Me llaman amigos y lectores para
que les informe sobre las propiedades nutricionales de la
zurrapilla de lomo como primera colación de la jornada, pero
¡Ay desventurada de mí! Dios no ha se ha dignado permitir,
pese a su infinita misericordia, que servidora se deleite a
horas tempranas con manjares autóctonos de mi barriada. En
absoluto. Y cuando hablo de alimentación me estremezco ante
la noticia difundida ayer de la modelo brasileña, anoréxica,
que ha muerto con 40 kg. para 1,74 de estatura por una
infección generalizada. Yo, en el 2004, como consecuencia de
un agotamiento neuronal y fallos de la química del cerebro,
llegué a 44,600 para 1,68 y estaba muy delgadita, así que
aconsejaron internarme para meterme la sonda nasogástrica. ¡Já!
No me dejé. Pero me prescribieron antidepresivos tricíclicos
asquerosos, me cago en todos sus muertos encadenáos y
engordé diez kilos. Porque los tricíclicos provocan un ansia
irrefrenable de batidos de fresa, bien espesos, donuts de
chocolate, pulpo a la gallega y apetencias culinarias que,
más bien parecen antojos de preñada. ¿Qué si yo me metía los
dedos tras los atracones de Nocilla? No. Nunca me he metido
los dedos. Porque controlo y he perdido ya los primeros 5kg.
controlando y a fuerza de codos, es decir, de estudio de
tratados naturistas y de revistas de divulgación científica.
Hoy paso hambre, estoy canina y sueño con merengues. El día
de Todos los Santos, ante el escaparate de una confitería
que exhibía bandejas de exquisitos huesos de santo,
sencillamente, me eché a llorar. Pero soy disciplinada,
porque es algo que me imbuyeron a hostias mis maestras
marroquíes en mi añorado Rif y si me tengo que alimentar a
base de cereales, yogur 0, tortitas secas de arroz y de
soja, té rojo, control de carbohidratos y cero grasas, lo
hago. La zurrapilla de lomo me es tan lejana como poseer
algún día un Ferrari o unas flores de Odilón Redon, o un
huevo auténtico Fabergé, o…
Vale, o mil cosas apetecibles que, en verdad no me apetecen
porque, por educación y por opción, solo ansío poseer
aquello que, en un naufragio, el mar no me pueda arrebatar,
es decir, mis neuronas bien engrasadas, generando a tope
serotonina, rezumando endorfinas y todos los conocimientos
que pueda acumular a lo largo de mi existencia. Del resto
paso. ¿Qué si paso de la zurrapilla? No. Pero controlo y
desayuno con galletas Diet insípidas con L-Carnitina, más
una cápsula de L-Carnitina y Q-10 para devorar los lipocitos,
más varios cafés con un líquido blancuzco al que llaman
leche desnatada enriquecida con calcio y dos y dos cápsulas
de alcachofa, desintoxicante y camilina-té verde drenante,
Dobupal 150 para controlar y tiamina para dar vidilla al
cerebro. Sustituyo la zurrapilla por dos cápsulas de
glucamano de efecto saciante que, para mí que son un placebo
porque yo siempre estoy ansiosa por paladear dulces de masa
pastelera. Y a andar. Tres kms. de ida y otros tantos de
vuelta para el café. Cansa al principio pero luego te
acostumbras, pero no se quema mucho, se quema más en las
asistencias a los detenidos, donde notas que sudas
adrenalina porque, el cliente, te está transmitiendo su
miedo y su angustia. O el sudor helado de cuando un hijo te
pide algo lógico y no se lo puedes dar. ¿Zurrapilla en la
mañana? ¡Ojalá!.
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