Vengo observando que cuando el
Partido Popular le prepara a Juan Vivas un
acontecimiento para que la gente le grite enfervorizada que
es el número uno de la vida política y que como él no ha
nacido aún nadie en esta tierra, enseguida alguien manda
tocar los clarines de la envidia para anunciarles a los
adversarios de JV que ha llegado la hora de ajustarle a éste
las cuentas.
No hace falta que sea época de precampaña o campaña
electoral: basta que se celebre algo a favor de Juan Vivas
-como aquel espectáculo dado en el Casino de Ceuta- o bien
que la prensa nacional lo elija como el político más
valorado, para que inmediatamente se desaten las pasiones
malsanas de quien comido por los celos y el rencor sufre la
amargura de que los ciudadanos lo toman a chufla.
Y encima sus partidarios no le votan. Mejor dicho: es votado
sólo por sus familiares o por algunos de los muchos
funcionarios metidos a dedos por él en el Ayuntamiento.
Parece mentira que las personas sean tan desagradecidas.
Obtienen un empleo gracias a los recursos empleados por un
experto en hacer de la dedocracia su forma de vida, y luego,
a la hora de la verdad, casi todas esas personas se ponen de
parte de Juan Vivas en las urnas.
Debe de ser frustrante, hasta la desesperación, verse tan
mal correspondido. Claro, que a lo mejor en esa traición
cuenta mucho la labor de zapa que viene haciendo, desde hace
ya mucho tiempo, José Antonio Alarcón. Cría cuervos,
¿verdad Juan Luis Aróstegui?, y te sacarán...
Lo cierto es que cuando todavía se hablaba de la fiesta
dedicada a JV en el Parador de La Muralla, para anunciar su
candidatura oficial a la presidencia de la Ciudad, los
perdedores por sistema han dado la orden de que al candidato
le trabajen los costados hasta dejarlo sin aire de aquí
hasta las elecciones.
Juan Luis Aróstegui, se nota su mano en las últimos ataques
contra el presidente de la Ciudad, ha dicho a sus hombres
que Juan Vivas no es un buen fajador. Y que no soportará el
acoso y derribo a que está siendo sometido por ellos. Y
aunque JLA sabe perfectamente que esa manera de proceder no
le reportará ningún beneficio en las urnas, sí le ofrece a
cambio la oportunidad de saborear con placer el malestar del
presidente. Pues bien conoce que a éste le causa pavor el
intercambio de golpes.
Ustedes se preguntarán, entonces, qué ganarán los muchachos
que andan empeñados en sacarles las tiras de pellejo al
presidente por orden de ese líder al que siguen convencidos
de que es Castelar redivivo. Nada. En cuanto hayan
sido usados y exprimidos como naranjas para zumos, a lo
máximo que podrán aspirar es a que el propio Aróstegui hable
con JV a ver si es posible colocarlos en una tarea similar a
la que hacía Juan Carlos Trujillo.
Y uno, que conoce el paño, se imagina ya a Juan Vivas con la
sonrisa en la comisura de los labios y las manos tendidas
recibiendo a los chavales que lo han puesto como chupa de
dómine, durante meses, para recordarles que siente afecto
por ellos y en algún caso sacará a relucir la amistad con la
familia. Y, tal vez, hasta puedan ser subvencionados para
seguir escribiendo sin que los editores se atrevan a
censurarlos. Y es que no hay derecho que los editores
censuren a nadie. A mí me gustaría, de verdad, que mi editor
me dejara algún día decirle cuatro cosas a Mabel Deu.
Que está la mar de guapa; que sabe estar siempre muy en su
sitio; que me encanta cuando se le sonrojan las mejillas
como prueba de su timidez; y que espero que su marido, por
decir lo que digo, no me rete a duelo. Que estoy mayor y
renuncio a fajarme más que Juan Vivas.
Eso sí, muchachos, a ciertas edades hay que soñar con que
haya playas debajo de los adoquines.
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