Las elecciones catalanas han
puesto de manifiesto que tanto el Partido Socialista como el
Popular han perdido electores, habiendo sido la opción de
derechas, claramente de carácter nacionalista, Convergencia
y Unión, la ganadora aun cuando sin conseguir el apoyo
suficiente para optar a la gobernabilidad de la Generalidad
dado el acuerdo de tres partidos progresistas (¿) cuestión
que se vislumbraba ya antes de las elecciones recientemente
celebradas y que, como era de esperar, candidatos que ni
lograron mayoría de escaños ni de votos, pactaron el mandato
del ente autonómico para el período 2006/10, caso de que
todas las circunstancias políticas discurran normalmente
(teniéndose en cuenta que “todo pecado lleva su penitencia”)
y no se tengan que anticipar las elecciones.
Lo que si se viene demostrando es que, desde la cota de 17
diputados de 1995, el Partido Popular en Cataluña no ha
conseguido superar este listón ni su líder, Josep Piqué,
incrementar la confianza de los electores a su favor. Y es
que no se puede estar en misa y repicando. O se sigue, con
todas las consecuencias, la línea política de un partido que
defiende la españolidad de la región, la defensa del idioma
castellano, la Democracia y el Estado de Derecho, la
Constitución Española como base de convivencia pluralista en
libertad y se promueve la solidaridad territorial de una
sola nación compuesta por todas las regiones y habitantes de
las mismas salvando las especificidades de cada autonomía,
postulados que constituyen los principios básicos de
convivencia de los españoles que en 1978 optaron mayoritaria
y libremente por el establecimiento de una norma única para
regir nuestros destinos, o se desiste de ello y se dedica
uno a sus menesteres profesionales desentendiéndose de la
política.
Josep Piqué ha visto como un nuevo partido, siguiendo los
mismos postulados que su formación política, impulsado por
entornos mediáticos como el periódico El Mundo y la COPE,
que a nivel nacional vienen haciéndolo a favor del Partido
Popular, logró la división del electorado -Ciudadanos de
Cataluña ha obtenido 90.000 votos y conseguido tres escaños,
o sea, que podemos considerar que el Partido Popular con
estos votos se hubiera colocado con 22 escaños en dicho
Parlamento-. Aun cuando luego, Piqué, para justificarlo
recurra a la comparación de Ciudadanos con el GIL y acuda a
Convergencia y Unión proponiéndole “colaborar en la
oposición”. Y decimos nosotros, ¿la firma de este acuerdo,
después de expresar la socorrida crítica de “lo absurdo del
discurso nacionalista”, caso de que los dirigentes de CIU
aceptaran esta colaboración, se formalizaría en el despacho
de un notario?.
No estamos de acuerdo con las ideas que se derivan de las
actuaciones del político catalán que hoy nos ocupa ni
creemos, como hemos dicho, que un importante colectivo de su
partido lo esté, por lo que tienen de ambigua y clara
indefinición sus actitudes y opiniones que no acaban de
plasmar el ideario político de una entidad que propugna la
solidaridad territorial para la convivencia pluralista y en
libertad (llevando implícito el uso del idioma castellano
para manifestarse) de todos los españoles, incluidos, claro
está, los catalanes. Por lo tanto ello nos induce a
preguntarnos si la causa de esta marcha descendente de los
populares en Cataluña es Josep Piqué o si, por la citada
causa, ¿es él mismo quien constituye un problema para el
Partido Popular?.
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