La Plaza de los Reyes ha ganado en
belleza y majestuosidad. Realmente puede decirse que es una
obra que viene a coronar la nueva imagen del Paseo del
Revellín absolutamente peatonalizado convirtiendo a esta
zona del casco antiguo de la ciudad en un auténtico lujo
para delicia no sólo del ceutí, sino del visitante.
Se ha ganado la calle a la ciudadanía. Lugar de confluencia
de los ceutíes, por ser ésta la zona más activa desde el
punto de vista económica y social (allí se encuentran las
centrales de los diversos bancos y cajas ubicadas en la
ciudad. En el centro es donde se encuentran los organismos y
las instituciones). De este modo, Ceuta como cualquier otra
ciudad ha culminado el embellecimiento y funcionalidad de su
‘centro’. Lo hizo Málaga recientemente, lo cuida Cádiz; el
centro de Sevilla es donde se da cobijo a la verdadera
esencia de la capital hispalense. Cualquier ciudad que se
precie dedica especial atención a su ‘salón’, o sea, a su
punto neurálgico, aquel donde la población necesariamente
confluye a diario. La inauguración de la nueva Plaza de los
Reyes, un moderno y bello escenario de esparcimiento, trae
consigo un lugar del que los ceutíes debemos contemplar y
enseñar con orgullo. Unos trabajos y un diseño que ha
respetado la esencia y el espíritu de todas y cada una de
los diseños pretéritos y que ha proporcionado un
impresionante emplazamiento para el descanso y el ocio de
los ciudadanos.
Fácil será la crítica de quienes, ahora, a toro pasado
quieran apuntar cuestiones sobre la ejecución, desarrollo o
finalización de estas obras. Fácil en el ejercicio del toreo
de salón, fácil, muy fácil desde la butaca alejada de la
arena del coso que significa decidir, actuar. Siempre fue
mejor analizar lo hecho desde la distancia; es lo más
cómodo. Y aún más ejercer la demagogia también fácil. En
realidad lo que se vislumbra es un ataque de histeria y de
impotencia por no poder ejercer la potestad de actuación
señalada y consagrada en las urnas. Lo que bien hecho está
debe señalarse como tal. Ir contra la corriente pública del
clamor que significa el ¡oh! generalizado de la ciudadanía
ante una obra de tal magnitud es de salto olímpico mortal
con tirabuzón, de cabeza a una gran pisicina exenta de agua.
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