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OPINIÓN - MARTES, 14 DE NOVIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Todos victimizados
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Existe en la sociedad una alarma generalizada ante el incremento de hechos que superan la simple “ violencia escolar” para convertirse en auténticos tipos delictivos, susceptibles de ser encausados por un Juzgado de Menores, porque exceden con mucho las competencias de los claustros de las escuelas.

La Ley del Menor nació ineficaz, muy bucólica y pastoril e impregnada del almíbar del buenismo más azucarado, pero cojitranqui y en absoluto disuasoria para bregar con tipos que, a veces, con dieciséis o diecisiete años parecen armarios de dos puertas y son auténticos energúmenos. Rebajar en dos años su aplicación comprendería un espectro de adolescentes a los que, aún es posible reeducar y resocializar y cuyos actos, si son delictivos, no pueden quedar en modo alguno impunes. Porque es ese poco respeto al castigo y esa falta de temor ante el garantismo de la Ley lo que elimina cualquier efecto disuasorio. No da miedo. La sensación generalizada de los delincuentes juveniles es de impunidad y se dictó la normativa sin haber previsto de antemano que, para reeducar y reinsertar hacían falta muchos Centros de Menores que no se construyeron, por falta de previsión y por falta de presupuesto y que aún hoy no existen.

Las nuevas modalidades de choriceo que incluyen las, cada vez más frecuentes agresiones, a los maestros y que ya están motivando las primeras denuncias policiales de los docentes contra alumnos, hacen perentorio el modificar la normativa, endurecerla en respuesta a nuevos hechos punibles, como el eufemísticamente llamado “acoso escolar” ¿Recuerdan al pequeño Jokin Ceberio, el hijo de Mila y José Ignacio al que suicidaron en Hondarribia? Que no es tal acoso, como la violencia doméstica no es “acoso de género” sino un hecho perseguible y que debe ser duramente castigado por la alarma social que genera su reiteración.

Los maestros piden ayuda a los padres, pero el darles dos hostias a los hijos, por sinvergüenzas, también puede ser penado como “maltrato en el ámbito familiar” y el padre o la madre desesperados, acabar encima ante un Juzgado de Violencia Doméstica. Tantos tiquismiquis y tanto mamoneo están dando lugar a una generación de padres atemorizados que desconocen los límites exactos entre el correctivo y los malos tratos y se sienten desamparados por un Sistema que no ha sabido hacer hincapié en los valores y enseñar a los más jóvenes a respetar mínimamente la autoridad.

Los padres y los profesores “dialogantes” de los dorados años setenta y ochenta, que rechazaban el autoritarismo por el empacho de épocas anteriores y querían ser “colegas” de su prole, ha dado paso a una generación de progenitores y de docentes desamparados y victimizados, que no se sienten apoyados, no ya por las leyes, sino por todo un sistema social que parece resquebrajarse ante la pérdida de referentes. Y todo va por modas.

Ha hecho falta poner sobre el tapete la sangre de muchas mujeres muertas para que, los de arriba reaccionaran y se redactara una Ley justa. Supongo que, cuando empiecen a caer maestros y padres se hablará de “Violencia contra la Docencia y la Paternidad” y se articularán leyes, se rebajará la edad penal a los dieciséis años y los peligrosos serán reeducados por los equipos técnicos de unas prisiones de por si disuasorias. Hoy por hoy la desprotección es total.
 

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