Tres meses en el verano de 2005 sirvieron a Maribel Lorente
para escribir un libro de 34 relatos sobre las vivencias que
experimentó mientras acogía a una niña ucraniana. Bajo el
título ‘Anastasia contenta’, la profesora del ‘Miguel
Hernández’ ha impreso negro sobre blanco el complejo proceso
de adaptación y el sendero educativo que tuvo que recorrer
de la mano de la menor para que volviese a interiorizar el
concepto de ‘familia’. La clave está clara: “El deber de un
adulto es mantener las mismas normas que con sus hijos y no
dejarse doblegar ante el chantaje emocional que caracteriza
estas situaciones”.
Anastasia llegó a Ceuta con diez años, “aunque aparentaba
ocho por las carencias alimenticias”. Tenía el pelo
encrespado y el color de su piel denotaba falta de
vitaminas. Era su primer y último viaje de acogida desde el
orfanato de Lugansk porque a su vuelta a Ucrania, su padre
iba a ganar un recurso judicial y se la llevaría con él. Aún
así, el verano cimentó un gran número de valores sociales en
Anastasia mientras ganaba peso. “Engordó más de tres kilos
que le faltaban”, apunta Lorente.
La familia compró ropa y juguetes a la niña para normalizar
su primera estancia lejos de su país. Sin embargo, lo que al
principio era una pequeña retraída acabó por mostrar una
personalidad “aduladora”. Y es que “cuantas más prendas,
juegos, chucherías o refrescos, más quería; porque al final
un niño es un niño”.
29 años de experiencia docente en la franja sur española
sirvieron a Lorente para lidiar con la menor y ayudarle a
comprender que ella, aparte de derechos, también tenía
deberes. “Usaba la picaresca para manejar la situación y me
exigía ser muy paciente”.
Una familia de postizo que, “tras crear un lazo afectivo
fuerte”, hace que los niños “presuman de familia”.
Uno de los temas más llamativos de la experiencia personal
de los menores es su punto de partida: Los orfanatos. Una
imagen preocupante ronda la percepción general de estos
lugares. No obstante, Lorente señala, que de su vida privada
y del orfanato “no cuentan nada, y mucho menos negativo”. Y
es que, según explica, en Ucrania se da gran importancia a
la educación cultural y se impulsan todas las facetas
artísticas en los niños. “Hay pocos medios, pero se
intenta”. En diciembre vuelve, por cuarta vez desde Uman,
Oxana, su otra niña de acogida.
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La generación del futuro más incierto
La autora presentó ayer, en el
salón de actos del Ayuntamiento, ‘Anastasia contenta’.
Estuvo acompañada del vocal de la Asociación de Niños
Ucranianos de Acogida (ANUA), Juan Luis Callejo, y de
miembros de la asociación que preside: DIGMUN. La creación
del colectivo, a primeros de 2005, estuvo marcada por la
decisión de Lorente de acoger a Anastasia.
Respecto a su futuro, prefiere no adelantarse. “La
generación de ucranianos de acogida aún no ha alcanzado la
mayoría de edad. Si a los 18 años, son adoptados, las
posibilidades se amplían”.
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