Pasaban cinco minutos de las diez y media de la mañana
cuando algo falló en el sistema cargador de las cisternas de
la instalación de Cepsa en Ceuta. De pronto comenzaron a
salir chorros de combustible que rociaron todo el suelo de
la zona. Inmediatamente los sistemas de emergencia actuaron.
Así, del techo del surtidor empezó a caer una mezcla de
espuma con agua refrigerada.
No se trataba de un accidente casual, era algo previsto por
los trabajadores de la factoría de Cepsa en Ceuta que
realizaban un Simulacro General de Emergencia para comprobar
las evoluciones de Plan de Autoprotección de sus
instalaciones.
“Los miembros del operativo que participan en este simulacro
conocen que están ante una situación irreal, pero no saben
de qué tipo de emergencia se trata”, explicó Miguel Pardo,
supervisor de las maniobras. La base de esta estrategia es
la de advertir a los participantes pero darles un aliciente
de suspense. “En todo momento estarán controlados por
observadores por lo que habrán de comportarse como si
estuvieran ante un acontecimiento real”, puntualizó.
El agua y la espuma, según explicaron los representantes en
materia de seguridad de la central, son las principales
armas utilizadas para luchar contra los escapes tanto de gas
como de gasolina y ante cualquier llama que haya prendido.
En cadena
No sólo se produjo un incidente en el cargador de
combustible, sino que ocurrieron más fallos de manera
alterna en las cisternas de gasolina primero y gas después.
Un hecho que supuso una auténtica ‘gincana’ para los
miembros del Grupo de Intervención, una cuadrilla de diez
hombres.
En esta ocasión la alerta se produce en forma de alarma que
sonó por todo el recinto. Todos en marcha ante un escape de
gasolina en un tanque. La explicación técnica, según el
supervisor del ejercicio, fue que la cisterna se sobrellenó
y el combustible sobresalió. “En una situación real ante
esta tesitura se habría desatado un incendio”, comentó uno
de los participantes.
Al llegar a la zona el equipo se percata de que hay un
herido. Rápidamente este es puesto a cubierto. Mientras el
resto de operarios abrían las válvulas de agua para que esta
se esparza por donde se escapa el carburante y así diluirlo.
Por otro lado los operarios montan las mangueras que tendrán
a dos improvisados bomberos como punta de lanza. A la orden
del coordinador de la cuadrilla comienza a salir una columna
de agua que estos dirigen al foco del fuego imaginario. Más
adelante el chorro de agua es secundado por una nube de
espuma.
La preparación de estas personas no es sólo física, ha de
haber una coordinación y un conocimiento de las condiciones
meteorológicas, según explicaron. “En estas situaciones se
ha de aprovechar el viento de cara para ubicarse y dirigir
la manguera al objetivo”, espetó Pardo.
Para tensar más la situación, de manera deliberada y para
emular un fallo de presión se hizo que una de las bombas que
surtía a las mangueras fuera perdiendo efectividad poco a
poco hasta romperse. Por ello, los miembros de este grupo de
emergencias tuvieron que poner en marcha una nueva desde
otra bomba de presión.
La siguiente parada fue un nuevo escape, aunque en esta
ocasión de gas. El elemento gaseoso estaba contenido en unos
tanques esféricos. La actuación de la cuadrilla es la misma,
la de rociar con agua y espuma la superficie del escape o el
incendio para sofocarlo desde una posición protegida.
El ejercicio concluyó a las 12.40 minutos, según la
organización, dos horas y cinco minutos después de comenzar.
“La valoración es positiva ya que en nuestros planes estaba
hacer el simulacro en dos o tres horas”, comentó un
representante de la factoría.
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Sin presencia de fuego en las maniobras
En el simulacro, sin perder ni un
ápice de realismo, no se forzaron situaciones con presencia
de fuego. Al tratarse de una instalación rodeada de tanques
de gas y gasolina “sería una temeridad provocar algún tipo
de explosión”, explicó el supervisor de las maniobras,
Miguel Pardo.
A pesar de estar totalmente controladas hubo una presencia
testimonial de Bomberos y de Protección Civil para dar apoyo
en el momento de ser necesario.
Según explicaron, el simulacro emulaba una emergencia de
grado uno, la más baja, por lo que era suficiente con los
efectivos del Grupo de Intervención de la central. “En una
situación real, si el incidente es calificado como de grado
tres nosotros solicitaríamos la presencia de estos otros
cuerpos”.
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