Ayer por la noche había de nuevo
movida en el aparcamiento del Centro Penitenciario de
Alhaurín de la Torre. Los cámaras y los fotógrafos hacían
guardia a la intemperie, pese a soplar un virujillo helado,
en absoluto apropiado para el verano tardío que se estamos
viviendo. En la sala de espera y disfrutando de las máquinas
de café y de chucherías los defensores de los malayos
esperando la salida del promotor Carlos Sánchez y de otro
imputado. Tras el traslado de los VIPS ,Roca a los olivares
de Albolote en Granada, a la vera de Víznar, donde mataron
al poeta de los Camborios y Julián Muñoz a la aridez de
Jaén, donde no mataron a nadie por pura aprensión, porque
aquello es un páramo desolado y deprime nada más verlo.
Tiene mal fario y mal vagío, todo en uno. Tras la conducción
de los famosos de las tertulias del colorín, Alhaurín se
quedó en plan Fonseca “triste y sola” que cantaran los
tunos.
Al parecer, todos piensan que volverá la época del famoseo
carcelero si se incorporan nuevos detenidos al centro,
porque la cosa anda ahora de capa caída sin la prensa
acosando a los familiares, todo muy soso y muy desabrido. Y
encima siempre he tenido la duda de si permiten a fotógrafos
y cámaras entrar en la sala para utilizar las máquinas y
apañarse un café y unos phoskitos o alguna porquería similar
rica en grasas poliinsaturadas de esas que disparan el
colesterol. Algún día lo preguntaré, porque supongo que si
dejan las cámaras fuera, al cuidado de algún colega, podrán
entrar y más los fines de semana que, como hay visitas de
familiares, resulta rentable levantar la persiana del
barecito, que está atendido por un chileno muy amable que
hace como nadie los bocadillos calientes y los cafés-cafés
de auténtica cafetera y no el agua sucia que escupe sobre el
vaso de plástico la máquina el resto de los días hábiles y
encima ese bebraje inidentificable cuesta ochenta céntimos ,
algo que siempre me ha parecido muy abusivo porque, por ser
capaces de beber esa pócima, los de la máquina son quienes
deberían mostrar su agradecimiento pagando un plus al
usuario, algo elegante como los bombones Ferrero Rocher,
¿Qué eso resulta excesivamente refinado? Bueno, pues quiten
los bombones y pongan una torta de esas que se llaman “Mari
Toñi” y que plantean el dilema científico de ser capaces de
determinar sus ingredientes, es decir una actividad
intelectual donde la Mari Toñi es la síntesis y la
identificación de sus componentes algo puramente empírico y
analítico.
Lo cierto es que, a los periodistas se les ve fumar pero no
comer, lo mismo les impiden nutrirse con la oferta
gastronómica penitenciaria y tampoco la Junta de Régimen
tiene el detalle social de invitarles a degustar “bandeja”
como a los inquilinos de Incosombra, la genuina cárcel de
los programas más rosas y de la casquería del corazón.
Tener a los buscadores de noticias y de primeros planos
pasando hambruna me parece una muestra de ser una especie de
indigentes morales, porque las criaturitas están ahí
ganándose el jornal, resguardados bajo el único árbol que da
sombra en el aparcamiento en los tórridos veranos y pasando
frío en otoño. Pero la Malaya vende, mucho más que cualquier
otra escandalera de recalificaciones, sobornos y cuentas del
color de los góticos en fin de semana.
Sin los personajes variopintos de Malaya languideceríamos en
las sobremesas ,porque eso más que una operación es un guión
tipo “Torrente en Alhaurín”.Éxito seguro
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