No es muy habitual en política que
los protagonistas reconozcan sus culpas, y menos,
públicamente.
Si durante la semana, la comidilla se ha centrado en las
declaraciones efectuadas por José Luis Morales contra el
socialista, Gonzalo Sanz y muchas fueron las voces que
recriminaron al consejero de Presidencia la ‘salida de
tono’, comprensible desde el punto de vista humano como así
ha considerado el delegado del Gobierno, García-Arreciado,
las disculpas solicitadas ante los medios de comunicación
dirigidas hacia el propio Gonzalo Sanz y a cuantos se hayan
podido ver afectados por las parlabras “efectuadas por mí el
pasado 7 de noviembre”, dijo Morales, han surtido su efecto
inmediato en la clase política ceutí. Realmente, el
reconocimiento público de un error es digno de valorar, así
lo ha estimado el propio PSOE que recibió la noticia con
satisfacción y “pelillos a la mar”, ya han anunciado que sí
participarán en los actos institucionales que la Ciudad
Autónoma lleve a cabo. Dado los tiempos que corren, este
pequeño gesto consigue un buen paso en la llamada
estabilidad institucional.
Pero, a fuerzas de ser justos, aún reconociendo el valor del
plausible paso de Morales respecto de sus últimas
declaraciones y que merecen ser tenidas en cuenta, no
estaría de más cumplimentar el póker de la buena voluntad,
el talante y la demostrada humildad con un acercamiento a la
formación política que, en estos momentos, encabeza la
oposición en la Asamblea de la Ciudad Autónoma en aras a
acabar con tensiones extras no derivadas fundamentalmente de
la acción política que, como tal, cuenta con su escenario
determinado y específico que, además, permite las cordiales
relaciones en democracia entre compañeros de este, a veces
oficio, que es la política.
Si bien UDCE sigue a la espera de alguna explicación para
volver a asistir a eventos institucionales, tanto a ellos
como al PSOE o a cualquier otra formación, no estaría de más
recordarles que la institución, es decir, la Ciudad
Autónoma, debe estar muy por encima de cualquier rencilla
personal. La crítica política por muy ácida que ésta sea
sólo retrata, para bien o para mal, al autor pero nunca
debería estar mezclada en ella, como arma arrojadiza, la
institución.
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