista. Por poco
el organista impide al creador tocara su propia música.
Hemos de dejar que el verdadero artista haga una hermosa
melodía con nuestras vidas. Y para ello hemos de dejar que
entre el Señor en nuestros corazones
2) Para pensar
Somos "creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano" (Efesios 2:10). Pero nuestras
vidas no producirán una música hermosa a menos que le
dejemos obrar en nosotros. Dios tiene una sinfonía escrita
para nuestras vidas. Dejémosle que haga su voluntad en
nosotros. El Papa ha señalado "la centralidad de Jesucristo"
como el aspecto más destacado de la vida cristiana del "decimotercer
apóstol", Saulo de Tarso. Recordando el encuentro de Pablo
con Cristo, constató cómo aquel momento "revolucionó
literalmente su vida". "Cristo se convirtió en su razón de
ser y en el motivo profundo de todo su trabajo apostólico".
Fue ese encuentro con Jesús lo que hizo que el apóstol a
partir de entonces, fuese un buen instrumento en las manos
de Dios. En la medida en que dejemos obrar al Señor en
nosotros, seremos mejores personas. Pensemos qué tan buenos
instrumentos hemos sido hasta ahora y si nuestras obras son
según el querer de Jesús. El Papa señaló que la historia de
San Pablo, nacido en la actual Turquía permite comprender
"cómo Jesucristo puede influir en la vida de una persona y,
por tanto, también en nuestra misma vida". "En realidad
-recalcó-, Jesucristo es el ápice de la historia de la
salvación y por tanto el verdadero punto discriminante en el
diálogo con las demás religiones".
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