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OPINIÓN - MARTES, 14 DE NOVIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

Diagnóstico: estrés electoral
 


Domingo Ramos
domingoramos@elpueblodeceuta.com

 

Ya se sabe que la tensión provocaba por situaciones agobiantes puede originar reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos y que un proceso electoral, para los candidatos, principalmente números uno de las listas, a veces, les lleva a contraer este tipo de enfermedad. Y así hay que entenderlo después de conocer las andanzas y actividades que en período pre-electoral y, más si cabe, durante los últimos quince días de campaña tienen que sufrir los futuros miembros de ayuntamientos, consejeros de cualquier parlamento autonómico o miembros del Senado o del Congreso de los Diputados.

El manual del candidato (que editan los principales partidos) ya aleccionan a los mismos de las diversas e importantes cuestiones que deben ser tenidas en cuenta, como el trato directo con los votantes, actuaciones en mítines, comportamiento y poses en sesiones fotográficas o televisivas, evitar fumar y, si es posible, la ingestión de bebidas alcohólicas, dar sensación de que se encuentra en un estado físico saludable, atender cariñosamente a cuantas personas (que en estas ocasiones son muchas) le inquieran para saludarle o simplemente desearle suerte en su andadura electoral, la elección de locales donde sus actuaciones obtengan la respuesta de la totalidad del aforo de los mismos, o sea, aplicar aquello de que “nada es tan fácil como parece”, “decir que harás una cosa más adelante, equivale a decir que no la harás”, “la montaña se hace mas empinada cuando mas te paras”, o cualquiera otras de las se mencionan en las mas de trescientas leyes de Murphy.

Todo ello trae como consecuencia que a un candidato sensato se le produzcan situaciones en las que se le hace inevitable la atención de los asuntos que, en algunos casos, no están dentro de sus proyectos, tales como el abandono temporal de la familia; alejamiento de sus centros de ocio o recreo; el desorden o excesos en comidas o la falta de horas de descanso; la continua tensión por la preparación de sus comparecencias públicas; el estudio, redacción y exposición de discursos o intervenciones en actos, que pueden ser multitudinarios, todas del mismo signo pero de distinto contenido, o sea, el terreno abonado para que, una vez acabada la campaña electoral, resulte afectado de lo que hemos llamado “estrés electoral”, diagnóstico que no está en los tratados de Medicina pero que nosotros, dadas las circunstancias y hechos que se dan y a la vista de la tensión que provocan estas situaciones agobiantes, a veces de carácter grave, así la hemos denominado (en ocasiones se producen infartos como sucedió por ejemplo hace algunos años a Julio Anguita, o mas recientemente a Carod Rovira).

Ojo, pues, señores candidatos, al parche: hay que tomarse con cierta medida de cautela y cuidado la participación activa en la campaña electoral so pena de verse inmerso en un proceso de estrés y agotamiento que puede llegar, si los resultados obtenidos no son los previstos, a la depresión psíquica, afección más severa que el estrés, y para cuyo tratamiento no son de aplicación los medicamentos al caso ya que ésta solo mejora, remite o se cura, si se gana la alcaldía, presidencia de comunidad, un escaño de senador, diputado o simplemente la obtención de una concejalía o consejería, según las apetencias que, al inicio de la campaña, se hubiera propuesto cada candidato.
 

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